Antirracistas muy racistas

Confieso que el viernes evacué —no hay mejor verbo— un tuit muy desafortunado en las formas sobre quienes llevaban horas cargando contra la candidata a lehendakari propuesta por la dirección de Podemos en Euskadi, Rosa Martínez, por no estar en condiciones de desenvolverse en euskera. Me avergüenzo, no saben cuánto, de la grosería y hasta de la procacidad de mi mensaje, pero mantengo lo que debió ser la sustancia de mis torpes líneas: me resulta repugnante el rancio etnicismo de quienes luego tienen los santos bemoles de ir por la vida como la hostia en verso del antirracismo, el antifascismo y me llevo una.

No, miren, que si quieren un debate sereno y sosegado sobre la conveniencia de que la primera autoridad de los tres territorios de la demarcación autonómica deba ser capaz de dirigirse a su ciudadanía en las dos lenguas cooficiales de los tres territorios, ningún problema. Personalmente, y aunque en el primer bote creo que tendría que ser así, cuando le doy media vuelta al cacumen, concluyo que es mejor que sean los votantes los que lo decidan.

Pero es obvio que esto no va de reflexiones sinceras, sino de la enésima exhibición del pelo de la dehesa de unos miles de campuzos del terruño —Belcebú me libre de poner siglas— que son tan esencialistas como los del háblame en cristiano de enfrente. Acertó de pleno el mengano que, tratando de ponerme a los pies de los linchadores de corps, ironizó con que mi tuit era materia de Cocidito madrileño —¡ahora, Suspiros de España, por favor!—. Los participantes en el acollejamiento de Rosa Martínez forman parte del mismo género de mastuerzos que yo pongo en solfa.

Ahora sí pueden

Palabrita del niño Jesús que me había hecho el propósito de no escribir en un tiempo sobre la formación emergente. ¿Autocensurándose a estas alturas, columnero? Pues un poco sí, más que nada, por instinto de supervivencia neuronal. No imaginan lo cansino que es vérselas con un puñado de fans fatales pertrechados de una escasísima variedad de exabruptos arrojadizos y/o difusas amenazas. Ocurre —y he ahí el sentido de estas líneas y de la quiebra de mi intención de mantenerme alejado del cáliz— que no es necesario publicar pieza nueva para merecer tales atenciones.

Basta una anterior, como la del pasado jueves en que me explayaba sobre la horizontalidad vertical (o viceversa) de la cosa, poniendo como ejemplo que la cúpula madrileña de Podemos había desautorizado a la sección vasca en su resolución de presentarse a las elecciones forales. Como quiera que 48 horas después el titular se dio la vuelta —ahora sí les dejan presentarse—, han comenzado a llegar a mi vera los cobradores del frac. Unos me exigen que me trague mis palabras y otros que me las meta por el conducto rectal. Alguno, más elegante, simplemente se guasea de mis dotes de adivino.

A todos les remito a la anotación que hice en mi sufrido muro de Facebook el mismo día de autos: “A pesar de lo escrito, apuesto a que habrá marcha atrás en esta decisión. El coste es demasiado alto. No veo a bastantes de los integrantes de Podemos Euskadi, veteranos de mil batallas, dejándose acogotar por unos parvenus”. Más abajo, añadía: “La publicación de la cuestión es lo que, según mi apuesta, provocará la marcha atrás”. Diría que ha sido tal cual.

Podemos Euskadi no puede

Recuerdo perfectamente, porque no ha pasado ni un año, cuando nos contaban que Podemos, entonces naciente, sería la recaraba en pepitoria de la horizontalidad y la participación. A diferencia de las rancias, caducas, decrépitas, trasnochadas (y me llevo una) formaciones del régimendelsetentayocho, que se organizan cual mazmorras verticales donde los de arriba sostienen el látigo y los de abajo dicen amén Jesús, la nueva criatura política aportaría un modo de funcionamiento por ósmosis. No habría jefes ni indios. O mejor: cada integrante del invento sería, según le placiera, conviniera o le diera por ahí, mandante y/o mandado en una suerte de armonía total basada en la perfección —¡Omm, ommm!— que simboliza el sagrado círculo.

Ha sido necesario muy poco tiempo para comprobar en qué han devenido aquellas fantásticas (y fantasiosas) intenciones. No hay un partido en la casta castosa, casposa y pastosa con una estructura jerárquica ni la mitad de férrea que el que encabezan —y la palabra no es casual— Iglesias, Errejón, Monedero, y cada uno en un escalón descendente, el resto de los componentes del organigrama. Salvo un puñado de accidentes en alguna autonomía, municipio o pedanía, la disciplina dactilar de la cúpula se ha ido imponiendo con precisión de cirujano. Y si la voluntad del gurú no se cumple de saque, lo hace en segundas nupcias. Como ejemplo cercano, la sucursal en la demarcación autonómica vasca. Salieron los que no tocaban. Pero muy pronto, en su primera decisión soberana, la de concurrir a las elecciones forales, Madrid (sí, ¡Madrid!) les ha explicado quién es Tarzán y quién es Chita.