Saquemos la herramienta de medir gravedades históricas y procedamos a calcular cómo de tremebundo es el momento que atravesamos. Por los titulares, las tertulias y Twitter, se diría que vivimos instalados en la convulsión, la zozobra y el sindiós que preceden a acontecimientos extraordinarios. Al primer bote, la caída estrepitosa del Gobierno español ahogado en su propia mugre, e inmediatamente después, el desmoronamiento del putrefacto sistema que ha hecho de la corrupción y la inmoralidad los únicos comportamientos válidos para la consecución y la conservación del poder. Pues menos lobos. Si retiramos la espuma, el blablablá y las toneladas de impostura vertidas a diestra y siniestra, comprobaremos que esta bronca que parece el recopón de la baraja y la antesala de no sé qué nueva era, no pasa de serpiente de verano. Como siempre, se nos va la fuerza en el lirili y cuando llega la hora del lerele, tenemos mejores cosas que hacer.
No, de aquí no obtendremos nada en limpio. Y probablemente, ni falta que nos hace, porque en el fondo, esta mierda por la que tanto protestamos entre gamba y gamba es la que hemos elegido y la que bendecimos con nuestros actos cotidianos. Es una porquería manejable casi a placer. Nos permite ser simultáneamente y sin ningún problema de conciencia sus mayores detractores y sus mayores cómplices. Se rige, además, por los principios más simples: los malos o los equivocados son siempre los otros. Es más, nuestros malos son indefectiblemente buenos y nuestros equivocados, impepinablemente acertados. ¿Por qué? Pues por qué va a ser, porque sí, y el que nos pida que lo razonemos es un cabrón, un fascista y un enemigo del pueblo.
Hacemos que no pase nada y nos quejamos de que no pase nada. Lo anoto como constatación más que como crítica. Tal vez sea ese el sentido de nuestras vidas, dejarnos llevar mansamente y reservarnos el derecho de echar la culpa a los demás.
Nos sentimos impotentes Vizcaíno. Además ya ves que las revoluciones no son flor de un día sino de muchos años, mira si no la francesa, mira ahora las árabes ahora…Joderrrr qué bien vives tú con gambas y todo. Yo, no me quejo entre gamba y gamba, sino que constato que aún quiero vivir un poquito más y para cambiar las cosas hacen falta radicales kamikazes, mira tú a las sufragistas victorianas, a los gudaris que dieron su vida por Euskadi etc, etc. Al final, estamos en la ola del individualismo y no creemos en que haya más que esto. Además el tinglado está muy bien montado para hacerte creer que las protestas sirven para algo, que existe la justicia imparcial (cuando las leyes las hacene llos y ellos ponen a los jueces «supremos»). En fin, que esta vida es muy corta y nos ganan por desgaste….