El serbio Vujadin Boskov, entrenador de aquel Madrid al que la Real le chuleó dos ligas, dejó una frase para las antologías de las verdades esféricas. Cuando palmaba, cosa no infrecuente, decía: “Fútbol es fútbol”. Viendo lo ocurrido en las urnas andaluzas, la sentencia es perfectamente versionable: “Política es política”. Sin embargo, no cabría adaptar de ningún modo otra de las máximas del técnico balcánico, la que sostiene que “Ganar es mejor que empatar y empatar es mejor que perder”. Que se lo pregunten a Pirro Arenas, que salió al balcón a levantar los brazos por una victoria todo lo histórica que él quiera pero, a la hora de la verdad, absolutamente inútil… salvo deriva extremeña de Izquierda Unida.
La paradoja —de la subespecie parajoda, concretamente— se percibe con más nitidez en la acera contraria. MacGuiver Griñán perdió respecto a los últimos comicios 650.000 votos, nueve escaños y otros tantos puntos porcentuales. Eso es un hostiazo de escándalo, digno de pelotón de fusilamiento aparatero y congreso refundacional al amanecer. Pero como quiera que sus peras, sumadas a las manzanas de IU, hacen un frutero mayor que el del PP, lo que cumplía todos los requisitos para ser una noche de lágrimas negras sociatas se convirtió en guateque por bulerías. Volviendo al símil futbolero, a mi me recordó a aquel año (no hace tanto) que el Athletic se salvó del descenso en la última jornada de liga y se estuvo a un tris de sacar la gabarra para celebrarlo.
La onda expansiva del jolgorio cruzó la península de sur a norte y a primera hora de la mañana se pudo ver a Patxi López con un cucurucho de cartón en la cabeza y un matasuegras entre los dientes. En un desayuno informativo en que pidió que le sirvieran tigre, el cuñado de Melchor Gil se refirió a Griñán como “el ganador indiscutible de las elecciones andaluzas”. Vayan tentándose las ropas, que este espera repetir la faena.