La ley vasca de memoria histórica y democrática pasó ayer a la siguiente pantalla. Gracias a una abrumadora mayoría, decayeron las enmiendas a la totalidad de PP-Ciudadanos y Vox y continuará su trámite parlamentario. Como subrayaron EH Bildu y Elkarrekin Podemos, el texto inicial tiene recorrido para la mejora. Ojalá las aportaciones sean de buena fe y busquen de verdad hacer justicia al enunciado de la futura norma. Sobrará la demagogia facilona, el afán de protagonismo, la impostura y, desde luego, la amnesia selectiva. Siempre he dicho que la memoria ha de ser completa y varios de los mayores reivindicadores de la dignidad de unas víctimas se olvidan voluntaria y groseramente de otras.
Y esto pasa de extremo a extremo, como comprobamos ayer, no solo por la postura del PP en la cámara, sino por un tuit de su (todavía) presidente. Se adornaba Carlos Iturgaiz en la red del pajarito azul recordando que justo en el día en que se debatía la ley de la memoria, se cumplían 85 años de la destrucción de la iglesia getxotarra de Las Mercedes por parte de un batallón anarquista. Puesto que, como acabo de escribir, no tengo el menor empacho en denunciar todos los excesos, vengan de donde vengan, me podría parecer de lo más procedente la piada. Lo que ocurre es que me resulta de lo más revelador que no exista constancia de una sola ocasión en la que Iturgaiz haya mostrado su repulsa por alguna de las incontables fechorías de los franquistas desde 1936 hasta anteayer. Así no que no solo no es creíble su rasgado de vestiduras sino que deja bien a las claras sus simpatías y sus antipatías… por si cabían dudas.
Quien es Iturgaiz ?
Itzi pone el dedo en la llaga. No es nadie.
Tener memoria selectiva ya es tener algo. Y ese algo, entre otras cosas, es tener mala leche y nulo sentido de igualdad y justicia. Se condena y se recuerda todo, o de lo contrario es mejor estar callado. ¡Hay estar callado! ¡Qué difícil es!.
Sobre todo cuando hablar es lo único que sabes hacer, y la única forma de ganarte el cocido. Y de estos hay muchos. Ayer nos acordamos uno, hoy de otro, y así una larga lista de ilustres parlanchines o piquitos de oro, que dan, lo que dan…. pena.