Son solo negocios

No termina de entrarnos en la cabeza. Los negocios no saben de romanticismos ni de sentimentalismos. Tampoco de demagogia facilona. ¿O acaso los que prometieron, allá a quinientos y pico kilómetros, que iban salvar La Naval la salvaron? Por supuesto que no. Su bravata quedó apuntada, como tantas otras, en la barra de hielo. En la jungla de la empresa y las finanzas querer no necesariamente es poder.

Escribo todo esto, como estarán imaginando, a cuenta de la sorpresiva absorción de Euskaltel por parte de MásMóvil. Nos pongamos como nos pongamos, una vez que la compañía madrileña con una pequeña pata testimonial en Donostia tomó la decisión de hacerse con nuestra emblemática teleco naranja, solo había dos formas: por las regulares o por las malas. En el segundo caso, la operación habría respondido a los usos y costumbres habituales. Sin miramientos, todo habría marchado a Alcobendas, sede principal de la compradora.

Así que, aunque lo ocurrido no haya sido lo más deseable, creo que podemos darnos un canto en los dientes. La OPA amistosa garantiza el arraigo y el empleo tanto directo como indirecto durante cinco años. Conociendo algo la trayectoria de MásMóvil, es razonable pensar que se cuidará mucho de mantener la marca y la presencia social que ha hecho de Euskaltel algo más que una empresa.

PSE-EE, 25 años

25 años de la convergencia (ejem) de PSE y EE, el tiempo acaba embadurnando casi todo de una gruesa capa de melaza. De saque, confieso que me enternece la conmemoración. ¿Desde hace cuánto que nadie repara en ese par de letras que arrastra el partido actualmente liderado por Idoia Mendia? Apuesto a que si salimos alcachofa en mano a preguntar a los viandantes, con suerte, solo alguno de los más viejos del lugar sabría situar la coletilla en su contexto. Es el signo de los tiempos, pero también en este caso, la constatación de que aquel episodio no se cuenta entre los que han quedado en el acervo colectivo.

Yo mismo, que me precio de buena memoria, tengo un recuerdo nebuloso de aquellos días de 1993 en que, cautivas y desarmadas, buena parte de las huestes de lo que fue una formación revolucionaria en muchos sentidos se entregaron con armas y bagajes a un partido instalado en la oficialidad. No se olvide que por entonces el PSOE más hediondo resistía numantinamente en Moncloa los envites del joven Aznar y que el PSE, nave nodriza, sesteaba plácidamente en el bipartito que gobernaba casi todas las instituciones importantes de la demarcación autonómica.

¿Cómo pudo ser que muchas de las personalidades políticas más brillantes y atrevidas —cierto, y también con menos tirón electoral— de las dos décadas anteriores acabaran entrando por su propio pie en la organización que, por decirlo suavemente, no había sido ajena al GAL? Aquí la respuesta es la del bribón Rato: es el mercado, amigo. Euskadiko Ezkerra debía 800 millones de pesetas, un pastón, y el PSE se hizo cargo de la deuda. Lo demás es literatura.