No termina de entrarnos en la cabeza. Los negocios no saben de romanticismos ni de sentimentalismos. Tampoco de demagogia facilona. ¿O acaso los que prometieron, allá a quinientos y pico kilómetros, que iban salvar La Naval la salvaron? Por supuesto que no. Su bravata quedó apuntada, como tantas otras, en la barra de hielo. En la jungla de la empresa y las finanzas querer no necesariamente es poder.
Escribo todo esto, como estarán imaginando, a cuenta de la sorpresiva absorción de Euskaltel por parte de MásMóvil. Nos pongamos como nos pongamos, una vez que la compañía madrileña con una pequeña pata testimonial en Donostia tomó la decisión de hacerse con nuestra emblemática teleco naranja, solo había dos formas: por las regulares o por las malas. En el segundo caso, la operación habría respondido a los usos y costumbres habituales. Sin miramientos, todo habría marchado a Alcobendas, sede principal de la compradora.
Así que, aunque lo ocurrido no haya sido lo más deseable, creo que podemos darnos un canto en los dientes. La OPA amistosa garantiza el arraigo y el empleo tanto directo como indirecto durante cinco años. Conociendo algo la trayectoria de MásMóvil, es razonable pensar que se cuidará mucho de mantener la marca y la presencia social que ha hecho de Euskaltel algo más que una empresa.