Las profecías, especialmente las catastrofistas, tienen la extraña habilidad de cumplirse. Si al abrir los ojos por la mañana pensamos que va a ser un mal día, ya podemos darnos por jodidos. Ocurra lo que ocurra, lo será. Invadidos por la negatividad, cualquier minucia cotidiana —esa cafetera que siempre gotea, el termostato de la ducha que pasa en un segundo del punto de ebullición al de congelación— nos parecerá un signo confirmatorio del desastre anunciado y a partir de ahí todo rodará por la cuesta abajo que nosotros mismos hemos trazado. Nuestro trocito racional mirará hacia otro lado y no querrá contarnos que lo que nos disponemos a vivir como una epopeya contra un destino cruel sólo es una jornada más.
Si sólo se trata de 24 horas, la cosa es medianamente llevadera. Basta una noche de sueño y un primer pensamiento menos cabrón al despertar para que la fatalidad se vaya por donde ha venido. Lo malo es cuando la premonición nefasta alcanza un periodo más largo. Pongamos un año. Pongamos… este año. Apenas lo hemos sacado de su envoltorio y ya hemos decidido sin dejar un cuarto de resquicio a la duda que nos procurará una sucesión de calamidades sin pausa para respirar. Cada desgracia que nos traiga será el anticipo de una mayor que, a su vez, lucirá como una broma comparada con la siguiente, que encadenará otra y otra y otra.
Para que el infortunio resulte aún más devastador, el negrísimo augurio no ha salido de nuestras temerosas mentes de simples mortales. Las trompetas del apocalipsis suenan desde Berlín, París o Bruselas y las tocan quienes, como no tienen ni pajolera idea de por dónde sopla el aire, se dedican a prepararnos para que asumamos como inevitable lo que ellos ni quieren ni saben cómo evitar. Abandonada toda esperanza de cambiar las cosas, desechada por inútil la menor intención de pelear, seremos un pasto mucho más fácil para lo que se les vaya ocurriendo.
No hombre no, pues sí que te has levantado tú con mal pie. Yo tuve una entrada de año impresionante y para mí eso ya es una buena señal, no voy a permitir que nadie me la estropee. Voy a luchar por lo que quero y por lo que es justo y ya sé que un grano no hace granero, pero no olvides que ayuda al compañero y cuantos más granos seamos, peor tendrán algunos las posaderas…Urte berri on.
Hombre, yo también creo que lo tenemos muy requetejodido (y lo del «requete» me sugiere cierta situación política en la que prefiero no detenerme), pero tb estoy de acuerdo en que debemos mantener alto el listón de la alegria, pero no para mantener contenta a la élite de sinvergüenzas que nos ha metido en este pantano, sino por egoismo, por nosotros mismos, para no ser, además de putas, apaleadas.
Ya decia aquel personaje de El Nombre de la Rosa, el asesino, vaya, que la risa es subversiva y yo añadiria que además es gratuita de momento.
Urte berrion!.
Pues sí, estas cosas pasan. También creíamos todos que se terminó con la dictadura franquista, pero ahora vivimos en un estado monárquico amparado por una democracia engañosa
y corrupta. Pero siempre queda en el aire, que,….¨siempre que llueve escampa¨, que es una buena noticia para los que no tienen paragüas.
Parece evidente que, como dices en la última frase, nos lo ponen muy negro para poder aplicar todas sus recetas a sociedades paralizadas por el miedo y la culpa. Se me escapa todo un poco; ya veremos.
Pero sí resulya muy terrible que todo el mundo habla de lo duro que va a ser este año próximo porque todos centramos el eje de lo que va a ser el año para cada uno de nosotros en la prima de riesgo, en que las acciones de uno (el que tenga) no van a dar ni pa pipas, en qué va a pasar con nuestro empleo (que es un tema esencial cierto)…
Pero no nos paramos a pensar en que lo que de verdad hará de este un buen o mal año será que sigamos o no manteniendo los amigos de siempre, o nuestra pareja, o encontremos nuestra media naranja, o los nuestros y nosotros no tengamos problemas de salud, que seamos capaces de disfrutar de cuantos buenos ratos podamos (y para eso tampoco hace falta ser un potentado) o incluso que el athletic o la real nos den una alegría.
Y ahí…tenemos todas las posbilidades abiertas; ¿por qué tiene que ser necesariamente un mal año si tenemos todo eso?
Egun on !
Tengo 45 años.
Si Javier, los que ya hemos pasado tres crisis a cada cual peor. Hemos visto como familiares y amigos que después de ser brutalmente despedidos tenían que rehacer de nuevo su vida (crisis de los 80).
Hemos visto el azote de la droga en una sociedad que perdía sus valores en trono a la crisis económica.
Nunca jamás hemos sido jóvenes desempleados, ni estábamos en las estadísticas. Paraos sin más. Teníamos que buscar por ahí el trabajo con la famosa tarjeta del INEM.
Los que hemos accedido al tan famoso estado de bienestar con 38 años. Una vivienda a pagar en 30 años. Un coche que ya tiene 11 años y 168000 km (el vehículo de las vacaciones). Cuando en la mayoría de las ofertas de empleo te piden coche propio.
Y tenemos la FP, pero en esas famosas estadísticas que demandan este “grado medio” no reflejan la inutilidad del titulo para acceder a un puesto de trabajo.
Y estoy un poco cansado de la dialéctica de los tecnócratas del PP o en general de aquellos que siempre acusan al mercado LABORAL – es decir a los tipos de contratos, es decir a los trabajadores- en vez de referirse al mercado empresarial.
Es decir a aquellos que sin estar preparados para dirigir ni un equipo técnico, ni un equipo humano se han especializado en gobernar una empresa o proyecto a base de golpes sobre la mesa.
La falta de cultura empresarial en España y sobre todo de aquellos ideológicamente cercanos al conservadurismo, la tecnocracia y el liberalismo, es lo que ha generado los casi 5 millones de parados y el creciente pesimismo que gobierna todas nuestras tertulias durante los últimos meses.
Es decir el miedo.
El miedo es el elemento en el cual las personas menos preparadas y con menos aptitudes para gobernar, sobresalen sobre las demás. Es triste pero es así.
Las personas reaccionamos en épocas de crisis; por poner un ejemplo, como aquellas mujeres que ante una pareja que les agrede, aun es capaz de defenderla y de acusarse a si mismas como el origen del mal que hace que su pareja reaccione de esa manera.
Es un ejemplo, pero es un ejemplo que describe el salvaje ánimo liberal en el que mejor se mueven los herederos del anterior régimen dictatorial.
España lleva desde «tiempos inmemoriales» con un empresariado torpe, sin ideas, obsoleto, ignorante, sin capacidad de cambio, etc.
Y esto y no el mercado de trabajo, es lo que nos esta llevando a la ruina.
Ellos, los arcaicos empresarios de España, no tienen mas soluciones en tiempos de crisis que las reformas del empleo ¿por qué? Ja,ja,ja,ja Porque son ignorantes y muy vagos. Sin más.
No tienen ni la más mínima capacidad de análisis. Son vagos y cuando son incapaces de ganar dinero fácilmente, se poner a gemir y llorar para que les saquen del marrón en el que se han metido.
Y fuera de este análisis, y eso lo sabéis todos (hasta vosotros empresarillos de pacotilla) no hay nada.
¿Que hay que hacer para salir de la crisis?
Muy fácil. Trabajar, trabajar, trabajar… (Aquí nadie pide ni dinero ni mas derechos, ni nada. Solo trabajar)
Pero dile a esos que trabajen Ni de coña!
¿Condiciones laborales o tipos de contrato? Ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja,ja
En el gremio de la “comunicación, publicidad y demás eventos gratuitos” hemos trabajado desde gratis con disponibilidad total, durmiendo en el lugar de trabajo. Y con ilusión! …
Y en otros gremios aun peor. ¿Cómo se puede mejorar esa oferta?
Un país que tiene más trabajo sumergido que funcionarios.
Un país que no paga sus deudas a los trabajadores – IVA a los autónomos –
Un país en el que si te presentas a una oposición publica (para buscar un trabajo) te cobran!
No tenemos problemas para currar, ni nos faltan ideas para llenar el estado español del bienestar de emprendedores endeudados y pendientes de cobros.
Y sin embargo las grandes fortunas no pierden su poder adquisitivo (lo aumentan) ni viven por encima de sus posibilidades – esto es una triste ironía –
Hace algún tiempo alguno que otro se estaba indignando.
Yo me estoy hartando.
A partir de aquí