Los que se mueven no salen en la foto, previno Alfonso Guerra a su rebaño sobre las consecuencias de no balar de acuerdo con la partitura. Mil veces se ha cumplido la nada velada amenaza desde entonces, tanto en la congregación del Rasputín sevillano como en el resto, pues en materia de trato a los discrepantes no hay gran diferencia entre siglas. En la ocasión que me ocupa, sin embargo, los renegados sí aparecen en las instantáneas… ¡pero cómo! Relegados literalmente al córner del Parlament de Catalunya, en la última fila, más cerca de los apestados de Ciutadans que de sus todavía compañeros nominales, que aprietan el culo hacia el lado opuesto para que corra el aire, no sea que se contagien del virus librepensante o que el jefe de personal les acuse de no hacer el vacío adecuadamente.
Qué imagen, la de los tres tristes diputados del PSC sometidos a escarnio público por haber votado lo que no debían. Expulsarlos habría sido demasiado compasivo. Cuánto mejor un martirio lento ante los focos, no se sabe si para que entren en razón y vuelvan arrepentidos o para empujarles a abandonar el paraíso por su propio pie. Y el mensaje no es solo para ellos. Como la frase con la que arrancaba estas líneas, es todo un aviso a navegantes por los procelosos (qué ganas tenía de usar esta palabra) mares de la disidencia de uno a otro confín ideológico. A buenas, el aparato es muy bueno: reparte chuches entre los niños dóciles y proporciona cobijo y generosa manutención a auténticas nulidades que en la vida real las pasarían canutas. A malas, es mejor no comprobarlo.
No es casualidad la terminología empleada en el relato. Se cuenta que el trío calavera ha sido degradado a la condición de diputados rasos. También militante viene de militar. Ayer, hoy y siempre los partidos han sido, son y serán organizaciones que se rigen por códigos castrenses levemente dulcificados. Y quizá deba ser así, quién sabe.
Da una idea pobre de lo que el PSC, acepta como :libertad de expresión, no debiera ser «una falta grave» y quedar fisicamente, en el rincón y de cara a la pared, el discrepar de la linea general, en sea cual sea el aspecto.
De hecho , como en el caso de Monago en Extremadura, en su día Pimentel, de miembros del PSE en relación a Otegi, y tantos otros, es bien agradable, ver esas discrepancias: los políticos., se estrujan las meninges, bueno al menos algunos.
Ya sabes cómo va la escala del rechazo: adversarios, enemigos y compañeros de partido. Lo más sangrante en este caso específico, es que los tres apestados se ciñeron escrupulosamente a lo recogido en el programa electoral conforme al que fueron elegidos. Aunque visto lo visto, ¿ importa algo lo qué digan los programas si sabemos que son arrastrados al olvido según se cierran los colegios electorales?
Bueno, la benevolencia de Navarro y sus secuaces tiene también mucho que ver con el hecho de que si los expulsan pasarían a ser la cuarta fuerza en el parlament català, por detrás del PP