Ni oasis ni desierto

Pues claro que esto no es ningún oasis, hay que joderse con los salmodiadores de argumentarios. Tantos cerebros echando humo, y todo lo que se les ocurre de uno a otro presunto extremo del arco ideológico es salir con esa metáfora que, como nos documentaba el sabio Joxan Rekondo, es más vieja que el hilo negro. Siglo y pico tiene la vaina que se ha utilizado hasta la náusea, miren qué curioso, igual para la pecaminosa Baskonia que para la nuevamente levantisca Catalunya.

He ahí un primer retrato psicológico de los que se echan a la boca la letanía: niegan de tal modo, que se diría que afirman. Y qué gracia, oigan, que la invectiva sirva igualmente a los que sostienen que estamos sin españolizar debidamente como a los que proclaman que, puesto que somos la hostia en bicicleta, debemos romper las cadenas con que nos someten nuestros malvados vecinos del sur. Caray, con la ciclotimia.

En cualquier caso, si fuera tan obvio que Euskadi es la mierda pinchada en un palo que vienen a describir, ¿no bastaría con decirlo así? Por lo demás, la gente lo vería con sus propios ojos y sería de todo punto innecesario que se lo subrayaran en cada mitin, en cada entrevista, en cada debate, en cada hoja buzoneada. A ver si va a ser que no es tan evidente.

Vuelvo al inicio. Esto no es un oasis y mucho menos, el paraíso, especialmente para quienes palman haya o no haya crisis. Pero tampoco es ni de lejos el infierno o, buscando el paralelo contrario, el desierto que pretenden pintar los zánganos intelectuales abonados al cuanto peor mejor. Por cierto, estoy por conocer a uno solo de ellos que no viva como un pachá.