Es humanamente comprensible que necesitemos dar y recibir buenas noticias sobre la pandemia. Pero eso no justifica la difusión a la ligera de informaciones que induzcan a asentar esperanzas que pueden verse frustradas. Para mi pasmo, es lo que viene ocurriendo desde hace aproximadamente una semana, cuando comenzó a lanzarse la especie de que la variante ómicron puede ser una suerte de traca final del covid. Me preocupa más todavía que tales informaciones, que son más bien expresión de deseos en voz alta, lleven la firma de profesionales sanitarios de amplio prestigio. Digo que me preocupa y no que me sorprende porque, desgraciadamente, desde que empezó esta pesadilla he podido comprobar cómo algunas personas de ciencia no han sido capaces de ceder a la tentación de darse un baño de focos. O, sin más, han sido víctimas de los no pocos desaprensivos de mi gremio especialistas en provocar titulares a base de triturar los matices.
Ya no es solo el más elemental sentido de la prudencia el que debería llevarnos a no vender la piel del virus que no ha sido cazado. En estos casi dos años ha quedado probado que el triunfalismo de aluvión nos ha ido estrellando con la realidad. Ni esto fue solo el catarro que se aseguraba al principio, ni por maravillosa que se la vacunación había un porcentaje que nos aseguraba la inmunidad de grupo, ni cada ola de las cinco anteriores fue la última, como se vaticinó alegremente. Se diría que no hemos aprendido nada de la colección de fiascos. Ojalá, de verdad, ómicron sea solo la variante muy ladradora y poco mordedora que algunos nos pintan. Pero hasta que se demuestre, seamos cautelosos, por favor.
Queda para los anales, de ano, la noticia de portada digital de esta mañana en un medio bilbaino con sangre madrileña :
«Urkullu decide a última hora prohibir los cotillones sin consultar con los jueces. Los hosteleros indignados»
Tras acusarle toda la semana de no tomar medidas, personaliza en Urkullu la posible decision del G.V. y al LABI, pone a los jueces como respobsables de las limitaciones por razones sanitarias y encabeza la rebelión perpetua de los señores hosteleros, que podían inaginarse desde hace días lo que podía suceder. Todo un rjemplo de retorcimiento de la realidad, sin importar las consecuencias.
Hace ya muchos años los famosos Potitos infantiles eran » solo de venta en farmacias » . Cuando se quiso liberalizar su venta se montó un pifostio por parte de las farmacias alegando el carácter cuasi medicinal del producto . Al final era perder un chollo y así pasó .
Esto me recuerda a lo que estamos viviendo ahora . Parece que la atención primaria está colapsada , y yo me pregunto , si en otros países hacen pruebas hasta en Mac Donalds ¿ porqué no se permite aquí que , dentistas , veterinarios , oftalmólogos , etc. hagan dichas pruebas en sus consultas ? . Hasta los sindicatos se oponen a ello .
No hemos aprendido nada.
Ah , y se olvidaba . Y relacionado con la venta de potitos. ¿ Por qué no se pueden vender los test de antígenos en el Spar , Eroski , BM o en la Corte Ingles ?
Un virus endémico. Parecen usarlo como sinónimo de «leve». El puñetero ébola es endémico en África Occidental. Sigue matando a la mitad de los que pilla. La viruela fue endica durante miles de años. Se cargaba hasta la tercera parte de los que se infectaban, y lo siguió haciendo hasta que la humanidas lanzó una campaña de erradicación, dicha campaña fue ejecutada como si fuera una auténtica guerra.
¿Volver a la normalidad? ¿A la normalidad de espicharla a miles por una enfermedad estacional? Ah, más la gripe, por supuesto.
Y, por cierto, alguna enfermedad se ha cargado a 100 personas en Sudán del Sur. Ancianos… y niños. Parece una anécdota más, pero el vector es desconocido.
Estamos tan cansados de esta pandemia, que cualquier noticia que suene a su final nos la tragamos.
Lo malo es lo poco que duran esas ilusiones y la demoralización que crean. Y también crean algo peor: desconcierto y desconfianza.
¿A quién podemos o debemos creer?
Ya me gustaría saberlo.
Pero entre tanta confusión, sí hay algo cierto: el número de contagios, de hospitalizaciones y aún peor de defunciones.
Y esto tiene que ser suficiente para que todos nos comportemos con prudencia y cumpliendo las normas que se dan, aunque pensemos que no son del todo eficaces.
No queda otra…. hasta que llegue la verdadera noticia de que la pandemia ha pasado.
Al hilo de lo que comenta algún contertulio: en los países en los que los test de antígenos pueden venderse en supermercados, el precio es TRES VECES MENOR que en Hispanistan. Hoy he oído a primera hora de la mañana en la radio una entrevista con un médico español que trabaja en un prestigioso hospital de NY que decía que los test de antígenos, para tener plena fiabilidad, deben repetirse al menos durante TRES DÍAS; el primero o el segundo pueden dar negativo pero el tercero detectará, si existe, el contagio. Asumiendo esto y teniendo en cuenta que a día de hoy los dichosos test se están vendiendo en las farmacias más de 6€, la pauta completa de control para una persona sería un mínimo de 18€. Multiplique esta cifra por el número de miembros de la unidad familiar. Es claro que es un importe claramente inasumible para muchas familias. Si los test se vendiesen en supermercados, con todas las garantías, como en otros países de la UE, el costo se reduciría a la tercera parte. Creo que aquí sí tendrían espacio las administraciones públicas para tomar medidas en aras a preservar la salud pública. Lo más sencillo es prohibir, restringir, amenazar,… ¡hagan algo útil, por favor!
Hemos cogido tanta confianza con el omicron que ya nos tuteamos con el, esperemos que no nos dé alguna sorpresa desconocida y desagradable.