Ya tardan Netflix, HBO o la productora de José Luis Moreno en rodar una serie basada en el celérico auge y la vertiginosa caída de Cristina Cifuentes. Y no crean que les saldría caro el invento. Podrían ahorrarse, como poco, los guionistas y la protagonista, porque ella misma se basta y se sobra para interpretarse y escribirse los diálogos más lisérgicos. Lo demostró ayer frente a las cámaras de Telecinco, que haciendo honor a su alcanforado lema de la época de las mamachichos —la cadena amiga—, invitó a la recién imputada de la Púnica a una sesión de desfogue y liberación biliar.
Como era obvio, había ganas de vendetta. Calculen ustedes la mala sangre que habrá acumulado la doña en los 16 meses que han pasado desde su abochornante renuncia tras la difusión del vídeo de las cremas afanadas en un híper. Así que la doliente y dolida Cifuentes entró con todo contra sus todavía compañeros de militancia, que no por nada hablan de ella como cadáver político que lastra el partido. “Mi calvario judicial es producto del fuego amigo”, repitió en varias versiones con leves modificaciones. Su descarnada acusación es que desde que alguien la señaló como recambio de Rajoy, las manos negras de Génova se confabularon con las cloacas del estado para buscarle la ruina.
Lo cierto es que, más allá de la sobreactuación y de la tardanza en la denuncia, sus dardos verbales suenan bastante verosímiles. Es lo que cualquiera que sume dos y dos y conozca los usos y costumbres de la casa imagina que ocurrió. Pero eso no la libra de culpa ni explica los episodios de sus másteres de pega ni su patética resistencia antes de dimitir.
Podían dedicarse sin ningún problema a la comedia todos los cargos y ex-cargos «gaviotiles» de Madrid y Valencia.
Bochornoso por decirlo suave ha sido los «gans» de estos y estas figurantes que increíblemente han regido dos comunidades que superan los diez millones de personas.
Fabra con el aeropuerto del abuelito, Rita con ¡vamos Manolo! Botella con el café con leche de la Plaza Mayor, Agirre atropellando policías, Cospedal y su finiquito en diferido, Aznar de vaquero texano en la Azores, Barcenas, Gallardón, Sepulvelda, El Bigotes… y así hasta el infinito.
Cifuentes se tiene que ver como un bicho raro, cosa que es en realidad porque lo de las cremitas ¡manda huev.. Y después de ver los que ha pasado por el partido mas corrupto del mundo y los que están pasando, ella se siente otro engendro político más.
¡Pero todo muy normal y por el pueblo!