Lo del viejo tiempo que no acaba de morir y el nuevo que no termina de nacer es algo más que un tópico. Si nos miramos al espejo y al ombligo, comprobaremos que ahora mismo estamos exactamente ahí, en una suerte de tierra de nadie de nuestra Historia que nos resistimos a abandonar. ¿Por miedo? ¿Por pereza? ¿Por comodidad? Tal vez, mezclando lo uno y lo otro, por simple inercia. Llevamos tantas lunas volteando la sobada noria, que las piernas se resisten a describir una tangente y enfilar de una puñetera vez hacia ese futuro que decíamos soñar.
Nunca daremos el paso definitivo si seguimos anclados a los tics y a las polémicas del pasado. La que ha surgido a cuenta de la presencia o la ausencia de escoltas en los ayuntamientos huele a rancio que echa para atrás. Medio gramo de empatía y otro medio de sentido común habrían bastado para evitarla, pero no parece que nadie haya estado por labor. Y “nadie” es, literalmente, “nadie”. Si fue un error estrenar una legislatura con una medida que no era en absoluto urgente y que se podía haber adivinado a quiénes les iba a despertar la gula, ha sido todavía peor la rubalcabada de amenazar con una ley que desfaga el entuerto en diez minutos.
Inaugurado el lodazal, los argumentos razonables han quedado fuera de juego. Recordar que en el mismo Parlamento vasco ya impera una norma así o que hace nueve años el alcalde -entonces, socialista- de Santurtzi aprobó lo mismo sin la menor bulla te convierte en enemigo de los tirios. Pero si señalas que en este minuto del partido hace más falta que nunca demostrar que no nos es ajeno el sufrimiento de las personas amenazadas, son los troyanos los que te ponen en la lista negra. Y si expones las dos cuestiones, eres algo peor a ambos lados de la barricada: un cobarde equidistante.
Debe de haber una forma de romper esta diabólica espiral que nos devuelve una y otra vez adonde ya hemos estado. ¿Queremos encontrarla?
Lo que se necesita es algo muy sencillo, pero que entre la clase política escasea en niveles preocupantes, se llama «voluntad» y con ella se puede llegar a cualquier meta (sí, a cualquiera).
Lo malo es que se prima cualquier interés más o menos oscuro, pero insisto en que con voluntad se puede llegar a cualquier lado, solo hay que querer.
¡Estoy contigo!, que el que recurre a la equidistancia, es el que por regla general, apuesta siempre al caballo ganador, al sol que mas calienta o simplemente que es un irresoluto o más claro un cobarde, si no tomas parte de algo, luego no exijas…
No obstante, el devenir de los tiempos y la historia en general, ha demostrado, que los cambios en las sociedades son constantes, y que a menudo el pueblo tiene que sufrir mucho, para reaccionar, por lo que no me preocupa la somnolencia a las que nos someten los gobiernos de turno con su aparato mediático…
De momento parece ser que la juventud se esta despertando y se han dado cuenta, que es totalmente falso y mentira que han nacido con un pan debajo el brazo — ¡La realidad es que están viendo en pelota picada con una mano alante y otra detrás, sin futuro alguno!…
Para terminar el “Lodazal” tiene carácter legal y está instalado en todas las instituciones españolas, con el aval de de justicia… ¡En fin javier, tranquilo que todo llegara!