Sánchez cumple incumpliendo

Y encima, recochineo. Menudo momento escogió el delegado del Gobierno español en la CAV, Denis Itxaso, para plantarse ante los medios a presumir del estratosférico grado de cumplimiento de los compromisos de su Ejecutivo en los tres territorios. Hay que tener poco tacto y muchísimas ganas de tocar la moral para vender semejante moto justo cuando el PNV, paciente socio leal de Sánchez, ha vuelto a mostrar su descomunal cabreo por el enésimo vacile del cachazudo ministro Escrivá a cuenta del Ingreso Mínimo Vital. Después de seis promesas calcadas en bucle, este es el minuto en que seguimos esperando que se transfiera la gestión de esa mala copia de la Renta de Garantía de Ingresos que parió el gabinete bicolor en su incorregible afán de brindar mirando al sol. Pero Itxaso aún tuvo el desparpajo de afear el enfado jeltzale. Algo, también es verdad, que se puede permitir porque sus mayores monclovitas le consienten ese papel de eterno malmetedor.

La jugarreta en su conjunto nos presenta la radiografía exacta del momento político actual. Aunque la literatura diestra oficial asegura que Sánchez es rehén de quienes lo sostienen, los hechos contantes y sonantes prueban lo contrario. Es el presidente español quien no deja de chulear a los grupos a los que debe su permanencia en la poltrona. No es solo el PNV. A EH Bildu y a ERC también se las cuela dobladas una y otra vez. Su gran baza, como he anotado tantas veces, es el miedo a un vuelco que llevara al poder al PP con Vox. Quizá haya llegado el momento de pasar del lamento y el puñetazo en la mesa a algo más contundente.

Un acuerdo inesperado

Sorpresas te da la vida. De pronto, lo imposible se convierte en titular. EH Bildu se abstendrá en la votación de los presupuestos del Gobierno vasco. Traducido a pasta, hablamos de 176 millones de euros y la aceptación de tres de las seis propuestas políticas de la coalición soberanista. No parece un precio excesivo por neutralizar el no de la segunda formación de la CAV a unas cuentas que tenían asegurada la mayoría absoluta de saque. Pero en lo simbólico, es un notición de toma pan y moja que rompe no pocas cinturas. Me pongo al frente de los descreídos que están viendo la luz en este preciso instante. No saben cuánto me alegro de haber estado equivocado. Por lo que supone un acuerdo tan amplio aritméticamente y, ya en un plano más cabroncete, porque no me cuesta imaginar los variados crujidos de dientes que acarreará el pacto.

Dejando fuera a la excrecencia parlamentaria Vox-PP-Ciudadanos y sus terminales mediáticas allende Pancorbo, que clamarán de nuevo por la ruptura de España con la anuencia del PSOE (en este caso, el PSE), mi primer recuerdo es para Elkarrekin Podemos. Los rojimorados se quedan esta vez fuera de juego y podrán lanzar a EH Bildu todos los trastos dialécticos que recibieron el año pasado y el anterior cuando los papeles estuvieron cambiados. Pero será derecho al pataleo y reconocimiento implícito de que cada vez pintan menos. Claro que el cabreo sideral al que estamos a punto de asistir es el de la primera fuerza sindical del terruño porque estos presupuestos asociales y neoliberales solo tendrán en contra 13 votos sobre 75. Pero una vez más, estará equivocada la mayoría.

¿De dónde ha vuelto el PSE?

Me entero por Santiago González de que Eneko Andueza proclamó el otro día que el PSE ha vuelto. Comprendo que se trata de una frase resultona, aunque no, desde luego, original. Se la hemos oído en diferentes circunstancias a no pocos portavoces políticos. Y había ocasiones en las que tenía sentido. Por ejemplo, cuando después de una travesía por el desierto, se obtenía un buen resultado electoral o, como poco, las encuestas empezaban a ser propicias. No es el caso que nos ocupa. Sin tener unos números espectaculares, los socialistas vascos han capeado el temporal más que dignamente en los últimos años. Además de revertir lo que parecía un descenso a los infiernos al final de la era López, gracias al pragmatismo y a la cintura, han optimizado sus votos traduciéndolos a una notable presencia institucional. Tan notable como que comparten con el PNV el Gobierno Vasco, las tres Diputaciones y los ayuntamiento de las tres capitales de la CAV.

¿De dónde ha vuelto el PSE, entonces? No se me ocurre una respuesta mínimamente razonable. Al revés, me surgen más preguntas. Por ejemplo, qué le parecerá a Idoia Mendia que, después de haber mantenido a flote el barco con gran esfuerzo, en su sucesión se dé la impresión de que su mandato ha sido una temporada en las catacumbas. Ya no solo por la frase de Andueza, sino por el propio lema del congreso del pasado fin de semana: “Un nuevo comienzo”. Suena a enmienda a la totalidad del pasado reciente. Aunque quizá sea un sutil aviso sobre la intención de cambio inminente de alianzas políticas. Si fuera eso, sería más honesto decirlo claramente.

La enmienda turística

Como saben los que siguen estas y otras líneas desde hace tiempo, en materia de negociaciones presupuestarias con los gobiernos españoles de cualquier signo no me ando con zarandajas. Obviamente sin pasar la línea roja de lo deshonesto, se trata de arrancar lo más que se pueda. No nos vamos a escandalizar por que la política se rija por la más elemental ley de la oferta y la demanda y por el principio del aprovechamiento del momento. Puesto que nunca se sabe cuándo te puede caer encima una mayoría absoluta en la que no rascas bola, hay que optimizar los periodos de ejecutivos en minoría. En concreto, este de Pedro Sánchez, al que incluso le sablea su socio principal, es lo más parecido a una bicoca para el ejercicio que planteo. Bien es verdad que el tipo luego ha demostrado largamente que compensa la facilidad para firmar compromisos con la habilidad para incumplirlos.

En este escenario, me satisface que haya dos formaciones vascas tirando del bolsillo. Porque se saca más y porque por fin hemos descubierto que negociar con el estado no es una muestra de sumisión perruna a cambio de migajas sino algo perfectamente legítimo. Y luego hay otra cosa, oigan, que casi todo puede ser bueno para el convento. Les pongo como ejemplo el millón de euros que ha apañado EH Bildu para rehabilitar el Horno Alto número 1 de Sestao de cara a convertirlo en punto de interés turístico sobre el pasado industrial de Bizkaia. Sí, han leído bien: punto de interés tu-rís-ti-co. Y a mí, que conozco esa imponente instalación, me parece una idea estupenda. Otra cosa es que me cueste poco imaginar qué se diría si una enmienda así llevara la firma del PNV.

Apechugar con Sánchez

Lo de ayer en el Congreso de los Diputados fue (volvió a ser) enternecedor. Como ya venía radiotelegrafiado, decayeron las enmiendas a la totalidad del proyecto de presupuestos de Sánchez para 2022. Fue gracias a la llamada “mayoría de la investidura” que a estas alturas ya deberíamos llamar sin más y sin menos “mayoría que sostiene al gobierno de coalición”. Y que seguirá sosteniéndolo porque cuando hay que elegir entre susto o muerte, lo juicioso es decantarse por lo primero. A casi nadie se le escapa que si se cae el chiringo de coalición, hay algo más que serias posibilidades de que sea sustituido por otro liderado por el PP con el apoyo de Vox, da igual desde dentro que desde fuera. Por muy encabronado que esté Abascal con el palentino de los másteres de pega, tiene dicho cien veces que si se presenta la ocasión de expulsar a los socialcomunistas, como a él le gusta llamarlos, se pondría al lado de España. Ya imaginan lo que eso significa, ¿verdad?

Ese es el terreno de juego de la política hispanistaní actual. Por ello, da igual lo serios que aparenten ponerse PNV, EH Bildu y ERC. Las advertencias de no sabe usted con quién está pactando son seguramente comprensibles en la lógica actual, es decir, en la necesidad de escenificar, pero difícilmente trasladables a la práctica. Las amenazas de romper la baraja no son creíbles, incluso aunque vayan acompañadas de aspavientos. Lo tremendo es que el beneficiario de tal situación, el durmiente en Moncloa, no es un dechado de lealtad ni de cumplimiento de promesas. Hasta que se demuestre lo contrario, solo es el mal menor. Y hay que apechugar con él.

¿Condenar a ETA? ¡Venga ya!

Oh, qué sorpresa más sorprendente. Ha sido imposible que en el Parlamento vasco salga adelante una declaración unánime de condena a ETA. Venga ya, Vizcaíno, no nos tomes el pelo. Si hace literalmente cuatro días vimos al poli bueno y al poli malo de la izquierda soberanista (de soltera, abertzale), ataviados como pinceles en Aiete diciendo que sentían una hueva el dolor de las víctimas y que, mecachis en la mar, nunca se tenía que haber producido, pobre gentucilla, digo gentecilla. Item más, ese pomposo comunicado de nada entre dos platos aseguraba que en lo sucesivo se comprometían a mitigar el sufrimiento “en la mediada de nuestras posibilidades”. Y para que constara en acta se añadía —chanchanchanchán— que “Siempre nos encontrarán dispuestos a ello”.

Juer, pues la segunda en la frente. La primera, claro, fue la rajada de Eibar, donde el líder máximo enseñó el dedo y nos dijo que montáramos y pedaleáramos. O sea, que “tenemos 200 presos” (primera persona del plural, pero no somos ETA y tal) y ya puede fumar en pipa el secretario general de ELA, que si nos los van sacando de cinco en cinco cada fin de semana, apoyamos los Presupuestos y, si hace falta, la candidatura de Sánchez al Nobel de Veterinaria. Después de eso, lo de ayer no es ni noticia. Ni décimo aniversario ni gaitas en vinagre. No se condena y no se condena, punto pelota. Y el que lo ponga en solfa es un enemigo de la paz y un constructor de trincheras cuando los santos y puros están levantando los puentes, ejem, que dinamitaron dejando debajo casi mil vidas y un inmenso reguero de dolor. ¡Toma diez años de paz, Moreno!

Negociaciones presupuestarias

El otoño es tiempo de setas, castañas y negociaciones presupuestarias. En cuanto a los de la demarcación autonómica, son habas contadas. La mayoría absoluta de la coalición de gobierno asegura la aprobación. Otra cosa es que siempre sea deseable sumar alguna sigla más al respaldo. ¿La de Elkarrekin Podemos? En el último ejercicio, los rojimorados se borraron del acuerdo. Vox y ese camarote de los Hermanos Marx que a la hora de escribir esta columna todavía se llama PP-Ciudadanos están descartados de saque. Mucho más todavía EH Bildu, que diría no, no y requeteno a lo que sea que le pongan delante. Por neoliberal, por austericida y hasta por españolazo, aunque luego los seis votos soberanistas vayan a estar en primer tiempo de saludo y a cambio de unas migajas para sacar adelante las cuentas del gran capitán Sánchez en el parlamento de la odiada metrópoli.

De acuerdo, quizá me adelanto a los acontecimientos y nos encontremos con una sorpresa. Me cuesta, sin embargo, imaginar la negativa de la autotitulada izquierda transformadora vasca. Y si les soy franco, tampoco soy capaz de componer un escenario en el que el PNV ponga proa. Algo me dice que habrá puñetazos en la mesa y amagos de ruptura, pero al final caerá el pacto por su propio peso. Quizá a cambio de una de las promesas recalentadas e incumplidas de la vez anterior, como el IMV, cuarto y mitad del TAV y un par o tres de novedades. La gran baza de Sánchez es que sus hasta ahora socios externos, los que le procuraron la investidura, no van a cargarse la baraja para dar vía libre a un cada vez más posible gobierno del PP con el apoyo, aunque sea fingiendo asco, de Vox.