300.000 hijos de puta

Carlos Martínez Gorriarán, otro de los que se pasan la segunda parte de su vida arrepintiéndose de la primera. De militante de ETA VI a vociferante de la urbanidad y las buenas costumbres con tribuna adosada en la prensa ortopensante. Los hay a puñados en UPyD, esa charada donde cada sigla significa exactamente lo contrario de lo que enuncia y lo hace, además, escalando el tamaño de las trolas: poca unión, bastante menos progreso y conjunto vacío de democracia. Un jariguay party elaborado con polvos de la guerra del norte para cosechar votos canjeables por gavelas varias entre la ciudadanía que se chuta Cope e Intereconomía en vena Pancorbo abajo.

¿Que ya estamos con el trazo grueso? Puede ser, pero ni por esas empatamos con la piada que se largó el gachó hace cuatro días en esa corrala a lo bestia llamada Twitter. Con la vena hinchada por la visión del nuevo alcalde de Donostia, contestaba así a un cofrade asturiano que le había preguntado si tenía intención de acercarse a la tierrina: “Iré por allí, sí señor. Asturias se parece al País Vasco, pero con 300.000 hijos de puta menos. Buena razón para ir”. Ahí lo tienen, todo un profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la sufrida UPV, ejerciendo su magisterio pardo.

Si atribuyen la demasía a un calentón, descártenlo. Desde que el regüeldo se propagó a la velocidad dinamitera de las redes sociales, el mengano anda todo engallado reafirmándose en su peculiar censo y hasta engrosándolo con cualquiera que le pida explicaciones. Debemos de estar ya en su contabilidad por el medio millón y subiendo.

La tentación es pagarle con la misma moneda y ponerlo a liderar la lista. Vénzanla. Es lo que quisiera toda esta piara que se crió en el acción-reacción-acción y, ahora que se han cambiado de acera y de chaqueta, no saben quitarse el pelo de la dehesa. Resulta más eficaz sonreír ante la ocurrencia y seguir cabalgando al son de sus ladridos.