Signos de recuperación, podría hacer una tesis doctoral al respecto, pero solo tengo una columna. Sí, claro que los veo, no soy tan miope ni estoy censado en el pelotón del cuanto peor mejor. Están ahí, en esos números que los responsables políticos, según hagan o no honor a la palabra que he escogido para mencionarlos, nos cuentan con despliegue de fanfarria, ansiedad contenida o un chorrito de realismo frío. Fuera de las hojas de cálculo y las estadísticas mentireiras, los (leves) indicios de que la cosa empieza a pintar unos grados por debajo del negro absoluto están también en la calle. Tardo cinco minutos más que hace dos años en llegar al curro, vuelve a haber colas ante las cajas, en el bar de la esquina la vitrina de pintxos está casi vacía a las nueve y diez, cuando paso mi último control de avituallamiento. Algo ha cambiado, sin duda. Mi pregunta es no ya para cuántos, sino para quiénes en concreto.
Guardo memoria —es mi desgracia; maldito exceso de fósforo— de la última crisis, de la anterior y de la anterior a la anterior. Por eso sé que cuando nos digan oficialmente que la actual se ha acabado, no lo habrá hecho para todo el mundo ni del mismo modo. Como ha ocurrido en cada presunta remontada, habrá, y no serán pocos, quienes se queden en la cuneta, sin siquiera el consuelo de la desgracia compartida. Sus compañeros de culo apretado y maldición al modelo-que-nos-ha-traído-hasta-aquí estarán de fin de semana en la segunda residencia terminando de decidirse por el cuatro por cuatro, el monovolumen o el híbrido, que son dos mil pavos y media docena de cuotas más, será por dinero.
Los que van en coche a trabajar y los que vacían los pintxos de los bares generalmente no son los que con más virulencia estan sufriendo la estafa de esto que llaman crisis, hay dos o más sociedades y una es la que va de vacaciones, llena los restaurantes y cambia de modelo de coche y otra que no tiene trabajo o lo tiene de forma temporal y en precario. Y cada vez las diferencias sociales son mayores, así que de recuperación nada de nada, cuentos interesados de las elites dominantes.
Estos «leves signos de recuperación» han costado la bajada en picado de los salarios, la rebaja de derechos de los asalariados, el número de éstos, y la precariedad de los pocos puestos de trabajo creados y los ya existentes. Ha hecho falta que se instale la desesperanza de cientos de miles de personas y que desaparezca la capacidad real de consumo, ahorro e inversión de todos los agentes económicos, incluido el Estado (52 % de la economía total del país), para que se atisben ciertos signos de recuperación.
Dirán que menos es nada. Cada uno se entusiasma con lo que quiere. Yo me quedo con que, si queremos ser un país sin drama de paro, ni infancia hambrienta, ni gente que huye (547.000 en el último año, de los cuales unos 450.000 entre 30 y 45 años), tendremos con contentarnos con rentas bajas, ahorro nulo, estado reducido, bienestar en copago (como mucho). Me recuerda a Groucho, pero sin gracia ninguna: «hemos salido de la nada para alcanzar las más altas cotas de la miseria».
Este es el contexto en que Euskadi debe iniciar firme el viaje a su soberanía en políticas económicas, y si es necesario a través de la independencia política.
No podemos estar inmersos en una orgía de negocios privados aprovechándose del entramado institucional del estado y financiada con fondos públicos. La regresión en la distribución de la renta vía salarios y atenciones públicas en un estado cada vez menos asistencial, para beneficio de cuatro familias propietarias del Ibex y sus capataces más exitosos, con plena anuencia del invitado Psoe, es una vergüenza histórica de la que hay que bajarse en cuanto se pueda.
1.- Hablando de desgracias… he vuelto. Sí, para lo de siempre: ¿es «terminado de decidirse»? ¿O «terminando de decidirse»?
2.- Y hoy, que es domingo, comentario de fondo. Hablando de los que se quedarán – o quedaremos- en la cuneta: encima, sabiendo que sirves de advertencia a los que, por ahora, se han librado de acompañarte. Y es que tras un éxito electoral no tendrían que recordar a los ganadores que «Hominem te esse memento!» Yo apostaría por «Cessantem te posse memento!»
M: «Terminando». En este caso no hay duda.
Ya que M, es tan preciso le pregunto:
Se dice : ¿estámonos yendo al carajo? o ¿nos estamos yendo al carajo?
PS:
Yo no veo recuperación, las encuestas de subidas y bajadas va en relación a los contratos temporales en el Sector Público(vacaciones..) y en el privado.
Y eso que ni tengo segunda vivienda, ni coche.Bueno por no tener no tengo de mi propiedad ni la primera.
Las cosas están mal, pero estamos vivos.
Pasarlo bien, !Viva San Fermín!
Quecaro: contesto en cuanto lo sepa.
Bueno, sobre «nos estamos» y «estámonos» la RAE dice que «Con verbo indicativo normalmente el pronombre va antepuesto». Así que no sé: «nos estamos» es más frecuente, pero no parece que «estámonos» esté mal.