Un acuerdo inesperado

Sorpresas te da la vida. De pronto, lo imposible se convierte en titular. EH Bildu se abstendrá en la votación de los presupuestos del Gobierno vasco. Traducido a pasta, hablamos de 176 millones de euros y la aceptación de tres de las seis propuestas políticas de la coalición soberanista. No parece un precio excesivo por neutralizar el no de la segunda formación de la CAV a unas cuentas que tenían asegurada la mayoría absoluta de saque. Pero en lo simbólico, es un notición de toma pan y moja que rompe no pocas cinturas. Me pongo al frente de los descreídos que están viendo la luz en este preciso instante. No saben cuánto me alegro de haber estado equivocado. Por lo que supone un acuerdo tan amplio aritméticamente y, ya en un plano más cabroncete, porque no me cuesta imaginar los variados crujidos de dientes que acarreará el pacto.

Dejando fuera a la excrecencia parlamentaria Vox-PP-Ciudadanos y sus terminales mediáticas allende Pancorbo, que clamarán de nuevo por la ruptura de España con la anuencia del PSOE (en este caso, el PSE), mi primer recuerdo es para Elkarrekin Podemos. Los rojimorados se quedan esta vez fuera de juego y podrán lanzar a EH Bildu todos los trastos dialécticos que recibieron el año pasado y el anterior cuando los papeles estuvieron cambiados. Pero será derecho al pataleo y reconocimiento implícito de que cada vez pintan menos. Claro que el cabreo sideral al que estamos a punto de asistir es el de la primera fuerza sindical del terruño porque estos presupuestos asociales y neoliberales solo tendrán en contra 13 votos sobre 75. Pero una vez más, estará equivocada la mayoría.

La enmienda turística

Como saben los que siguen estas y otras líneas desde hace tiempo, en materia de negociaciones presupuestarias con los gobiernos españoles de cualquier signo no me ando con zarandajas. Obviamente sin pasar la línea roja de lo deshonesto, se trata de arrancar lo más que se pueda. No nos vamos a escandalizar por que la política se rija por la más elemental ley de la oferta y la demanda y por el principio del aprovechamiento del momento. Puesto que nunca se sabe cuándo te puede caer encima una mayoría absoluta en la que no rascas bola, hay que optimizar los periodos de ejecutivos en minoría. En concreto, este de Pedro Sánchez, al que incluso le sablea su socio principal, es lo más parecido a una bicoca para el ejercicio que planteo. Bien es verdad que el tipo luego ha demostrado largamente que compensa la facilidad para firmar compromisos con la habilidad para incumplirlos.

En este escenario, me satisface que haya dos formaciones vascas tirando del bolsillo. Porque se saca más y porque por fin hemos descubierto que negociar con el estado no es una muestra de sumisión perruna a cambio de migajas sino algo perfectamente legítimo. Y luego hay otra cosa, oigan, que casi todo puede ser bueno para el convento. Les pongo como ejemplo el millón de euros que ha apañado EH Bildu para rehabilitar el Horno Alto número 1 de Sestao de cara a convertirlo en punto de interés turístico sobre el pasado industrial de Bizkaia. Sí, han leído bien: punto de interés tu-rís-ti-co. Y a mí, que conozco esa imponente instalación, me parece una idea estupenda. Otra cosa es que me cueste poco imaginar qué se diría si una enmienda así llevara la firma del PNV.

Negociaciones presupuestarias

El otoño es tiempo de setas, castañas y negociaciones presupuestarias. En cuanto a los de la demarcación autonómica, son habas contadas. La mayoría absoluta de la coalición de gobierno asegura la aprobación. Otra cosa es que siempre sea deseable sumar alguna sigla más al respaldo. ¿La de Elkarrekin Podemos? En el último ejercicio, los rojimorados se borraron del acuerdo. Vox y ese camarote de los Hermanos Marx que a la hora de escribir esta columna todavía se llama PP-Ciudadanos están descartados de saque. Mucho más todavía EH Bildu, que diría no, no y requeteno a lo que sea que le pongan delante. Por neoliberal, por austericida y hasta por españolazo, aunque luego los seis votos soberanistas vayan a estar en primer tiempo de saludo y a cambio de unas migajas para sacar adelante las cuentas del gran capitán Sánchez en el parlamento de la odiada metrópoli.

De acuerdo, quizá me adelanto a los acontecimientos y nos encontremos con una sorpresa. Me cuesta, sin embargo, imaginar la negativa de la autotitulada izquierda transformadora vasca. Y si les soy franco, tampoco soy capaz de componer un escenario en el que el PNV ponga proa. Algo me dice que habrá puñetazos en la mesa y amagos de ruptura, pero al final caerá el pacto por su propio peso. Quizá a cambio de una de las promesas recalentadas e incumplidas de la vez anterior, como el IMV, cuarto y mitad del TAV y un par o tres de novedades. La gran baza de Sánchez es que sus hasta ahora socios externos, los que le procuraron la investidura, no van a cargarse la baraja para dar vía libre a un cada vez más posible gobierno del PP con el apoyo, aunque sea fingiendo asco, de Vox.

Un acuerdo posible

Sigo con atención moderadamente escéptica el baile presupuestario en la demarcación autonómica. Comprendo que a la mayoría de mis convecinos el asunto se la trae bastante al pairo, incluso aunque lo que esté en juego sea literalmente el mejor o peor destino de sus dineros. No lo apunto como reproche, sino como constatación. Me hago cargo de lo complicado que es para el común de los mortales entender los intríngulis de las cuentas públicas y no digamos ya los tiras y aflojas entre los gobiernos y los grupos de la oposición, que generalmente no pasan de imposturas demagógicas. Lo que ocurrió el año pasado en estos mismos lares es el ejemplo perfecto de lo que digo. Tanto marear la perdiz para acabar en una prórroga que, gracias a unos parches legislativos, no ha supuesto grandes quebrantos.

Eso fue con EH Bildu. En este caso, como saben, la fuerza aparentemente más proclive al acuerdo con el gobierno bipartito es Podemos. Ni siquiera Elkarrekin Podemos, pues los representantes de Ezker Anitza se han borrado de saque alegando no sé qué de unas líneas rojas. Merecerían una columna aparte los humos que gastan quienes, de haber concurrido en solitario a las elecciones, no se hubieran comido un colín y ahora van con el mentón enhiesto. Lo dejo para otra ocasión, pues apenas me quedan caracteres para señalar que sería muy digno de aplauso que los presupuestos de 2020 salieran adelante con el respaldo de tres partidos, a primera vista, tan diferentes. Si abrimos una gota el foco, y por mucho que nos repitan que no se deben mezclar negociaciones, el acuerdo sería coherente con el que se intenta conseguir en Madrid.

Incómoda espera

Si no fuera porque ya no es de buen tono el asunto de darle al trujas, la banda sonora de este minuto la pondría Saritísima: fumando espero la convocatoria electoral ya inevitable. Les confieso que, echando cuentas, es lo que más encorajinado me tiene, que debamos aguardar a mañana, haciendo unas vísperas pegajosas en las que los opinadores de aluvión —servidor entre ellos— no vamos a encontrar mejor cosa que hacer que darles la tabarra sobre el asunto.

Pragmático que es uno por naturaleza, no me detendría más de lo necesario a llorar por la leche derramada. Ya ni modo, que cantaría, en este caso, Chavela. Es verdad que da pena y una gota de rabia por ese calendario de transferencias, aunque fuera rácano. O por las mejoras en las pensiones más bajas y esa otra media docena de medidas sociales que tenían bastante buena pinta. Incluso por el desahucio de la momia del bajito de Ferrol o tantas y tantas promesas que dejará en el limbo el ciudadano Sánchez si es verdad que mañana le planta el descabello a la legislatura.

Y aunque el cuerpo pida echar tres cagüentales, tampoco procede —ahora pongo a Sabina en el plato— ir con la cofradía del santo reproche a joder la marrana a quienes han propiciado el coitus interruptus. Bastante tienen con lo suyo las fuerzas soberanistas, puestas en la tesitura de escoger entre peste o cólera. Aguante cada palo su vela, y apechugue con lo que haya de venir. De nuevo, me abstendría de hacer apuestas, y esta vez no solo porque Sánchez las revienta todas, sino porque la memoria nos revela que es frecuente que acabe no ocurriendo lo que parece impepinable. Paciencia es lo que toca.

Patada a seguir

De perdido al río, Pedro Sánchez ha presentado un proyecto de presupuestos tan etéreo como prácticamente todo lo que ha hecho desde que fue aupado inopinadamente a Moncloa. Total, lo peor que puede pasar es que no salga, pero mientras eso se certifica, podrá ir poniendo crucecitas en el calendario. Otro día como presidente del Gobierno. Con la tontería, ocho meses. Eso es infinitamente más de lo que hace solo un año hubiera sido capaz de prever el más visionario de los profetas. Ni en sus sueños más húmedos el “chaval que no vale pero nos vale”, en palabras que se habrá comido mil veces la nuevamente humillada Susana Díaz, podía haber imaginado que conseguiría el rutilante álbum de fotos que se ha currado en tiempo récord.

Que le vayan, pues, quitando lo bailado a alguien que ha demostrado una adherencia al poder por encima de toda lógica. Y ahora, por si no era suficientemente grande la flor brotada en su tafanario, se ha hecho con el arma definitiva. Resulta que es el mal menor en comparación con la derecha una y trina que dice haber emprendido la reconquista inversa, de Andalucía a Asturias. Esa es, no nos engañemos, la baza que a modo de asustaparvos esgrime para prolongar su estancia en la sala de mando. La cuestión es que le va colando enarbolar la disyuntiva entre peste o cólera, como creo que prueba que algunas formaciones, empezando por las cercanas, hacen campaña por lo malo conocido, es decir por Sánchez. Seguramente es lo más pragmático, puesto que la amenaza es cierta, pero no deja de cabrear que el pago a semejante consideración con él haya sido bajar un ocho por ciento la inversión en la CAV.