¿Habrá huelga en la enseñanza?

Esta vez no es una exageración. Se mire por donde se mire, hay que calificar como histórico el acuerdo sobre las bases para la futura Ley educativa vasca que han alcanzado PNV, EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos. Sencillamente, ni en la Comunidad Autónoma ni en ningún otro lugar hay precedente de un consenso similar sobre una cuestión tan espinosa como la educación. Estamos hablando nada más y nada menos que del 90 por ciento de los escaños de la cámara donde está representada la ciudadanía de los tres territorios. Se han quedado fuera el conglomerado que forma el PP con los restos de serie de Ciudadanos y, faltaría más, Vox. Ahora que no nos lee nadie, anotaré que semejante oposición le concede más valía si cabe al acuerdo. Si a quienes hacen bandera del cerrilismo irredento no les gusta lo aprobado por todos los demás, señal de que hay motivos, como poco, para ser moderadamente optimistas.

Ahora la pelota está en el tejado de los sindicatos que, en el momento de escribir estas líneas, mantienen para el próximo viernes la convocatoria de una huelga contra el borrador de la futura ley. Mañana se reúnen las centrales para decidir qué hacen ante el nuevo escenario. Su rapidez de gatillo les ha llevado a una tesitura muy resbaladiza. Si optan por suspender el paro, parecerá que se están haciendo una enmienda a la totalidad y que reconocen su precipitación. Si, con todo, se decantan por tirar millas y mantener la huelga, se dará la significativa circunstancia de que la amplia mayoría sindical de un sector concreto se enfrentará a una todavía más amplia mayoría social y política. Parece obvio dónde está la legitimidad.

La reforma de la reforma, ¡por fin!

Hay que restregarse los ojos. Gobierno español, los dos sindicatos mayoritarios del Estado y la CEOE han alcanzado un acuerdo para derogar la reforma laboral de Rajoy y sustituirla por una nueva normativa. ¡Albricias y requetealbricias! Confieso que desconozco la letra pequeña y, por tanto, hablo solo de la música, que suena extraordinariamente bien. Quizá exagere, pero hay que retrotraerse a los llamados Pactos de La Moncloa (octubre de 1977) para encontrar un hito similar. A nadie se le escapa que buena parte de la autoría del milagro hay que atribuírselo a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que ha sido capaz de tejer complicidades hasta ahora imposibles. La vicepresidenta ha vuelto a demostrar a todos, empezando por los de su propia bandería, lo que va de predicar a dar trigo. Puede que últimamente se esté adornando en exceso y que sigamos sin saber de qué va su proyecto político para el futuro, pero Díaz deja acreditado que es una política de luces largas.

Claro que ella sola no lo habría conseguido. Habrá que ponderar el granito que han puesto los líderes de UGT y Comisiones, Pepe Álvarez y Unai Sordo, e incluso por encima, la aportación del jefe de los patronos, Antonio Garamendi. No me cabe la menor duda de que el extremocentro le va a atizar con lo gordo de la minipimer y casi albergo la seguridad de que en su propia organización le segarán la hierba bajo los pies. Pero que le quiten lo bailado a quien nos ha roto (a mí el primero) los esquemas. Por lo demás, a la espera de los detalles, me atrevo a apostar que el nuevo texto no será demasiado diferente al anterior. La política es así.

Un acuerdo inesperado

Sorpresas te da la vida. De pronto, lo imposible se convierte en titular. EH Bildu se abstendrá en la votación de los presupuestos del Gobierno vasco. Traducido a pasta, hablamos de 176 millones de euros y la aceptación de tres de las seis propuestas políticas de la coalición soberanista. No parece un precio excesivo por neutralizar el no de la segunda formación de la CAV a unas cuentas que tenían asegurada la mayoría absoluta de saque. Pero en lo simbólico, es un notición de toma pan y moja que rompe no pocas cinturas. Me pongo al frente de los descreídos que están viendo la luz en este preciso instante. No saben cuánto me alegro de haber estado equivocado. Por lo que supone un acuerdo tan amplio aritméticamente y, ya en un plano más cabroncete, porque no me cuesta imaginar los variados crujidos de dientes que acarreará el pacto.

Dejando fuera a la excrecencia parlamentaria Vox-PP-Ciudadanos y sus terminales mediáticas allende Pancorbo, que clamarán de nuevo por la ruptura de España con la anuencia del PSOE (en este caso, el PSE), mi primer recuerdo es para Elkarrekin Podemos. Los rojimorados se quedan esta vez fuera de juego y podrán lanzar a EH Bildu todos los trastos dialécticos que recibieron el año pasado y el anterior cuando los papeles estuvieron cambiados. Pero será derecho al pataleo y reconocimiento implícito de que cada vez pintan menos. Claro que el cabreo sideral al que estamos a punto de asistir es el de la primera fuerza sindical del terruño porque estos presupuestos asociales y neoliberales solo tendrán en contra 13 votos sobre 75. Pero una vez más, estará equivocada la mayoría.

La enésima negociación

Vuelve la berrea presupuestaria. En este caso, para sacar adelante las cuentas españolas. Estamos atrapados en un bucle temporal. Esta va a ser la reedición milimétrica de la anterior negociación y, salvo sorpresa mayúscula, acabará con las cuentas aprobadas. Pero hasta el día de la votación definitiva, los participantes de la coreografía nos aburrirán con los amagos de ruptura, los puñetazos de pega en la mesa, los no sabe usted con quién se está jugando los cuartos y toda la palabrería de rigor. Que si altura de miras, que si mano tendida, que si líneas rojas, que si cheques en blanco, que si poner en el centro a las personas.

Por lo que nos toca más de cerca, siento ser tan directo, pero se trata de sacar lo más que podamos. “Hasta los higadillos”, escribí ya hace años, cuando al otro lado de la mesa de ping-pong estaba Mariano Rajoy. Por supuesto que buscamos el bien común, pero no nos hemos caído de ningún guindo. Lo ideal sería un toma y daca lleno de fair play y música de violín. Pero enfrente, como ocurre en el célebre pasaje de las uvas del Lazarillo, tenemos a alguien que pretende dárnosla con queso. Que ya nos la ha dado, de hecho. Así que, pardillismos, los justos. Será excelente que cuando se anuncie el sí se escuche el rugido doliente de la caverna mediática. Cuantos más decibelios lleve la llantina del ultramonte, mejor habrá sido el resultado. Y a ver si esta vez se consigue el pronto pago de las contrapartidas. Soy consciente, no lo oculto, de lo fácil que es pedirlo desde el burladero de una columna de opinión. Pero, leñe, no será recibo que dentro de un año nos veamos peleando otra vez por el IMV.

De momento, solo un acuerdo

Venimos de tal páramo en materia de consensos en la demarcación autonómica, que hemos celebrado el acuerdo de PNV y PSE con Elkarrekin Podemos para la ley antipandemias como si se hubiera ganado la Champions League. Y no seré yo el que enfríe la algarabía, porque, efectivamente, menos es nada y se trata de una buena noticia, pero tampoco veo motivos para sacar las serpentinas y montar la conga de Jalisco. Mucho menos, para meternos en ensoñaciones sobre la cantidad de pactos entre los partidos de gobierno y los rojimorados que se otean en el horizonte. Ya dijo ayer Miren Gorrotxategi en la radio pública que esto no es el principio de ningún matrimonio. De hecho, si vamos a los fundamentos que han permitido el apoyo de su formación a esta ley en concreto, nos sobran motivos para disimular una sonrisa cínica. Manda muchos bemoles que su firma haya sido a cambio de ser condescendientes con los insolidarios incumplidores recalcitrantes de las normas. Eso nos indica la escasez —por no decir inexistencia— deargumentos para el rechazo. Pero, claro, quedaba mal, especialmente ante la parroquia propia, que pareciera que se aceptaba del punto a la cruz la propuesta de la pérfida mayoría de gobierno. Así que había que buscar un punto de fricción para luego dar la apariencia de que se había llevado a la otra parte al huerto. Démoslo por bueno si el resultado es que la foto de la aprobación vaya más allá de la mayoría absoluta aritmética. Al fin y al cabo, por parte de Elkarrekin Podemos es una demostración de altura de miras que ni está ni se espera en el grupo mayoritario de la oposición en el Parlamento vasco.

Negociar, sin más

Déjenme que ejerza de adivino. En lo sucesivo, cada vez que un portavoz de la autoproclamada izquierda soberanista tire del sobadísimo repertorio para despotricar del Tren de Alta Velocidad, alguien del PNV le recordará con media sonrisa que EH Bildu respaldó en el Congreso de los Diputados una inversión de una porrada de millones para el supuestamente malvado ingenio. Valdría también la vaina, por cierto, para los aquí aguerridos ecocínicos de Elkarrekin Podemos, cuyos mayores en Madriz han dado carta de naturaleza al mismo pastizal para el TAV, al no impuesto al diésel y, ya si nos ponemos, a las partidas destinadas a sufragar el caspuriento ejército español, la Corona borbonesa, el CNI, las cloacas de Interior y me llevo una.

“¡Igual que los de Sabin Etxea!”, estarán clamando ahora algunos de mis más biliosos odiadores. Y no diré lo contrario. Mencionaré tan solo que hasta la fecha no recuerdo a ninguno de los representantes jeltzales que han propiciado la aprobación de los presupuestos de diversos gobiernos españoles justificando sus votos en nombre de la futura república vasca o de la destrucción del régimen. Menudas risas, si Anasagasti, Erkoreka o el propio Esteban hubieran salido por semejante petenera en lugar de explicar lisa y llanamente que esto de la política va de negociar. Sin más.

Truco o trato

La sublimación del arte del timo se alcanza cuando el timado festeja la estafa de la que ha sido objeto. Puede ocurrir esto porque el primo se la haya comido con patatas, porque quiera evitar a toda costa aparecer como el pardillo que ha sido o, en una versión más rebuscada, porque todo haya sido una componenda de dos pillos y los auténticos timados sean otros.

¿Qué es lo que ha ocurrido en el presunto trile de Sánchez a EH Bildu ofreciendo una derogación total e inmediata de la Reforma Laboral para, acto seguido, aclarar que ni será total ni inmediata? Hombre, de entrada, llama la atención que se compre lo que ya está vendido ni se sabe las veces. Tanto en la moción de censura contra Rajoy como en la segunda investidura de Sánchez y todo el tiempo intermedio, la derogación ha sido una promesa tan cacareada como incumplida. Poco sentido tiene hacer de ella materia de un pomposo pacto, salvo que el supuesto contenido sea solo una excusa para poner en el mismo papel las firmas de PSOE, Unidas Podemos y EH Bildu, y allá películas con si se lleva a la práctica o no algo que, en todo caso, se sabe que no se puede hacer de la noche a la mañana. Doy fe de que no soy el único que apuesta por esta posibilidad que, de ser la real, implicaría que nos disponemos a vivir tiempos (todavía) más interesantes.