El precio de la conciencia

Socialistas díscolos. Lo veo una y otra vez en los titulares y sigue sonándome a grupo de música indie, como Love of Lesbian o Supersubmarina.

Perdonen que me lo tome a guasa. Ya sé que debería ser algo serio, incluso grave. ¡Joder, que estamos hablando de la conciencia, la sagrada facultad del ser humano de permanecer fiel a sí mismo! Buen intento, y quizá hasta colaría si no fuera porque el precio de la cosa no alcanza ni al de un Iphone 7. Cotiza —y eso, por la banda alta— a 600 euros, que es la cantidad máxima que el Grupo Parlamentario Socialista, supongo que a falta de autoridad mayor en el desvencijado partido, podría imponer a los quince jabatos que el otro día gritaron ‘No’ donde la partitura decía Abstención. Si lo comparan con los emolumentos de sus revoltosuelas señorías, estamos hablando de una ganga. Eso, sin mencionar los baños de ego que se han pegado a cuenta de su gesta. El o la que menos, tres docenas de entrevistas y su careto a todo trapo en esas composiciones fotográficas para señalar, según cada medio, a los héroes o los felones del día. Ofende que algunos vayan mentón en alto diciendo que volverían hacerlo. Si fueran dependientas de una tienda de Amancio y cobrasen al mes la cuantía de la multa, ya veríamos.

Todo es muy poco creíble. Por el lado de los castigadores, porque si de verdad la actitud es tan inadmisible, lo menos que cabe es la patada sin más contemplaciones al Grupo Mixto del Congreso. Y por la parte de los castigados, porque si tan zaheridos se sienten, ellos mismos y ellas mismas deberían haber tomado la puerta. Pero claro, fuera hace mucho frío y 600 pavos son un chollo.