La sucursal bilbaína de Podemos ha hecho un pan con unas hostias. Las dos concejalas electas de la lista que apoyó tarde y mal —Udalberri— pertenecen, respectivamente, a Equo y Ezker Anitza. Consecuencias, supongo, de ir a unas primarias con unas formaciones que les llevan unas cuantas traineras en organización y que se toman muy en serio concurrir a las urnas. Y si todo se hubiera quedado ahí, ni tan mal. Lo definitiva y pasmosamente patético ha sido que dos militantes del partido morado —¡y miembros de su parafernalia orgánica!— sí han conseguido entrar en el ayuntamiento gracias a una candidatura fulera que jugaba no ya al despiste sino al engaño puro y duro bajo la denominación de Ganemos-Sí se puede. Abran paréntesis para reflexionar medio rato sobre el voto informado y consecuente del personal, que regaló más de 10.000 sufragios a una manga de rufianes, de los que un par se han hecho con un curro guapo para cuatro años. Como el fútbol, la democracia es así.
Consumado el trile, a los chuleados les ha quedado el recurso al pataleo. El secretario general de la cosa, que es un zagal que ayer andaba por Twitter acusando al lehendakari de robar, anunció la expulsión de la pareja de granujas, como si les fuera a importar algo después de haber pillado dos concejalías en bruto. Para dotar de más patetismo al episodio, se nombra como autor intelectual del desfalco a un tal Madrazo, que de algo quiere sonarme. Y la cuestión de fondo es que las opciones de haber sido de largo la segunda fuerza en el consistorio de la capital vizcaína —números cantan— se han rebajado a una honrosa representación.