Sánchez cumple incumpliendo

Y encima, recochineo. Menudo momento escogió el delegado del Gobierno español en la CAV, Denis Itxaso, para plantarse ante los medios a presumir del estratosférico grado de cumplimiento de los compromisos de su Ejecutivo en los tres territorios. Hay que tener poco tacto y muchísimas ganas de tocar la moral para vender semejante moto justo cuando el PNV, paciente socio leal de Sánchez, ha vuelto a mostrar su descomunal cabreo por el enésimo vacile del cachazudo ministro Escrivá a cuenta del Ingreso Mínimo Vital. Después de seis promesas calcadas en bucle, este es el minuto en que seguimos esperando que se transfiera la gestión de esa mala copia de la Renta de Garantía de Ingresos que parió el gabinete bicolor en su incorregible afán de brindar mirando al sol. Pero Itxaso aún tuvo el desparpajo de afear el enfado jeltzale. Algo, también es verdad, que se puede permitir porque sus mayores monclovitas le consienten ese papel de eterno malmetedor.

La jugarreta en su conjunto nos presenta la radiografía exacta del momento político actual. Aunque la literatura diestra oficial asegura que Sánchez es rehén de quienes lo sostienen, los hechos contantes y sonantes prueban lo contrario. Es el presidente español quien no deja de chulear a los grupos a los que debe su permanencia en la poltrona. No es solo el PNV. A EH Bildu y a ERC también se las cuela dobladas una y otra vez. Su gran baza, como he anotado tantas veces, es el miedo a un vuelco que llevara al poder al PP con Vox. Quizá haya llegado el momento de pasar del lamento y el puñetazo en la mesa a algo más contundente.

¿Qué hay del IMV?

Si no fuera porque la cuestión de fondo contiene decenas de miles de dramas, abriría estas líneas contándoles que mi animal mitológico favorito es el Ingreso Mínimo Vital. ¿Recuerdan la gran fanfarria que acompañó a su aprobación antes del verano? Con ese espíritu más de antigua señoritinga de tómbola de beneficencia que de verdadera convicción de la justicia redistributiva, el muy progresista gobierno español vendió la especie de que la pobreza tenía los días contados en Hispanistán. Gracias a la generosa asignación de cuatrocientos y poco leureles mensuales, los menesterosos patrios tendrían la vida resuelta, y a poco ahorrativos que fueran, podrían aspirar, qué sé yo, a una chocita con pileta en Galapagar.

Y todo eso, de un día para otro, pues la propaganda del momento aseguraba que el cobro sería prácticamente automático. Un lunes se presentaba la solicitud —cosa de nada: rellenar dos recuadros y firmar— y el jueves la pasta estaría en la libreta. Pero han pasado los largos meses al sol y a verlas venir de los ingenuos peticionarios y no llegan al dos por ciento los que han llegado a percibir esa pésima copia de nuestra RGI. Lo curioso, ya que acabo de mencionar nuestra (seguramente mejorable) herramienta contra la exclusión, es que sus progres criticadores esta vez callan como tumbas. Qué cara.

De la RGI al IMV

Celebro, no imaginan cuánto, que el Ingreso Mínimo Vital haya salido adelante en el Congreso de los Diputados sin votos en contra. Otra cosa es que sea capaz de reprimir la sonrisa boba al ver ciertos comportamientos.

Para empezar, la abstención del ultramonte abascálido —léase Vox—, después de haber vomitado sapos y culebras contra lo que bautizaron con su patrioterismo insolidario con olor a Abrótano Macho como la paguita. Tanto marcar paquete para luego no tener los bemoles de votar No. Qué decir, medio diapasón más abajo, del giro copernicano del PP. Otros que farfullaban que ya estaba bien de subvencionar vagos y maleantes y que, vaya usted a saber por qué milagro o cálculo electoral, han acabado dando su aval a lo que tachaban de martingala bolivariana. Los conversos a la cola, diría Don Manuel de Irujo.

Y eso vale también, en alguna medida, para los encantados de conocerse padres putativos de la idea, es decir, el PSOE en calidad de centrador del balón y Unidas Podemos como levantadora de brazos victoriosos. Cómo no carraspear, en todo caso, ante la evidencia de que la sucursal local morada, al igual que los ahora aplaudidores de EH Bildu, sigue tachando de mezquina la Renta de Garantía de Ingresos de Euskadi, que dobla holgadamente la cuantía del voluntarista remedo español. [Risas enlatadas]