Seguramente nunca ha habido una operación judicial o policial jaleada con tanto entusiasmo popular como la que se ha saldado con la detención de la cúpula de la SGAE. La simple visión en los titulares de esa palabra, “cúpula”, que generalmente encontramos asociada a sindicatos del crimen de diversa índole, es un regalo para los ojos y el espíritu de los millones de agraviados por ese consorcio que parecía tener patente de corso. Dicen el catecismo y los manuales de urbanidad que no está bien desear el mal ajeno, pero va a ser difícil encontrar un alma pura que no desee ver, como poco, entre rejas a una banda de abusones cuya sola existencia desmentía que estemos en algo similar a un Estado de Derecho.
Ha sido grandioso, además, que la aparatosa caída del imperio bautistiano se haya producido por la administración de su propia medicina. Ellos, que siempre amedrentaban a sus posibles e incontables víctimas enseñándoles los dientes de su jauría legaloide, se han pillado los dedos y algo más con los guardias y las togas. A estas horas ya deben de haber experimentado la taquicardia, la zozobra y el canguelo que hacía presa en el sinnúmero de desventurados que alguna vez han recibido uno de sus burofaxes intimidantes. Qué chufla, que se acuerden justo ahora de la presunción de inocencia.
De todos modos, mejor no echar las campanas al vuelo. Poco dura la alegría en casa del pobre, y esta tiene muchos boletos para ser pasajera, como debería recordarnos la sonrisa de oreja a oreja de DSK en las mismas primeras páginas que nos hablaban de la redada en la cueva de Ali-Babá. Ya pueden decir misa el sentido común y el código penal, que el desenlace final dependerá, como casi siempre, de las triquiñuelas de un puñado de picapleitos. Y aun descontando lo que se han podido llevar crudo, el canon y el resto de los diezmos cobrados hasta por cantar en la ducha dan para pagar legiones de abogados.
Encontrar un hombre honrado en España, es como encontrar una doncella que no haya conocido varón a los 20 años en este país de castrados mentales; con la saña de los antiguos inquisidores, esta pléyade de caraduras, entraban a saco en bodas, en los club de jubilados, peluquerías y donde le salía sus reales…, para aplicarles el impuesto de la vergüenza y descredito, por las leyes aprobadas por la ministra de cuyo vergonzoso nombre no quiero acordarme, y de los lameculos, peseteros y zampabollos de la “ceja y cía”…
Un mal guitarrista del conjunto de los Canarios y un caradura sin igual, entre todo lo que ha arramplado, hay que añadir 24000 euros mensuales de pensión, que tenia pactado con la cúpula del SAGE, para su jubilación… ¡Por desgracia lo que más me temo! Es que esta casta de indeseables, no pisen cárcel, entre otras de las cosas, porque ya no cabe nadie, pero aparte de echo es porque esta gentuza es especie protegida
Tras la caída de su cúpula ¿irán también a por «el entorno» de la SGAE? Ya me imagino a la plana del PP (y todos sus medios de desinformación) señalando a González-Sinde por enaltecimiento o por colaboradora necesaria.
Como bien dices Yo soy uno más de los que se alegran muchísimo de la situación de los auténticos piratas de los “artistas” la Sgae y no deseo otra cosa que se les meta en la cárcel.
Claro que ni con mis deseos mas los de MILLONES de personas, serán suficientes para que estos Ladrones de Guante Blanco con el beneplácito de los socialistas, terminen por fin donde tendrían que estar, en PRISION, no solo por lo que hayan robado si no lo que llevan realizando desde hace muchos años, el IMPUESTO EXTROSIONADOR al que este gobierno colaborador llama CANON.
Claro que ahora como bien dices, entran en liza uno de los peores estamentos que podemos encontrar en nuestra sociedad, carentes de corazón y cuya única función en esta sociedad es defender al pudiente ante el indefenso y como bien dices la Sgae tiene dinero de sobra para comprarlos a cientos al margen de los cientos que tiene en “nomina” desde siempre.
En fin, un abogado amigo mío que si defendía al necesitado y murió dejando detrás de sí un gran legado del derecho, ante mis pataletas por las injusticias sociales, me decía: ion, tienes que aprender de una vez y que nunca se te olvide que una cosa es LA LEY y otra muy diferente y en extinción hace muchos años LA JUSTICIA.