La reforma de la reforma, ¡por fin!

Hay que restregarse los ojos. Gobierno español, los dos sindicatos mayoritarios del Estado y la CEOE han alcanzado un acuerdo para derogar la reforma laboral de Rajoy y sustituirla por una nueva normativa. ¡Albricias y requetealbricias! Confieso que desconozco la letra pequeña y, por tanto, hablo solo de la música, que suena extraordinariamente bien. Quizá exagere, pero hay que retrotraerse a los llamados Pactos de La Moncloa (octubre de 1977) para encontrar un hito similar. A nadie se le escapa que buena parte de la autoría del milagro hay que atribuírselo a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que ha sido capaz de tejer complicidades hasta ahora imposibles. La vicepresidenta ha vuelto a demostrar a todos, empezando por los de su propia bandería, lo que va de predicar a dar trigo. Puede que últimamente se esté adornando en exceso y que sigamos sin saber de qué va su proyecto político para el futuro, pero Díaz deja acreditado que es una política de luces largas.

Claro que ella sola no lo habría conseguido. Habrá que ponderar el granito que han puesto los líderes de UGT y Comisiones, Pepe Álvarez y Unai Sordo, e incluso por encima, la aportación del jefe de los patronos, Antonio Garamendi. No me cabe la menor duda de que el extremocentro le va a atizar con lo gordo de la minipimer y casi albergo la seguridad de que en su propia organización le segarán la hierba bajo los pies. Pero que le quiten lo bailado a quien nos ha roto (a mí el primero) los esquemas. Por lo demás, a la espera de los detalles, me atrevo a apostar que el nuevo texto no será demasiado diferente al anterior. La política es así.

Y la reforma, sin derogar

En el penúltimo capítulo del culebrón sobre el cruce de zancadillas y bofetadas entre los dos socios del gobierno español, Sánchez ha tenido que convocar a sus dos vicepresidentas enfrentadas a una reunión para templar gaitas. Hay que contar hasta cien para no caer en la tentación de escribir lo que inspira la sola imagen del tal encuentro. Pero como todo va de controlar la batalla comunicativa, en los titulares se ha conseguido colar que PSOE y Podemos han llegado a un acuerdo. ¿Y exactamente para qué? Pues para encontrar el modo de ponerse de acuerdo, he ahí la perogrullada. Más o menos, como cuando en las asambleas de la facultad sometíamos a votación si había que votar.

Resumiendo, que estamos en la enésima patada a seguir. Nada se ha resuelto realmente, salvo que las dos contendientes pueden contar a sus respectivas parroquias que se están saliendo con la suya. Nadia Calviño, porque la negociación de la derogación estará tutelada por representantes socialistas, y Yolanda Díaz, porque será su ministerio el que la liderará. Mientras, ni cenamos ni se muere padre. Sigue vigente la supuestamente perversa reforma laboral que este gobierno ha prometido cien veces echar abajo. Para cuando llegue el momento de la verdad, puesto que una nueva normativa no es algo que se haga de un día para otro, estaremos al final de la legislatura. Y todo, seguramente, por la dañina costumbre de aferrarse a los maximalismos y los eslóganes. Si el compromiso hubiera sido más realista —simplemente anular los aspectos más lesivos—, ahora sería más fácil cumplirlo.

Gobierno de coalición en crisis

Leo por enésima vez que la bronca entre los socios de gobierno en España no da más de sí. Esta, y no las otras mil anteriores, es la remadrísima de todas las batallas. Están a un tris de la ruptura. Tanto, que se ha convocado la comisión de crisis del pacto y en el congreso de Comisiones Obreras, Yolanda Díaz ha sido recibida al grito de “¡Presidenta, presidenta!”. Ella, claro, se ha sentido obligada y ha proclamado que a Marx (¿Karl o Groucho?) pone por testigo de que la reforma laboral de Rajoy se va a derogar, diga la diga la neoliberalota esa de Calviño. Creo que ni merece la pena recordar que la promesa lleva diez reediciones y año y pico de retraso. Y menos mal, porque si no es por los ERTE contemplados en esa malvada legislación, a ver cómo narices se había bandeado el tantarantán de la pandemia.

Y luego está lo de Batet haciendo lo que tenía que hacer porque será muy majo el diputado Rodríguez, pero quién le manda liarse a patadas con un uniformado. Hasta el que reparte los refrescos sabe que si el Supremo hubiera condenado a uno de Vox, todos estaríamos gritando con los ojos fuera de las órbitas que debía abandonar la casa de la soberanía popular. Concluyendo, que menos fingirse víctima de traiciones sin cuento. O dicho en plata, que ya está bien de tanta deslealtad. Si verdaderamente Unidas Podemos siente que está siendo objeto de ultrajes intolerables, la directa es romper el acuerdo con el PSOE de una pajolera vez y asumir el riesgo de retratarse frente a las urnas, donde amén de su propia hostia, quizá propiciaría un gobierno del PP con Vox. ¿Hay los bemoles suficientes para jugársela así? Pues háganlo o dejen de jorobar la marrana.

Podemos, nueva etapa

Del relevo en Podemos llama la atención casi más el cómo que el qué. Y no hablo exactamente de los nombres ni del modo en que se han escogido, sino de la sordina aplicada al momento final del proceso. Se puede decir que coincidía con Colón, pero también lo hacía con las primarias en el PSOE andaluz, que sin ser una filfa, objetivamente era un acontecimiento informativo de menor relieve que Vistalegre IV. Cabe atribuirlo a una cierta desidia de quienes deciden la agenda de actualidad o, siendo peor pensado, al intento de dar por amortizado al partido morado. Por alguna razón, que no digo yo que esté falta de lógica, se está instalando la idea de que sin el hiperliderazgo casi mesiánico de Pablo Iglesias, la formación está condenada a una agonía similar a la que acabó con la UPyD de Rosa de Sodupe o, por buscar un ejemplo más cercano y literalmente sangrante, con la impúdica descomposición de Ciudadanos a la vista de todo el mundo. Creo, sin embargo, que en el caso que nos ocupa, la resistencia a irse por el desagüe político puede ser mayor. Seguramente, en un plazo corto Podemos no revalidará los espectaculares resultados electorales que ha acreditado. Los votantes entusiastas de la novedad volverán a la abstención, al PSOE o, en el caso de Euskal Herria, a EH Bildu. Pero intuyo que muchos quieren seguir apostando por una fuerza que para ellos no es de sustitución sino la que entienden que les representa. El reto de la nueva dirección bicéfala es responder a esa demanda y demostrar con hechos que se merece la confianza de esa base real. Si no lo consigue, quedará un tripartidismo con dos derechas dispuestas siempre a sumar.