La enmienda turística

Como saben los que siguen estas y otras líneas desde hace tiempo, en materia de negociaciones presupuestarias con los gobiernos españoles de cualquier signo no me ando con zarandajas. Obviamente sin pasar la línea roja de lo deshonesto, se trata de arrancar lo más que se pueda. No nos vamos a escandalizar por que la política se rija por la más elemental ley de la oferta y la demanda y por el principio del aprovechamiento del momento. Puesto que nunca se sabe cuándo te puede caer encima una mayoría absoluta en la que no rascas bola, hay que optimizar los periodos de ejecutivos en minoría. En concreto, este de Pedro Sánchez, al que incluso le sablea su socio principal, es lo más parecido a una bicoca para el ejercicio que planteo. Bien es verdad que el tipo luego ha demostrado largamente que compensa la facilidad para firmar compromisos con la habilidad para incumplirlos.

En este escenario, me satisface que haya dos formaciones vascas tirando del bolsillo. Porque se saca más y porque por fin hemos descubierto que negociar con el estado no es una muestra de sumisión perruna a cambio de migajas sino algo perfectamente legítimo. Y luego hay otra cosa, oigan, que casi todo puede ser bueno para el convento. Les pongo como ejemplo el millón de euros que ha apañado EH Bildu para rehabilitar el Horno Alto número 1 de Sestao de cara a convertirlo en punto de interés turístico sobre el pasado industrial de Bizkaia. Sí, han leído bien: punto de interés tu-rís-ti-co. Y a mí, que conozco esa imponente instalación, me parece una idea estupenda. Otra cosa es que me cueste poco imaginar qué se diría si una enmienda así llevara la firma del PNV.

La Justicia es una tom-tom-tómbola

El Gobierno de Nafarroa ha acudido al Superior de Justicia para pedirle (por favor, por favor, por favor) que le permita instaurar el toque de queda en el 80 por ciento de los municipios del territorio. En la demarcación autonómica, salvo sorpresa mayúscula, el Ejecutivo de Iñigo Urkullu ni se plantea solicitar la venia de sus señorías. Atendiendo a la bibliografía presentada hasta la fecha, sería uno de esos esfuerzos inútiles que conducen a la melancolía, o sea, al encabritamiento. Todo indica que el juez que tenía en su perfil de Twitter el himno del negacionismo, el que hacía cuchufletas sobre los epidemiólogos, se fumaría un puro con la solicitud. Dirán que es el Estado de Derecho funcionando a pleno pulmón, pero manda muchas narices que las autoridades votadas por la ciudadanía se vean en la humillación de presentarse ante la Justicia como quien va a una tómbola. No nos cansamos de ver cómo en cada caseta de feria judicial del Estado español los mismos hechos y las mismas situaciones implican resoluciones no ya diferentes sino radicalmente contrapuestas. Podría ser solo una cuestión latosa o una curiosidad, si no fuera porque llueve insistentemente sobre mojado y especialmente, porque esto ocurre en el fragor de la quinta ola, con los contagios multiplicándose exponencialmente y ya la presión hospitalaria notando la acometida. En esta tesitura, provoca una impotencia infinita asistir a la desnudez legal de las administraciones públicas, que sufren el bochorno de tener que rogar a los ciudadanos que no hagan aquello que los de las togas no les dejan prohibirles. No parece que sea la forma más eficaz de enfrentarse a una pandemia.

AstraZeneca, de mal en peor

La montaña ha vuelto a parir un ratón. Después de semanas arriba y abajo con la solución al sindiós de la segunda dosis de Astrazeneca para los menores de 60 años, la autoridad sanitaria española (supuestamente) competente ha determinado, tachán, tachán, que sean los vacunados los que escojan si se vuelven a pinchar la marca maldita o prefieren Pfizer. Eso sí, asumiendo la toda la responsabilidad, previa firma de un documento de consentimiento informado. Pasándolo a limpio, lo que va a ocurrir es que un ciudadano mondo y lirondo tendrá que tomar la decisión que no han sido capaces de tomar quienes disponen de sobrados conocimientos en la materia. Sssstupendo, que diría un personaje de Forges.

Si eso no es lo suficientemente esperpéntico, tal movimiento implicará lo que puso sobre la mesa anteayer la consejera Gotzone Sagardui tirando de la aritmética más básica: todas las segundas vacunas de Pfizer se restarán de las previstas para las próximas primeras dosis. El santo que se vista será a costa de desvestir a otro. La manta no llega para tapar cabeza y pies.

Pero no se vayan todavía, que aún hay más. Porque esta novedad que estamos difundiendo los medios todavía puede quedarse en agua de borrajas. La ultimísima palabra la tendrá el Comité de Bioética, órgano consultivo al que se le ha trasladado la patata caliente. Eso, con la Agencia Europea del Medicamento clamando a voz en grito desde hace varias semanas que, puesto que los beneficios son infinitamente mayores que los riesgos, lo más sensato es que la segunda dosis sea con Astrazeneca. Entretanto, un millón y medio de personas aguardan una solución.

Irresponsables con y sin cubata

Si no estuviéramos en medio de una inmensa tragedia con alrededor de cien mil muertos en el estado, resultaría hasta cómico. El ministro de Justicia español, un tipo cuyo nombre desconocen nueve de cada diez de sus administrados, sale de las catacumbas para decir por la mañana pata y al mediodía patata. Qué personaje, el tal Juan Carlos Campo, que nos madrugó en El País con una redacción escolar en la que daba por muerta la pandemia y terminaba con un párrafo pegoteado tras las imágenes de la nochevieja del fin del estado de alarma deslizando que quizá se pueda cambiar el cagarro de decreto evacuado por su gobierno el otro día. Total, para desmentirse a sí mismo un rato después en el programa de Ferreras.

La última versión del mengano cuando tecleo estas líneas es que no hay nada que cambiar, que la legislación ordinaria no permite el toque de queda y que las comunidades tienen “un arsenal de herramientas jurídicas” para hacer frente al virus. Ni media hora antes, su compañero de gabinete Miquel Iceta había asegurado a metro y medio del vicelehendakari Josu Erkoreka que si cualquier comunidad necesitaba un estado de alarma, se estudiaría y con toda probabilidad se concedería. Como se ve, la irresponsabilidad de los juerguistas del domingo es directamente proporcional a la del gobierno español.

Prórroga, el mal menor

Todos los políticos con o sin responsabilidades de gobierno deberían revisar lo que han dicho sobre el estado de alarma desde que se decretó el primero hace más de un año. Comprobarían que han ido incurriendo no en una sino en una buena colección de contradicciones. Y da lo mismo la postura que se haya defendido. Quienes lo ponderaban como herramienta imprescindible e insustituible sostienen ahora que basta con la legislación ordinaria para hacer frente a la pandemia. Exactamente a la inversa, los que que proclamaban que era una exageración echar mano de un instrumento legal excepcional se han convertido ahora en partidarios de la prórroga.

Debo confesar que yo mismo no estoy libre de la contradicción o, si quieren, la incoherencia. En todo caso, después de lo visto en estos interminables 14 meses, opto por lo práctico. El decreto de estado de alarma —y más con la pachorra con que lo ha administrado el gobierno español— es la opción menos mala. Utilizando la metáfora al uso, es el paraguas jurídico que aun teniendo un montón de agujeros puede sacarte de un apuro en un momento dado. Vamos, que menos da una piedra. Por eso, y dado que los efectos de las vacunas todavía no han conseguido que la situación sanitaria sea muy distinta a la de octubre del año pasado, lo más lógico es mantenerlo.

Votar al Ibex 35

Todavía voy por la calle riéndome bajo la mascarilla al recordar la acongojante carambola que permitió que fuese convalidado en el Congreso el Decreto que regirá los suculentos fondos europeos para la recuperación. ¡Gracias a la inesperada abstención de Vox y a los votos favorables casi sobre la campana de Euskal Herria Bildu. Y sí, dirán ustedes, que hubo otras formaciones que respaldaron la vaina, como Más País, Compromís o el PNV. La diferencia es que tales grupos estaban ahí de saque y que por delante le habían atizado unas buenas collejas al doctor Sánchez por salir a las votaciones a porta gayola, sin negociar ni un tantín los posibles apoyos. El sí de los liderados por Arnaldo Otegi llegó, reitero, in extremis y tras haberle arrancado al presidente español la promesa de incluir medio parrafito sobre los ayuntamientos.

La actitud del autotitulado soberanismo vasco ha sido digna de aplauso, no lo voy a negar. Asunto diferente es que vaya a pasar por alto que EH Bildu ha votado a favor de la viga maestra para pedir y gestionar esos fondos que hasta ahora han venido diciendo que van a ser mangoneados por las poderosas corporaciones del Ibex 35, los del club Bilderberg y, en general, los malvados hijos de Davos. ¿Cambiará el cuento ahora que han dado el visto bueno a tal cosa? Vuelvo a reírme.

Bares y bares

Si no fuera por el fondo de tragedia, sería otra vez despiporrante. Con un par, han cogido la vanguardia del canto de gesta lacrimógeno a la hostelería los mismos que llevan toda la pajolera vida bañándonos de teóricas pardas sobre la explotación laboral en el sector. Que si trabajo en negro, horarios esclavistas, sueldos de miseria o, cómo no, contabilidades en B para escamotear impuestos al pueblo obrero. Por no mentar, claro, la moralina estomagante sobre el ocio basado en el castigo del hígado. Es para miccionar y no echar gota que justamente esos paladines de lo correcto nos vengan ahora con monsergas de todo a cien exigiendo provisiones requetemillonarias de pasta pública para salvar a los otrora malvados tasqueros. Al resto de las actividades hundidas, como son menos fotogénicas, que les vayan dando.

Y sí, que no seré yo quien diga que no se debe echar un cable lo más gordo posible a aquellos que les llueven chuzos de punta. Me hago cargo perfectamente de la tremenda situación de los propietarios de esos locales, y desde luego, de los currelas. Otra cosa es que tenga un problema de nota con los genéricos. A mi no me hablen de “la hostelería”, sino de este bar, el otro y el de más allá. Distingo perfectamente a quien se lo suda y a quien se pasa cien pueblos. Y lloro o no en consecuencia.