Un acuerdo posible

Sigo con atención moderadamente escéptica el baile presupuestario en la demarcación autonómica. Comprendo que a la mayoría de mis convecinos el asunto se la trae bastante al pairo, incluso aunque lo que esté en juego sea literalmente el mejor o peor destino de sus dineros. No lo apunto como reproche, sino como constatación. Me hago cargo de lo complicado que es para el común de los mortales entender los intríngulis de las cuentas públicas y no digamos ya los tiras y aflojas entre los gobiernos y los grupos de la oposición, que generalmente no pasan de imposturas demagógicas. Lo que ocurrió el año pasado en estos mismos lares es el ejemplo perfecto de lo que digo. Tanto marear la perdiz para acabar en una prórroga que, gracias a unos parches legislativos, no ha supuesto grandes quebrantos.

Eso fue con EH Bildu. En este caso, como saben, la fuerza aparentemente más proclive al acuerdo con el gobierno bipartito es Podemos. Ni siquiera Elkarrekin Podemos, pues los representantes de Ezker Anitza se han borrado de saque alegando no sé qué de unas líneas rojas. Merecerían una columna aparte los humos que gastan quienes, de haber concurrido en solitario a las elecciones, no se hubieran comido un colín y ahora van con el mentón enhiesto. Lo dejo para otra ocasión, pues apenas me quedan caracteres para señalar que sería muy digno de aplauso que los presupuestos de 2020 salieran adelante con el respaldo de tres partidos, a primera vista, tan diferentes. Si abrimos una gota el foco, y por mucho que nos repitan que no se deben mezclar negociaciones, el acuerdo sería coherente con el que se intenta conseguir en Madrid.

Dando la nota

Es la sabiduría del azulejo de tasca. Hace un día estupendo; ya verás cómo viene alguno y lo jode. Tal cual, oigan. Prácticamente todo el arco ideológico —cómo pica, ¿eh?— con la emoción aún a flor de piel por el bello homenaje al heroico y pluralísimo primer gobierno vasco, y tenían que venir las excrecencias tiñosas a montar el lío. Me apresuro a aclarar que no me refiero a los sindicatos que, creo que con bastante razón, mostraron su malestar por no haber sido invitados.

Hablo, por ejemplo, de quienes, con dos bemoles, se arrogaron la continuidad histórica de algunos de los partidos presentes en aquel ejecutivo. El hilo entre la Izquierda Republicana de Azaña y la minúscula camarilla que lleva hoy el mismo nombre es puro choteo. Y en cuanto al PCE-EPK, lo que me iba a reír si los fundadores se levantaran de la tumba y se encontraran lo que han hecho con sus siglas. Por cierto, unas y otras (IR y EPK) integradas en una coalición llamada en la CAV Ezker Anitza, que ha concurrido a los dos últimos comicios con Podemos. Pues miren ustedes que en Gernika sí estuvo el viernes su candidata a lehendakari, Pili Zabala. ¿Es que no la reconocen como representante?. No hace falta respuesta: esto va de fulanismo, de estar en la foto, o si no, me enfado y suelto que todo es una peneuvada, aunque en el acto vimos a Garaikoetxea, Otegi, López, Mendia, la citada Zabala y hasta Carmelo Barrio.

Eso, sin mentar el trato infame que dio el EPK ortodoxo de Ormazábal a su consejero. Lo expulsó tachándolo de traidor. No por casualidad, Juan Astigarrabia murió en 1989 como militante de Euskadiko Ezkerra. Leamos más.

Cantada de Podemos en Bilbao

La sucursal bilbaína de Podemos ha hecho un pan con unas hostias. Las dos concejalas electas de la lista que apoyó tarde y mal —Udalberri— pertenecen, respectivamente, a Equo y Ezker Anitza. Consecuencias, supongo, de ir a unas primarias con unas formaciones que les llevan unas cuantas traineras en organización y que se toman muy en serio concurrir a las urnas. Y si todo se hubiera quedado ahí, ni tan mal. Lo definitiva y pasmosamente patético ha sido que dos militantes  del partido morado —¡y miembros de su parafernalia orgánica!— sí han conseguido entrar en el ayuntamiento gracias a una candidatura fulera que jugaba no ya al despiste sino al engaño puro y duro bajo la denominación de Ganemos-Sí se puede. Abran paréntesis para reflexionar medio rato sobre el voto informado y consecuente del personal, que regaló más de 10.000 sufragios a una manga de rufianes, de los que un par se han hecho con un curro guapo para cuatro años. Como el fútbol, la democracia es así.

Consumado el trile, a los chuleados les ha quedado el recurso al pataleo. El secretario general de la cosa, que es un zagal que ayer andaba por Twitter acusando al lehendakari de robar, anunció la expulsión de la pareja de granujas, como si les fuera a importar algo después de haber pillado dos concejalías en bruto. Para dotar de más patetismo al episodio, se nombra como autor intelectual del desfalco a un tal Madrazo, que de algo quiere sonarme. Y la cuestión de fondo es que las opciones de haber sido de largo la segunda fuerza en el consistorio de la capital vizcaína —números cantan— se han rebajado a una honrosa representación.

IU hacia el despeñadero

Unas cuantas de las personas más decentes que conozco militan en Izquierda Unida. Buena gente con muy pocos matices, se distinguen, entre otras virtudes escasamente frecuentes, por su compromiso sincero, una amplia tolerancia hacia la crítica sumada a una disposición casi masoquista a la autocrítica, y un notable realismo que compatibilizan con toda naturalidad con el utopismo que les viene de fábrica. Lo malo para ellos y ellas —y creo que para la buena política en general— es que comparten carné con una jarca de tipejos que representan lo más rastrero de la condición humana. Oportunistas, intrigantes, ególatras superlativos, trapicheros, vividores y mangantes irredentos han anidado en la coalición —copando buena parte de los puestos de mando— desde el mismo instante de su fundación.

Siempre será un misterio para mi cómo durante casi treinta años han podido coexistir bajo las mismas siglas estas dos formas diametralmente opuestas de entender no ya la pertenencia a una organización sino la vida. Tremendo, además, que en prácticamente todas las colisiones que ha habido, que han sido un huevo y medio, hayan palmado sistemáticamente los honrados, mientras los canallas se veían reforzados en su tenebroso poder.

¿Hasta cuándo? La escisión más reciente, la encabezada por Tania Sánchez en Madrid, podría marcar el auténtico principio del fin. A eso huele. No deja de ser ironía que IU se hunda en el guano justamente cuando se dan las circunstancias objetivas más propicias para pintar algo. También lo es que la fuerza que sí ha sabido aprovechar el tirón, Podemos, haya salido en buena medida de su seno.