De entre todas las formas de comunicar una muerte, me quedo con una de la cultura anglosajona. Tan escueta como impactante. Simplemente, al nombre de la persona fallecida se le añade una palabra: Respect, es decir, respeto. No diré que a partir de ahí sobra todo lo demás, pero sí que es optativo. Hay quien derrota por el panegírico porque es lo que le sale de dentro, quien no es capaz de expresar lo que siente, y quien lisa y llanamente no tiene demasiado que decir… o comprende que no es el momento de hacerlo.
El elogio fúnebre —ahí iba yo— no es obligatorio. Añado incluso que si es forzado o desmiente clamorosamente lo que se sostenía sobre el difunto cuando todavía respiraba, puede resultar un insulto póstumo, además de un ejercicio de fariseísmo que canta la Traviata. Tuve muy presente esta idea en las tres horas y media vibrantes del programa especial que le dedicamos en Onda Vasca a Iñaki Azkuna en cuanto tuvimos constancia de su fallecimiento. Aunque la ocasión parecía propicia y hasta por una ley no escrita de la profesión se hubiera disculpado, mi obsesión era que no se nos fuera la mano con el almíbar. Por sentido de la contención, sí, pero sobre todo, porque no me cuadraba con el protagonista real de ese tiempo de radio, que era el primero que sabía —me lo dijo un día de viva voz— que en su (inmensa) personalidad también iban de serie un puñado de imperfecciones. Naturalmente, en los muchísimos testimonios que recogimos primó lo laudatorio, lo emotivo, lo entrañable, lo sentido, que además lo era sinceramente. Pero no obviamos lo menos amable. Lo hicimos por y con respeto.
Egun on
Con respeto; con brevedad; con mesura… sin almíbar; sin acritud; sin fariseísmo, aquí va esta mi especie de epitafio:
«Iñaki Azkuna fue a la política lo que la película ´8 apellidos vascos´es al cine.»
J.Palmer. Seguro que no caes en la cuenta (o sí) del insulto a las miles de personas que lo votaban. Y a la decenas de miles de espectadores de la película que mencionas. Esa superioridad moral hay que mirársela…
Todo depende de a lo que llamemos «política».Si llamamos «política» al arte de lo posible,al arte de transformar la realidad(municipal en este caso) del negro al blanco conectando con la inmensa mayoría de la ciuadadnía y sin hipotecar las arcas de su competencia en el intento,Azkuna fue el puto amo.En cambio,si llamamos «política» a pasarse 35 años dando cobertura al asesinato,al chantaje mafioso,a la quema de autobuses y cajeros poniendo en riesgo la integridad de niños y ancianos,al pasar del «anmistia ez da negoziatzen» a perder el culo por negociar el acercamiento de presos,al pasar de calificar de «Español» al propio Azkuna por colocar la bandera Española en el ayunta de Bilbao(por orden judicial) a colocarla «txintxo,txintxo» en el ayuntamiento de Donostia:
«La colocación de la bandera española en el Ayuntamiento de Bilbao el pasado viernes tuvo respuesta la noche del sábado. El Casco Viejo bilbaíno amaneció ayer con numerosas pintadas en las fachadas con insultos y amenazas hacia el alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna. «Azkuna español», junto con una bandera española (en la foto) fueron algunas de las pintadas. Otras tachaban al máximo edil bilbaíno de «franquista.
Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/366663/0/reaccion/bandera/bilbao/#xtor=AD-15&xts=467263«.
Decía que si a todo esto último llamamos «política»,Izagirre o cualquier alcalde de Sortu son los putos amos.Usted elige.
Fdo:Uno que sufre la «Gipuzkoa berria» de la basura y la imposición.
que asco el mensaje del sr. Intza sacando ahora esta basura y nunca mejor dicho…
se le ve con mucho rencor y odio… una pena.
La dignificación de la política, para el que le interese, pasa por bastante de lo que hizo Azkuna: Centrarse en lo que se debe hacer, apartando lo que desearíamos hacer. El gestionar lo propio, sirviendo a lo colectivo hace más patria que las batallas contra monstruos que en realidad son molinos. Azkuna aparcó ideología para poder practicarla. Si un nacionalista, independentista o no, tiene que conseguir unos muelles de la ría decentes y coincide que éstos son competencia de un Ministerio en Madrid (el de fomento, creo), no es muy adecuado rechazar a la Roja, reclamar la independencia de la patria y tener los muelles de la Ría hechos unos zorros.
Un día, el que se publicó que era obligatoria la española en los ayuntamientos, me dirigí por la Calle Buenos Aires con curiosidad, paseando, para ver la respuesta de Azkuna en la fachada del Ayuntamiento. Y descubrí al gran Azkuna: cumpliendo su obligación legal, y cumpliendo también su compromiso con sus votantes, con el colectivo al que se debía políticamente: Dos banderas legales que había que buscarlas en lo más alto del edificio, y un banderón de Bilbao de tamaño familiar a pie de calle. Simbólicamente, eso era mucho: cumplidor, inteligente, y a la vez popular y dignamente obligado con su ámbito. Comprendo la discrepancia con él en el tema social porque soy un obseso del reparto, de la igualdad, pero solamente el ejercicio de pragmatismo de Azkuna ha sido aplastante como primer ejercicio de arte política y cariño por los gobernados.
Me han dicho que era arrogante, autoritario, excluyente con el que no estaba de acuerdo con él. Muy posiblemente, en lo humano fura perfectible, pero no es el tema que debemos aprovechar para aprender. Su figura política debería interesar más.