No son solo las absoluciones y las cortesanas libradas de la cárcel de la parentela del rey. Ni el trato benévolo cuando no directamente bonachón a los corruptos conspicuos de la parte alta del organigrama, empezando por los que tienen o han tenido ciertos carnés. Ni la facilidad con la que, en contraste, se enchirona a los pardillos elegidos para dar ejemplo al populacho. Qué va. Es prácticamente todo. La Justicia española hiede por cada uno de sus costados. Atiendan a la última fechoría.
Todos contemplamos con el vello erizado y la respiración suspendida la brutal paliza que un tipejo le propinaba a una mujer en un portal. El vídeo mostraba cómo el agresor tiraba al suelo a la víctima, la golpeaba ferozmente con pies y manos, y finalmente se la llevaba escaleras arriba arrastrándola por el pelo. La condena inicial para el desalmado maltratador fue de dos años de cárcel, pero a sus ilustrísimas señorías de la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Alicante les ha parecido que la tunda no fue para tanto.
Los fulanos con toga han dejado la cosa en 9 meses porque entienden que, al no haber lesiones, los hechos no pasan de ser un delito de violencia de género simple. “Simple”, se lo juro, esa es la denominación técnica, que en sí misma clama al cielo. Es decir, que como no desgració a la joven, el matón se va de rositas. Para dar un poquito más de asco y rabia, la sentencia deja caer que la difusión de las imágenes había provocado un juicio público al pobrecito acusado. Y ya saben, punto en boca, que es una decisión de los eruditos de la ciencia judiciosa. Luego, que si tolerancia cero y tal.