Un selfi con Zelenski

Comparezco ante ustedes con más dudas que certezas. Porque me consta lo jodido que es el dilema entre el miedo a pasarse o a quedarse corto. También es verdad, que si tengo que elegir, la mayoría de las veces prefiero quedarme corto a incurrir en el exceso. O, en el caso que nos ocupa, que enseguida les desvelo cuál es, en la sobreactuación monda y lironda. Y ahora es cuando me pregunto y les pregunto a bocajarro si el rule de Pedro Sánchez a Kiev para verse con Volodímir Zelenski le aporta más al visitado o al visitante. Supongo que al primero, que tiene que hacer frente con lo puesto a un despiadada, injusta e ilegal agresión del imperialismo ruso, no le queda otra que hacer un hueco en su diabólica agenda a cualquier mandatario extranjero (ya sea de primera, segunda o tercera línea) que se le presente en carne mortal a mostrarle su solidaridad. No tanto por la solidaridad, que ya es bastante cuando el panorama internacional está lleno de aplaudidores de la salvaje invasión, sino por la correspondiente traducción en pasta y armas defensivas.

Yo ahí tengo muy poco que reprocharle a Sánchez. Creo que está haciendo lo correcto, pese a la murga que tiene que aguantar de su ventajista socio de gobierno, que disimula más bien poco que en esta vaina está más cerca de los que arrasan que de los arrasados. Sin embargo, no acabo de ver la necesidad real de plantarse en la capital de Ucrania, llamarla Kyiv en plan guay en el primer tuit tras el aterrizaje y hacerse el selfi de rigor con el solicitadísimo presidente de la nación que está siendo asolada. Pero puede ser, ya les digo, que esté equivocado.

Vértigo ante el consenso

No hace ni una semana celebré aquí mismo lo que me pareció una acogida ilusionante al borrador de la ponencia parlamentaria para ir construyendo una ley vasca de Educación. Lo hice venciendo mi natural escepticismo, y ya voy viendo que mejor me habría callado. Conforme han pasado los días, han ido llegando los desmarques en una amplia gama que va desde la tibieza a las cajas destempladas pasando por los que no se sabe si quieren hacerse de nuevas o los interesantes. Para nota (mala nota, de insuficiente a muy deficiente), lo del PSE de Eneko Andueza y el profesor Retortillo reclamando a buenas horas mangas verdes que primero se hable entre los socios de gobierno y luego, ya si eso, se les eche el alpiste a los demás partidos, a los sindicatos y a la comunidad educativa en toda su amplitud a ver si tragan. Si fuéramos nuevos, quizá no viéramos que la reacción atiende, además de al clásico ataque de cuernos, al tembleque de piernas porque desde una caverna les acusan de ser cómplices del apartheid del castellano y desde la otra, de echar carretadas de pasta a la concertada y asfixiar a la pública.

Tampoco quiero pasar del optimismo del martes pasado al cenicismo total, pero algo me dice que en lo que queda hasta que se entre en la fase decisiva se van a ir ahondando las diferencias. Algún día tendremos que hacernos mirar el vértigo y el miedo al qué dirán que nos provocan los acuerdos plurales de verdad. Con todo, no quiero dar este envite por perdido. Y como les digo una cosa, les digo la otra. Ayer EH Bildu, la segunda fuerza del país, mostró (creo que sinceramente) su disposición a buscar el consenso. Ojalá cunda.

El timo de los bonos de alquiler

Aunque ni en la demarcación autonómica ni en la foral será de aplicación —por lo menos, inmediata— el bono de 250 euros mensuales para ayuda al alquiler de los jóvenes, la cuestión merece que le dediquemos unas líneas. A primera vista, se diría que no cabría la menor objeción. Todo lo contrario, ¿verdad? En apariencia, se trata una medida de hondísimo calado social que aliviará las estrecheces (a veces, las penurias) de los jóvenes que viven en techo ajeno y servirá de empujón para que se emancipen los que siguen atornillados por obligación al domicilio de sus padres. Basta rascar muy poquito, sin embargo, para que se pinche el globo propagandístico.

De entrada, la pasta destinada a tan noble fin apenas alcanzaría para un 8 por ciento de quienes cumplen los requisitos para solicitar la ayuda. Es decir, que como ya está pasando con el Ingreso Mínimo Vital, decenas de miles de personas se van a sentir defraudadas. Y luego está lo que señalan la pura intuición y la experiencia de otras medidas populacheras en metálico. El precio de los alquileres subirá tanto como la cantidad de la subvención. En el mejor de los casos, empatarán los que la reciban, pero saldrán palmando, independientemente de su edad, el resto de los inquilinos. Lo expresó perfectamente anteayer Iñigo Errejón. Salvo que se establezca un tope a los alquileres, algo bastante complicado desde el punto de vista legal y no necesariamente justo, este bono es un bizum directo a los caseros. Experiencias similares en esos estados de Europa que miramos embobados confirman que estas medidas no han cumplido su pomposo objetivo. Ahora, como propaganda, son de lo más resultonas.

Bienvenido, Mister Pfizer

Miren, ya en el título de esta columna nos cae la primera lección. En lugar de Pfizer, debería haber escrito BioNTech, pues en realidad es esta compañía alemana fundada por inmigrantes kurdos la que dio primero con la tecla que ha derivado en la vacuna que hoy se empieza a pinchar en Hispanistán. Pero donde hay poderoso patrón farmacéutico, a quién le importa la sucursal, por muy germana sea. Toda la gloria de la futura salvación de la Humanidad para el gigante yanki que hasta ha conseguido que seamos capaces de pronunciar su endiablado nombre: Fáiser, decimos con desparpajo cosmopolita digno de mejor causa.

Pero no solo iba ahí. En estas líneas quería poner en solfa el bochornoso show que se han montado el doctor Sánchez y su escudero Illa a cuenta de la inoculación de las primeras dosis de la vacuna entre el Cabo de Gata y el de Finisterre. Una cuestión de salud, una cuestión literalmente de vida o muerte ha acabado convertida en pura y barata propaganda a mayor gloria del inquilino de Moncloa, con las comunidades autónomas tragando quina y bajando la cerviz ante la brutal humillación. 405 pinchazos para las primeras fotos en la demarcación autonómica y 150 para lo propio en el trocito foral. Ni a cuenta sale el pifostio logístico, pero es lo que toca en la telepandemia española. A callar, pues.

‘Agur, Cuponazo’

El mejor artefacto propagandístico del PNV en lo que va de campaña no ha salido de Sabin Etxea. Me perdonarán los publicistas jelzales, pero ninguna de sus creaciones sirve tan certeramente para impulsar el voto a sus siglas como el vídeo de Ciudadanos lanzado bajo el gilieslogan requetesobado “Agur, Cuponazo”. Si yo tuviera la mano que algunos malvados me suponen en la difusión de los mensajes de la formación presidida por Andoni Ortuzar, bombardearía en cada acto electoral —especialmente en los dirigidos a los no convencidos— con esa pretendida gracieta parida por los lamelibranquios riveristas. A la vista de las patochadas naranjas, incluyendo la grosera imitación del acento vasco, cualquier persona indecisa tendrá claro qué papeletas son las que más duelen al extremocentrismo uno y trino.

Si no han tenido ocasión de echarse a las meninges el cagarro audiovisual, no se lo despanzurro. Simplemente les cuento que es una fantasía situada en la sede del PNV durante la noche del 28 de abril, cuando el escrutinio determina que el chaval (ya cada vez menos) del Ibex será el nuevo presidente español. De saque, hace falta una arrogancia mastodóntica para practicar el onanismo mental con semejante alucinación lúbrica. Contento irá el figurín figurón si el puñadito de escaños que consiga cosechar superan a los que obtenga Vox y/o sirven para sumar una mayoría absoluta de la triderecha. Por la parte que nos toca como humildes ciudadanos de este trocito pecaminoso del mapa, lo que debemos buscar es cortarles el vacilón al niñato y sus cantores de gesta. Un saludo, por cierto, a UPN, que comparte lista con el guasón.

El retorno de la momia

Esta nueva adaptación de La momia ya tiene más secuelas que sus predecesoras. Aquí andamos ya por El retorno del retorno del retorno de la momia, y me llevo una. Quién le iba a decir al viejo criminal de Ferrol que sus residuos mortales iban a ser, así que pasaran 44 años del hecho biológico, combustible para la campaña electoral de un partido nominalmente socialista. Quién se lo iba a decir también, por cierto, a los dos presidentes de esa formación, Mister Equis y Mister Zetapé, que sumando un jartá de años en el gobierno de la nación, no se acordaron para nada de los huesos del caudillo de España por la gracia de Dios. Y ahora, en cambio, se agita a cada rato el espantajo. ¿Por qué?

La respuesta oficial, ya me la sé, es que por dignidad, por reparación a las víctimas y blablablá. Soy consciente de que ese relato cala entre mucha gente que tiene cuentas pendientes con el régimen asesino. Pero por eso mismo todo este baile con el difunto de hace casi medio siglo resulta más indecente. No se puede usar una cuestión tan seria para hacer electoralismo de aluvión. Menos, cuando todo lo que se ha hecho hasta la fecha es una sucesión de anuncios que siempre han resultado fallidos. Eso, sin contar con el buscado efecto —así de triste— de resucitar no a Franco sino a los franquistas. Incluso, de crearlos ex-novo entre chiquilicuatres que ni habían nacido cuando palmó el sátrapa.

Mi propuesta sigue siendo cortar el chorro económico al Valle de los Caídos y dejar que se venga abajo solito, allá cuidados. Las exhumaciones que de verdad me parecen urgentes son las de los miles de cadáveres que permanecen en las cunetas.

Altsasu, una reflexión

Supongo que a estas alturas del psicodrama tenemos claro que Albert Rivera y sus siniestros acompañantes ultramontanos abandonaron Altsasu habiendo conseguido el objetivo que se trazaron cuando convocaron la marcha parda al ya para los restos lugar santo de la carcunda. Oigo entre el consuelo y el autoengaño que no fue para tanto, pues en las previsiones iniciales del figurín figurón y sus prosélitos se contemplaba una zapatiesta del nueve largo.

Allá quien se conforme con la teoría del mal menor y no quiera ver que, para los efectos mediáticos, que son los que cuentan, da lo mismo una señora batalla campal que un puñado de empujones, pancartas y gritos de docena y media de buscadores de gresca que se salieron de la consigna general de no caer en la brutal provocación. Si de una piedrecilla los heraldos madrileños —incluyendo algunos de lo más progre— hicieron una intifada, cómo no aprovechar las imágenes de actitudes objetivamente agresivas para que la profecía riveriana se autocumpliera. Lo que el editorial de Diario de Noticias de Navarra llamó atinadamente “patético akelarre ultra” fue apertura informativa el domingo y siguió alimentando ayer columnas, tertulias y declaraciones politiqueras de alto octanaje.

Y aquí es donde llamo a una mínima reflexión. Lo hago, desde luego, con plena conciencia de lo difícil que es contenerse frente al hostigamiento sin tregua que sufre la localidad desde los hechos de octubre de 2016. Pero precisamente por esa condición de eterno pimpampum, procedía, tal y como se decidió en la asamblea popular de la semana pasada, practicar el no aprecio como mayor de los desprecios.