Igual que al coronel Kilgore de Apocalypse Now le encantaba el olor del napalm por la mañana, a nuestros suministradores habituales de consignas a granel les ponen palote las noticias económicas negativas. Andan estos días lubricando ríos ante la seguidilla de empresas de cierto tronío que advierten de que están a un cuarto de hora de echar el cierre y, en consecuencia, de dejar en la calle a centenares de currelas. Si todavía tienen el alma blanca y pura, los lectores se preguntarán cómo es posible que tal desgracia pueda suponerle a alguien una alegría. El resto, la mayoría, tiene claro de qué va la vaina. Aunque nos hemos descuajeringado de la risa con el célebre galimatías de Rajoy dirigido a Pablo Iglesias, en realidad, todos entendimos —y comprendimos, ojo— lo que el inquilino de Moncloa le estaba reprochando al líder de Podemos: que hay personas y organizaciones cuyo único sustento es el mal general.
En el caso que nos ocupa, está siendo de libro. Tras meses en que la situación solo les daba para minimizar los indicadores más o menos positivos que iban saliendo (solo en la CAV; en Navarra, el cuento cambia), ahora se dan un festín gracias al fiasco —para mi, nada sorprendente— de CNA-Fagor, a las tocatas y fugas de General Electric en Ortuella y Cel en Enkarterri o a la liquidación de Xey en Zumaia. Vendría de cine una propuesta concreta y detallada para conseguir la continuidad de esas firmas o de las mil y una de menos nombre y tamaño de las que nadie habla. Es más sencillo, sobre todo cuando tus percebes no peligran, culpar al pérfido neoliberalismo y a su seguro servidor, el Gobierno.
-CNA-Fagor: cuando compras una empresa, también te haces responsable de tus deudas. El cráter era todavía más grande que los pésimos gestores (muy lugareños ellos) previos dijeron.
-General Electric y Cel. Multinacionales. ¿Qué es lo que se les podría ofrecer? ¿Mayor productividad? Quizá cuando los sueldos chinos/indios/indonesios, que crecen su buen tanto por ciento al año, los hagan menos atractivos. De momento, ya sabemos: ¿Quién vende las empresas locales para hacerse un beneficio inmediato? No es el «neoliberalismo», son dueños, muchas veces de generaciones, que prefieren no pringar más.
-Xey. No es capaz de competir con marcas externas ni de encontrar un nicho propio. ¿La salvamos para que en un par de años vuelva al mismo proceso?