Jolines, qué tarde la de aquel día, martes de carnestolendas en el congreso de los diputados y las diputadas, cuando el empuje del pueblo que unido-jamás-será-vencido (¡ra, ra, ra!) abrió en el muro de la tiranía mayorabsolutista una grieta por donde se coló un rayo de luz y razón. Lívido el gesto cual María Antonieta al pie de la guillotina, el grumete Al Onso, portavoz de la reacción gaviotil, balbuceó su rendición: “Venga, va, aceptamos ladilla como animal de compañía y para que veáis que no somos tan malotes, votaremos a favor de la tramitación de la ILP sobre los desahucios. Luego ya, si eso, la convertiremos en fosfatina con nuestro rodillo, como siempre”. Tal fue el estruendo celebratorio —o la sordera selectiva—, que la última frase, la que contenía la parte fundamental del mensaje, se fue a cascarla a Ampuero. Twitter ardió de júbilo entre Favs y RTs: ¡Sí se puede, sí se puede! Y de este modo se convirtió en triunfo sin precedentes y gesta para contar a los nietos algo tan de carril como que los culiparlantes se avinieran a echarle un ojo —antes de tumbarla— a una propuesta legislativa avalada por casi un millón y medio de firmas.
No fue el único episodio épico de tan gloriosa jornada en el domicilio putativo de la soberanía popular. Un rato antes, un par de heroicas señorías del zurderío fetén se jugaron el pellejo (es decir, los padrastros de los dedos índice y pulgar) subiendo a Youtube de extranjis la ultrasecretísima comparecencia del baranda del Banco Central Europeo, Mario Draghi. Cierto que en los vídeos ni se jipiaba ni se escuchaba un carajo. Cierto también que el gachó vestido de Armani no había revelado el tercer secreto de Fátima ni cosa parecida y que la chapa requeteconfidencial fue colgada íntegramente en la web del BCE. Más cierto aun, que la directa habría sido un plante y que le fueran dando al buen señor. Pero, claro, eso lucía menos, dónde va a parar.