Ahí tienen un nombre para la Historia: Margaret Keenan. Esta mujer británica de 90 años ha sido la primera persona del mundo —vale, para que se no enfaden los tiquismiquis ñiñi— tras unos centenares o miles de voluntarios que ha recibido la vacuna contra el covid-19. En concreto, la de la farmacéutica Pfizer. Tras ella ha llegado, y esperemos que no sea presagio de un drama, un ciudadano llamado William Shakespeare, se lo juro. El resto de los que fueron pinchados ayer en el Reino Unido quedarán, si cabe, como glorias locales o, los menos suertudos, como apuntes para la estadística. Será fantástico que resulten los primeros de una lista muy gruesa de seres humanos inmunizados —ojalá por mucho tiempo— frente a una enfermedad que ya no tendrá la capacidad destructiva que ha mostrado en este fatídico año.
Aguardo con cierta ansiedad mi turno. Es verdad que también con unas migajas de recelo. Porque yo soy de los que no tiene dudas de que va a vacunarse, sin por ello dejar de entender a quienes albergan mil y un miedos. Ni de lejos caeré en la simpleza fácil de descalificarlos como conspiranoicos, magufos o patanes, que es lo que veo que sí practican determinados tipos superiormente morales. Comprendo, puesto que no les faltan, los motivos para su desconfianza. Y aun así, les animo a superarla.
Tengo dudas sobre la aplicación de la vacuna a los 64 infrahumanos que participaron en la orgiajge alcohol y drogas en la hospedería de las monjitas Clarisas, sia las que Dios tenga en su gloria.
Si no les vacunan, pueden contagiar a las personas y vacunarles es colaborar con su innecesaria existencia.
¿Qué tal volver a los tiempos en que el negociete de las monjitas era un convento de clausura y confinarles allí hasta el dia del Juicio Final?
Después de tener que tirar de foto finish para saber el laboratorio que ha ganado la carrera, lo lógico es tener un cierto un recelo sobre su efectividad.
Cualquier fármaco o antibiótico suficientemente probado, ha pasado en primer lugar por la clase alta, y MUCHO después ha salido al mercado a un precio desorbitado para el resto.
En los años 60 pagamos con esfuerzo la penicilina y más tarde los pacientes con hepatitis C siguen pagando entre 55.000 y 80.000 € por tratamientos de 12 semanas, dependiendo si es en Europa o en EEUU.
Así que esperemos que esta señora, sus compatriotas y los rusos vacunados, tengan una feliz inmunización que nos haga perder el miedo a los que no confiamos en la Industria Farmacéutica, y sí en los grandes físicos (Fleming, Pasteur, Salk etc) que han salvado tantas vidas con sus descubrimientos.
Y que yo sepa, esos grandes físicos que cita Taskuka no se hicieron millonarios con sus descubrimientos. Ahí está la diferencia entre el ayer y hoy, entre la ciencia y la economía.
Entre buscar el bien común y la oportunidad del negocio.
Y así nos va.
A los que no confiáis en la industria farmacéutica y esperáis a los resultados en otras personas os digo que estáis en vuestro perfecto derecho.
Lo único que os pido que luego no tengáis prisa en vacunaros cuando se vea la efectividad.
Si se os pasado la vez , mala suerte , a ponerse otra vez a la cola y si quedan vacunas os las ponéis.
Saludos.
A ver, un aviso para conspiranoicos y antivacunas. Van ustedes dados si creen que aquí se van a publicar sus memeces. Prueben en otro lado.
Otra cosa son los recelos, los peros… Esos, bienvenidos si son argumentados racionalmente.
Pues no sé, recelos puedes tener hasta de echar un trago de agua. Viendo la lista de efectos secundarios, es mucho más corta que la de cualquiera de los medicamentos que se toman normamente. Echadle un vistazo a los efectos que tienen los analgésicos y antipiréticos de uso común, especialmente cuando se insiste en tomar un pelotazo de 1 g de paracetamol o 600 mg de ibuprofeno…
Por supuesto, también es más larga la lista de los efectos del dichoso coronavirus. Seguramente esté muy atrás en la lista, pro yo me la pongo tan pronto como llegue la disponibilidad.