¿Habrá huelga en la enseñanza?

Esta vez no es una exageración. Se mire por donde se mire, hay que calificar como histórico el acuerdo sobre las bases para la futura Ley educativa vasca que han alcanzado PNV, EH Bildu, PSE y Elkarrekin Podemos. Sencillamente, ni en la Comunidad Autónoma ni en ningún otro lugar hay precedente de un consenso similar sobre una cuestión tan espinosa como la educación. Estamos hablando nada más y nada menos que del 90 por ciento de los escaños de la cámara donde está representada la ciudadanía de los tres territorios. Se han quedado fuera el conglomerado que forma el PP con los restos de serie de Ciudadanos y, faltaría más, Vox. Ahora que no nos lee nadie, anotaré que semejante oposición le concede más valía si cabe al acuerdo. Si a quienes hacen bandera del cerrilismo irredento no les gusta lo aprobado por todos los demás, señal de que hay motivos, como poco, para ser moderadamente optimistas.

Ahora la pelota está en el tejado de los sindicatos que, en el momento de escribir estas líneas, mantienen para el próximo viernes la convocatoria de una huelga contra el borrador de la futura ley. Mañana se reúnen las centrales para decidir qué hacen ante el nuevo escenario. Su rapidez de gatillo les ha llevado a una tesitura muy resbaladiza. Si optan por suspender el paro, parecerá que se están haciendo una enmienda a la totalidad y que reconocen su precipitación. Si, con todo, se decantan por tirar millas y mantener la huelga, se dará la significativa circunstancia de que la amplia mayoría sindical de un sector concreto se enfrentará a una todavía más amplia mayoría social y política. Parece obvio dónde está la legitimidad.

Vértigo ante el consenso

No hace ni una semana celebré aquí mismo lo que me pareció una acogida ilusionante al borrador de la ponencia parlamentaria para ir construyendo una ley vasca de Educación. Lo hice venciendo mi natural escepticismo, y ya voy viendo que mejor me habría callado. Conforme han pasado los días, han ido llegando los desmarques en una amplia gama que va desde la tibieza a las cajas destempladas pasando por los que no se sabe si quieren hacerse de nuevas o los interesantes. Para nota (mala nota, de insuficiente a muy deficiente), lo del PSE de Eneko Andueza y el profesor Retortillo reclamando a buenas horas mangas verdes que primero se hable entre los socios de gobierno y luego, ya si eso, se les eche el alpiste a los demás partidos, a los sindicatos y a la comunidad educativa en toda su amplitud a ver si tragan. Si fuéramos nuevos, quizá no viéramos que la reacción atiende, además de al clásico ataque de cuernos, al tembleque de piernas porque desde una caverna les acusan de ser cómplices del apartheid del castellano y desde la otra, de echar carretadas de pasta a la concertada y asfixiar a la pública.

Tampoco quiero pasar del optimismo del martes pasado al cenicismo total, pero algo me dice que en lo que queda hasta que se entre en la fase decisiva se van a ir ahondando las diferencias. Algún día tendremos que hacernos mirar el vértigo y el miedo al qué dirán que nos provocan los acuerdos plurales de verdad. Con todo, no quiero dar este envite por perdido. Y como les digo una cosa, les digo la otra. Ayer EH Bildu, la segunda fuerza del país, mostró (creo que sinceramente) su disposición a buscar el consenso. Ojalá cunda.

Ley de Educación por consenso

Es una de esas noticias de calado que, me temo, no acaban de llegar a la ciudadanía en su justa dimensión. Después de meses de discreto e intenso trabajo, ayer conocimos el borrador de la ponencia parlamentaria que deberá fructificar en la futura ley vasca de Educación. El documento recoge las aportaciones no solo de distintas fuerzas políticas y sindicales, sino de una amplísima representación de personas que trabajan a pie de obra en las aulas y/o que acreditan un profundo conocimiento sobre las diferentes vertientes de la enseñanza. Incluso con ese aval, y dado que estamos ante una materia que se presta golosamente a la controversia politíca (o, sea, politiquera), cabía temer una acogida, como poco, recelosa en general. Sin embargo, no ha sido así.

Con sus matices y sus apuntes propios, los cuatro principales partidos de la CAV (es decir, 68 escaños sobre 75) han ponderado muy positivamente el texto de base. Seguramente habrá que apurar mucho en los meses que quedan por delante, pero estamos ante un interesante e ilusionante punto de partida. Será una extraordinaria noticia que se mantenga el espíritu constructivo en el todavía largo proceso. No faltará, seguro, quien trate de embarrar el campo esparciendo especies como que se busca el appartheid del castellano o el finiquito de los conciertos. En la contraparte, habrá versiones que sostengan que el euskera queda relegado o que se favorece a los centros privados en detrimentos de los públicos. Nada de lo que hemos conocido en el borrador sustenta estos mensajes maximalistas. Ojala esta vez no se imponga el partidismo cortoplacista.