Hay cosas que no han cambiado en estos quince meses de agonía pandémica que acumulamos. Cada vez que llegaba la fecha límite de vigencia de los ERTE, el gobierno español, los sindicatos y la patronal se entregaban a la misma coreografía. Las negociaciones para la prórroga se rompían y se retomaban media docena de veces hasta que, justo con el plazo a punto de vencer, se alcanzaba el acuerdo. En el fondo, todos sabíamos, incluidos los participantes en la ceremonia, que se trataba una especie de combate fingido, puesto que no cabía otro desenlace que la renovación. Y así ha vuelto a ser en esta ocasión, donde todas las diferencias han quedado aparcadas ante lo evidente: la alternativa era peor para todas las partes. El resultado es el alivio para los afectados y una nueva fecha en el horizonte, el 30 de septiembre. Menos da una piedra, pero hay una pregunta que casi nadie se atreve a formular en voz alta: ¿Cuántas veces más se pueden prorrogar los ERTE? Hay quien sostiene, desde el conocimiento de los entresijos del mercado laboral, que ya se ha sobrepasado el tope.
Nadie niega las bondades de la medida y su contribución a limitar los daños del desastre causado por el virus. Ha sido un mal menor muy efectivo. Sin embargo, también resulta evidente que su aplicación generalizada ha enmascarado la realidad. O dicho en términos más crudos, se tiene la constancia de que muchas empresas no van a poder afrontar la vuelta de todos sus trabajadores en ERTE. Otras han descubierto que pueden funcionar con un tercio menos de la plantilla. Bienvenida, en todo caso, la nueva prórroga. Pero se impone buscar una solución más estable.
Es, permítaseme la comparación, como dar la quimio a un enfermo con cáncer, no es la solución definitiva al problema pero puede funciona, y esa opción hay que apurarla.
Pues igual resulta que todo el estado está en ERTE. Salvo determinado tipo de funcionarios lapa, los especuladores financieros, las múltiples policías, lo militares y los políticos franquistas porque ésos tiene privilegios al ser imprescindibles para que funcione, mal, el estado.
Llegará un amanecer zombi cuando ya se acaben las trampas.
A ver si llegan ya los guiris…
¡Los ERTES! ¿Verdad que hace un año, o poco más, sonaba a algo muy raro? ¿ Verdad que algunos incluso lo consideraron como unas vacaciones pagadas? Pero claro, nadie pensaba que está situación duraría tanto tiempo. Nadie pensaba que cada poco, su situación económica estaría comprometida, dependiendo de una prórroga o no de esos que llamaban ERTES. Pues si, ha pasado más de un año desde que esta situación comenzó y sin duda ha sido una buena solución, o un buen apaño, para muchos trabajadores que vieron que se cerraban sus puestos de trabajo.
Pero los ERRES no han venido para quedarse. Y todo apunta a que poco más pueden seguir haciendo su función. Lo que hace falta es que, antes de irse, se abran de nuevo los puestos de trabajo cerrados, y de nuevo podamos vivir… de nuestro trabajo y no de un ERTE.
Después de los ERTES vienen los ERES. Cada equis años el mundo financiero entra en crisis que hace tambalear el mercado laboral. Se producen cierres de empresas, despidos, y trabajo a menor precio. Después se inicia una recuperación muy lenta hasta llegar otra vez al mismo punto de partida. El resultado es que las mayores economías salen reforzadas, mientras otras más pequeñas se hunden para siempre.
Hasta ahora desde 1929 el mundo ha padecido entre otras : La Gran Depresión, Petrolera, Deudas, Tequila, Asiática, Vodka, Inmobiliaria, esta última en 2008 y de la que terminamos de recuperar.
Ahora, «casualmente» coincidiendo con la mayor pandemia conocida en el último siglo, aparece otra crisis financiera que amenaza con convertirse en la mayor crisis económica también conocida.
¿El huevo o la gallina?
Espero estar totalmente equivocado. ¡Ojalá!