Aunque nos vaya a dejar en el chasis a mordiscos, al PP no se le puede negar que se esfuerza por hacernos entretenida la agonía. Cada medida antisocial, cada incumplimiento de programa —todos hasta la fecha—, cada ocurrencia letal que despacha al BOE vía Decreto Ley viene en compañía de una guarnición cómico-patética que no es que las haga más tragables pero, por lo menos, anima fugazmente el patio. Hay quien sostiene, de hecho, que haber reclutado para el Gobierno a tanto sacamuelas de feria atiende a una estrategia milimétricamente estudiada para que el personal piense en otra cosa mientras le van vampirizando hasta la última gota de sangre. No creo que les dé el cacumen para tanto. Si se multiplican las cortinas de humo que salen de Moncloa y Génova es por pura torpeza en el uso de material inflamable, cuando no por la tendencia innata a la piromanía de varios de los barones y baronesas que sobrevuelan el nido de la gaviota.
De entre estos episodios autolesivos que por un rato tapan los titulares sobre recortes y rescates, confieso que me tiene enganchado el de la reyerta a cuenta del que los medios del entorno llaman con mala baba “Caso Bolinaga”. Después de que en el comité nacional del lunes volaran los cuchillos y algunos estuvieran a un tris de agarrase por las solapas, salió Basagoiti con la manguera —que le pega como a Cristo dos pistolas— a pedir a sus conmilitones que no dieran tres cuartos al pregonero. Le hicieron el mismo caso que un peine a Yul Brinner. Desde entonces, Mayor Oreja se ha hecho una docena de giras completas por los platós y los estudios de la carcundia patanegra para difundir la especie de que su partido es blando con la [sic] ETA. De regaliz, añade que gracias a eso, el PNV y EH Bildu se saldrán del mapa el 21-O y al día siguiente proclamarán la independencia. Y los templados, que alguno hay, comiéndose los higadillos y borrando tuits. Qué espectáculo.