El Marlaskazo

Tiene un puntito golfamente divertido que la derecha extrema que idolatró a Grande-Marlaska en su época de espolvoreador de Justicia a granel se le haya terminado lanzando a la yugular con saña por haberle dado la patada al tal Pérez de los Cobos, fallido exterminador de urnas de plástico en la Catalunya irredenta. Y el regodeo alcanza el grado de justicia poética cuando el desencadenante del pifostio ha sido uno de esos informes de corta-pega-colorea de la Guardia Civil a los que el togado no les hacía ascos cuando instruía sus causas épicas. De rebote, resulta igualmente despiporrante que el progrerío de ocasión descubra de golpe y solo porque le ha tocado a uno de los suyos los usos y costumbres de los beneméritos a la hora de hacer dossieres por encargo judicial. Incluso los que no somos ni medio sospechosos de glorificar a los matones llevamos lustros denunciando esas compilaciones de fantasía que condujeron al trullo a más de uno por el artículo 33.

No pretendo llegar a ninguna conclusión edificante. Sospecho, incluso, que no la hay. Todo este psicodrama al que seguramente le quedan capítulos es sin más y sin menos uno de los clásicos ajustes de cuentas en lo más profundo de las cloacas. Toca, pues, tirar de cinismo y hacer acopio de palomitas para disfrutar del espectáculo desde la grada.

Diario del covid-19 (33)

Vuelvo a revelarme como pésimo profeta. Cuando a primera hora de la mañana de ayer vi que ElDiario.es publicaba que la Guardia Civil incluía tuits corrientes y molientes de EH Bildu en sus informes sobre el clima contrario al gobierno español en la gestión de la crisis, pensé que a lo largo de la jornada ardería Troya. En mi, por lo visto, desfasada visión de lo que es un escándalo de pantalón largo, la información tenía la misma gravedad que otras que acabaron en días o semanas con carreras políticas. De entrada, quedaba confirmado que la bocachanclada del baranda de la Guardia Civil no fue un lapsus ni un error de expresión: en el documento reproducido se lee claramente un epígrafe que reza “Creación de clima contrario a la gestión de la crisis”. Por si eso fuera poco, en el caso de la coalición soberanista, el material recopilado estaba constituido por tuits con los que se puede estar de acuerdo o no, pero que no pasan de opiniones o legítimos posicionamientos políticos.

Para mi perplejidad, a la hora en que tecleo, más allá de los afectados directamente, el asunto no ha tenido mayor relieve ni siquiera entre los habituales denunciadores de mordazas. Casi es natural que el ministro Grande-Marlaska, autor de la orden, haya bramado en público que el filtrador de los papeles se la va a cargar.

Diario del covid-19 (30)

Era lo que faltaba. Aplausos en la última comparecencia diaria de la Junta cívico-militar para el uniformado que 24 horas antes había contado sin filtros que el cuerpo que dirige, la Guardia Civil, trabaja “para minimizar el clima contrario a las decisiones del Gobierno”. Con cara de atribulamiento muy mejorable, y sin llegar a decir nunca que la había pifiado, el tipo se escudó en sus cuarenta años de servicio en los que siempre había puesto a las personas en el centro y tal y cual, Pascual. Claro, todos sabemos que José Manuel Santiago, nombre del benemérito mayor, ha llegado a Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil por su compromiso sin fisuras con los Derechos Humanos, igual en Mostar que en Itxaurrondo o La salve.

Pero ya les digo: recibió la ovación de sus compañeros de cuartelada matutina transmitida en directo… y para pasmo de unos cuantos, también de la crema y la nata de la misma progritud que denunciaba con denuedo la malhadada Ley Mordaza. ¡En honor al tipo que acababa de confesar que sus aguerridos subordinados se dejan la piel para localizar y castigar a los disolventes que osan no postrarse de hinojos ante las decisiones del Gobierno español! Si no fuera una tragedia, resultaría hasta cómico que los que nos alertan de una salida autoritaria no vean que ya estamos en ese punto.

¿Y qué opina Alonso?

Si lo piensan, tampoco es tan extraño que el petimetre Pablo Casado, un tipo que se merca másteres de Harvard en Aravaca y que cree que Getxo está en Gipuzkoa, vaya por ahí expandiendo la idea de que la Ertzaintza es una especie de policía de la señorita Pepis. Este humilde columnero que les canta las mañanas ni se molestó en indignarse ante la penúltima soplagaitez del ahijado putativo de Aznar. Me limité a sonreír con resignación cuando le escuché vomitar que si llega a Moncloa, hará que la Policía Nacional y la Guardia Civil, presunta Benemérita, tengan prevalencia sobre el resto de los cuerpos de orden público.

Qué santa paciencia, la de Aitor Esteban al contestarle lo obvio: que el Estatuto de Gernika, incluso en la parte más o menos cumplida y creíamos que asumida por todos, deja claro el carácter de la Ertzaintza como policía integral. Es más, si hay algo sujeto a debate es la negativa reiterada a replegar a los de los uniformes azules y verde oliva. Como sostuvo el portavoz de Lakua, Josu Erkoreka, la memez del chisgarabís palentino entra en la categoría de agresión a ese Estatuto que tan fariseicamente festejado. Y aquí es donde uno se acuerda de Alfonso Alonso, nominalmente responsable del PP vasco o, según me decía el otro día una lengua viperina, el encargado de ventas de la zona norte. Tengo la certeza de que ni de lejos comparte la demasía de su jefe y que en su fuero interno está que fuma en pipa, pero algo me dice que no saldrá a enmendarle la plana. Bajará la testuz y, como las veces anteriores, dirá que estamos haciendo una “lectura nacionalista” de las palabras de Casado. Apuesten algo.

Altsasu, una reflexión

Supongo que a estas alturas del psicodrama tenemos claro que Albert Rivera y sus siniestros acompañantes ultramontanos abandonaron Altsasu habiendo conseguido el objetivo que se trazaron cuando convocaron la marcha parda al ya para los restos lugar santo de la carcunda. Oigo entre el consuelo y el autoengaño que no fue para tanto, pues en las previsiones iniciales del figurín figurón y sus prosélitos se contemplaba una zapatiesta del nueve largo.

Allá quien se conforme con la teoría del mal menor y no quiera ver que, para los efectos mediáticos, que son los que cuentan, da lo mismo una señora batalla campal que un puñado de empujones, pancartas y gritos de docena y media de buscadores de gresca que se salieron de la consigna general de no caer en la brutal provocación. Si de una piedrecilla los heraldos madrileños —incluyendo algunos de lo más progre— hicieron una intifada, cómo no aprovechar las imágenes de actitudes objetivamente agresivas para que la profecía riveriana se autocumpliera. Lo que el editorial de Diario de Noticias de Navarra llamó atinadamente “patético akelarre ultra” fue apertura informativa el domingo y siguió alimentando ayer columnas, tertulias y declaraciones politiqueras de alto octanaje.

Y aquí es donde llamo a una mínima reflexión. Lo hago, desde luego, con plena conciencia de lo difícil que es contenerse frente al hostigamiento sin tregua que sufre la localidad desde los hechos de octubre de 2016. Pero precisamente por esa condición de eterno pimpampum, procedía, tal y como se decidió en la asamblea popular de la semana pasada, practicar el no aprecio como mayor de los desprecios.

Rivera en Altsasu

Como a Altsasu le faltaban tocapelotas contumaces, ahora se le viene encima ser sede del penúltimo capítulo de la competición entre el PP y Ciudadanos por ver quién es más facha, más cuñao y más casposo. En realidad, es una especie de partido de vuelta, pues como guardamos en nuestra memoria de acontecimientos patéticos y causantes de rabia y vergüenza ajena, el Fuhrercín Casado ya eligió la localidad de Sakana para lanzar algunos regüeldos selectos cuando todavía era candidato a suceder a ese moderado que hoy nos parece Mariano Rajoy. En esta ocasión, es el turno del falangete naranja —Albert Rivera en el españolísimo carné de identidad—, que en su desesperada lid por recuperar el liderazgo de la carcundia hipanistaní, acaba de anunciar que el próximo 4 de noviembre montará su circo en el pueblo que, según brama, “se ha convertido en símbolo para los constitucionalistas que defienden la unión y la igualdad entre los españoles”.

Aparte de que hay que tener los dídimos cuadrados para sostener tal membrillez sobre un lugar en el que su partidillo no llega ni a pedo de monja, el figurín figurón termina de retratarse como el incendiario sin matices que todos sabemos que es. Al plantarse con una colección de sogas en casa del ahorcado, busca descaradamente que su presencia termine en trifulca que abra los telediarios y refuerce su condición de sacrificado héroe de la causa. Quizá por eso, merecerá la pena tragarse las humanísimas ganas de satisfacer su vocación martiriológica para evitar a toda costa que se cumpla su autoprofecía. Aunque cueste, el mejor desprecio hacia su provocación será no hacerle aprecio.

Operación Papeleta

Gloriosa gesta de la Guardia Civil. Esta vez no fue al alba y con viento de Levante, sino en la sobremesa tripera de Farias y copa de Fundador, y, como mucho, con una brisilla tontorrona. El peligrosísimo objetivo, una imprenta de Tarragona, sospechosa de estar fabricando, a base de tinta y papel, esas mortíferas armas que son las papeletas para la consulta del uno de octubre.

Tan grotesco y, a la vez, tan tremebundo como suena. Los aguerridos beneméritos habían acudido a la perversa factoría “tras el soplo de sus trabajadores”, según se engolfaba en comentar en portada uno de los diarios oficiosos de la Una y Grande. Tuvo que ser digno de ver el intento de requisa, seguramente con los agentes apuntando a montañas de papeles que resultaban ser folletos de ofertas del supermercado o, quizá peor, libros. Lástima, sin embargo, que la operación no se viera coronada por el éxito. A la hora de escribir esta crónica bufa, siguen sin aparecer la mayoría de las dichosas bombas, digo las papeletas. Pero, calma, que es cuestión de tiempo que se desmantele el arsenal de ejercer la voluntad popular. Cacareaba el otro órgano mediático del eje del bien, el dirigido por el Comisario Honorífico Marhuenda (no es coña), que la fuerza tricorniada está buscando las urnas… adivinen dónde: “En naves de la CUP y de radicales vascos”. Tal cual.

Cuesta trabajo decantarse entre la risa, la sensación de bochorno indecible y el acojono ante tamaña sucesión de chusquedades cuarteleras. Pero así se está escribiendo esto que, como anotaba el otro día y seguiré subrayando, se supone que habrá de convertirse, ¡ay!, en Historia.