Solo Merkel podría conseguirlo. Su partido, la CDU, se ha hostiado en las tres elecciones regionales del domingo por haber abierto demasiado la mano con los refugiados y por exactamente lo contrario. Así lo pregonan los sesudos analistas de aluvión, que no dejan de trufar sus diagnósticos de todo a cien con martingalas sobre la manía que tienen los alemanes de repetir su Historia. Como broche a la faena y pasaporte a la ovación y vuelta al ruedo de la hinchada progresí, media docena de invectivas descarnadas sobre lo fatal que está el mundo, Facundo, que se nos llena de xenófobos ultraderechistas insolidarios y ajenos al menor sentimiento humano. Plantearse seriamente por qué ocurre es ya harina de otro costal. Simplemente, ni se contempla.
Oiga, es que no es tan fácil, me dirán. Y yo me dejaré el cuello asintiendo. De eso va esta descarga, precisamente, de suplicar humildemente que vayamos una gota más allá del lamento ventajista de carril. En este caso, por ejemplo, y por mal que nos caiga la señora canciller y su gran coalición, habrá que conceder que Alemania es, seguramente con Grecia, uno de los dos estados de la Unión Europea que han pasado del dicho a los hechos. Así que, si hay que escoger teoría sobre el descalabro, parece claro que es un castigo por lo que parte del electorado ha sentido como exceso de acogida.
Lo siguiente es tratar de discernir por qué eso ha sido así. De nuevo, cabe conformarse con la explicación que hace que todo cuadre sin ningún esfuerzo, la del populismo egoísta rampante, o preguntarse si pudiera haber otras causas menos cómodas de sostener. Decida cada cual.
Y lo más interesante es que Angela Merkel mantiene contra viento y marea su postura favorable a dar cobertura y asilo a quienes huyen de la barbarie.
Y eso es para mi, digno de quitarse el sombrero en un mundo, y aquí cerca tenemos ejemplos abundantes, en donde se mira con lupa el último sondeo a fin de saber qué decir, vacios como están los almacenes de argumentos ideológicos y donde sobra, y mucho, el afán de encontrar o mantener un despacho «para cambiar la sociedad».
Es que aunque sea pensando egoistamente que mañana podamos ser nosotros mismos los que nos encontremos en una situación parecida, que la Historia da unas vueltas que ni nos imaginamos. Pero ¿ni siquiera acoger los tristes cupos asignados a cada estado?
Toneladas de vergüenza hacen falta.
Con esas imágenes de campos de refugiados, esos palos que les dan en alta mar, los que no llegan…No sé, ya tampoco, ni lo que podemos hacer cada uno.
En Elgoibar sé, que anduvieron recogiendo y llevando ropa de invierno,hay gente que ha ofrecido sus casas, pero como dice el anterior bloguero, los refugiados no llegan, otros desaparecen como esos miles de críos.
Es todo desastroso.
Por una vez es posible que los analistas (o analistos) no anden tan descaminados. En estas elecciones la gran coalición ha sido castigada a (ultra)derecha, pero también a izquierda. En Baden-Württemberg, por ejemplo, la CDU de Merkel y el SPD de Gabriel han perdido 34 parlamentarios, justo los que han ganado los verdes (11) y los nazis más o menos camuflados de la AfD (23). Si bien es cierto que: los verdes en la región tienen un perfil más conservador (el actual ministro-presidente Kretschmann se ha deshecho durante la campaña electoral en elogios a Merkel) y que el número total de asientos a repartir en el Parlamento regional varía según los resultados.
A Merkel la honra su apuesta por garantizar el derecho de asilo y hacer de ello una política europea. Pero se ha equivocado, primero al marginar a las instituciones europeas en la búsqueda de acuerdos e intentar imponer su criterio (marca de la casa), y después, al recular y pasar del «Lo conseguiremos» (acoger a todos los refugiados que lleguen a Alemania) al «Habéis perdido vuestro tiempo» (dirigido a los refugiados que esperaban llegar a Alemania) y a los oscuros convenios con Erdogan para desembarazarse del «lastre» que amenaza su acuerdo de coalición con sus primos bávaros de la CSU (algo así como la UPN pre-PP navarro). Como escribió en una ocasión el gran Javier Ortiz, sentarse entre dos sillas sólo sirve para caerse de culo.
Llevo cinco años viviendo y trabajando en el sudoeste de Alemania y afortunadamente estoy lo bastante integrado como para conocer a varios autóctonos de diversas edades y pelaje ideológico, así que intentaré ofrecer una visión desde dentro de lo que he sacado en claro, por si a alguien le interesa.
El avance de la xenofobia pienso que se explica, sobre todo, por dos motivos. El primero es el sentimiento de agravio comparativo (desde mi punto de vista, infundado, pero ése es otro tema) entre las ayudas estatales que se perciben como ciudadano alemán en situación de exclusión social, y las que reciben los refugiados que han conseguido llegar a suelo alemán. Esto ha sido un detonante, sobre todo, en los Länder de la antigua RDA (como por ejemplo Sachsen-Anhalt, donde la AfD ha cosechado un 24% de votos) que poseen una tasa de paro por encima de la media alemana y todavía están pagando los costes de la venta a precio de saldo de sus activos económicos al Oeste… perdón, de la unificación, y donde el oscuro movimiento ciudadano PEGIDA lleva año y medio haciendo el Maroto.
El segundo es que los refugiados son mayoritariamente musulmanes. El miedo al Islam ha aumentado mucho con las noticias sobre las salvajadas del Estado Islámico y muy especialmente después de los atentados del 13 de noviembre en París, hasta el punto de que bastantes cristianos que por su aspecto podrían ser tomados por musulmanes llevan desde entonces su cruz al cuello bien visible, para evitar insultos y comentarios impertinentes (sobre todo en este último sentido, los alemanes suelen ser muy descarados).
Ante lo primero, la gran coalición, y particularmente el SPD, ha fracasado al anunciar incrementos en los paquetes de ayudas sociales tarde y mal. Ante lo segundo, por desgracia, hay poco que se pueda hacer, y desde luego sucesos como los de la Nochevieja de Colonia no ayudan nada a calmar los ánimos (si bien de lo poco que ha quedado esclarecido de aquella noche es que sólo una minoría de refugiados estuvo implicada). En todo caso, la desconfianza y el odio hacia los refugiados, expresado en más de 500 incendios de los barracones provisionales que debían alojarlos, empezó varios meses antes de la llegada abrumadora de ellos y de que se reportara ningún delito.
Lo más triste de todo esto: en el Oeste de Alemania existe una comunidad musulmana (turcos, fundamentalmente) muy importante desde hace ya varias décadas, sin que eso haya supuesto creación de guetos. Hablando de lo que conozco: vivo en un barrio con un porcentaje muy alto de población inmigrante y la convivencia ha sido siempre absolutamente pacífica; ni criminalidad elevada, ni calles por las que dé miedo pasar, ni policía patrullando con cara de pocos amigos. Me temo que esta convivencia intercultural se vaya definitivamente a la mierda si lo que ahora ha sido un voto de castigo se confirma como tendencia.
Toda esta deriva xenófoba me preocupa como europeo, porque -lo siento si suena a tópico- es realmente una vergüenza la insensibilidad e incomprensión que hemos demostrado hacia el sufrimiento de los demás. Y me preocupa también como inmigrante, porque, una vez que empieza el discurso xenófobo, todos estamos en el mismo barco… incluso si algunos no se dan cuenta.
Saludos y perdón por el tocho.
De «Perdon» nada. Gracias por contarlo.
Gracias,por tu post otro JaviV