Gaspar contra el Cupo

No era suficiente con el cada vez más crecido figurín figurón naranja. Ni con los susánidos de las Caciquelandias Bética y Penibética. Faltaba para el duro centralista ese gran reventador de todo lo que toca que atiende por Gaspar Llamazares. De fracaso en fracaso hasta la hostia final, el médico a palos que se cargó Ezker Batua antes de convertir en excrecencia de alquiler a Izquierda Unida Federal funge ahora como portavoz de su grupúsculo en la Junta General del Principado de Asturias, es decir, el parlamento de aquellos lares. Su penúltima hazaña en calidad de tal ha sido sacar adelante una proposición que abre la puerta, ojo al dato, a que el gobierno regional denuncie la última actualización del Cupo vasco ante el Tribunal Constitucional. El Convenio navarro parece que se libra. Tósanle al Rasputín natural de Logroño.

¿Con 5 de los 45 escaños? ¿Cómo ha sido posible? Sí, eso tiene también su miga. Sumen los 3 de Ciudadanos y los 9 —oh, sí— de Podemos, descuenten la abstención vergonzante de la mayoría socialista (14), y les salen los números de la tiña. PP y Foro Asturias votaron en contra, lo cual no deja de componer un peculiar retrato.

Como de costumbre en estos casos, la justificación del berrinche es la vaina de la insolidaridad y los privilegios. Hay que tenerlos blindados para salir por esa petenera desde el lugar al que se le ha venido sufragando el acero y el carbón a precio de caviar iraní. Una pena, que el capo sindical Villa ya no esté —eso dicen— en condiciones de responder por la lluvia de millones a cambio de la paz social y los votos. Es lo que tiene que nos conozcamos tanto.

Otro farsante al descubierto

José Ángel Fernández Villa ha salido en los papeles mucho menos que el pequeño Nicolás, a pesar de que le aventaja en miles de trapisondas. Por pura cuestión biológica. Cuando vino al mundo el niñato cuya prometedora carrera parece haber terminado prematuramente, Villa llevaba decenios de maniobras orquestales en la oscuridad. Nada se movía en la cuenca minera asturiana y casi nada en el Principado sin el visto bueno del cacique rojo al que le acaban de descubrir, como a un Pujol de vía estrecha, 1,4 millones de euros de procedencia inexplicable. Igual que el otrora molt honorable, se ha amorrado a la excusa de la herencia familiar, cuando hasta el último de sus paisanos sabe que su padre era un humilde chigrero.

Nadie en su entorno parece estar dispuesto a creerle. Ahí está su incalculable drama y, de paso, la tremenda enseñanza sobre la condición humana. Apenas ayer, su santa voluntad se cumplía con idéntica sumisión en el fondo del pozo que en las plantas nobles de partidos (el suyo y los demás), administraciones o empresas de cualquier tamaño. Caído en desgracia en apenas 48 horas, las que mediaron entre la difusión de la noticia y su expulsión sumarísima del PSOE tras más de 40 años de militancia, hasta quienes fueron sus más próximos reniegan de él.

Y no es que guarden silencio. Peor: han empezado a largar por los codos sobre cómo las gastaba Villa, incluyendo huelgas amañadas, vidas de compañeros arruinadas, trasiego de multimillonarias subvenciones para callar bocas y, de propina, presuntos chivatazos a la Brigada Político Social. Todo muy sucio, sí. Tanto como contarlo justamente ahora.

300.000 hijos de puta

Carlos Martínez Gorriarán, otro de los que se pasan la segunda parte de su vida arrepintiéndose de la primera. De militante de ETA VI a vociferante de la urbanidad y las buenas costumbres con tribuna adosada en la prensa ortopensante. Los hay a puñados en UPyD, esa charada donde cada sigla significa exactamente lo contrario de lo que enuncia y lo hace, además, escalando el tamaño de las trolas: poca unión, bastante menos progreso y conjunto vacío de democracia. Un jariguay party elaborado con polvos de la guerra del norte para cosechar votos canjeables por gavelas varias entre la ciudadanía que se chuta Cope e Intereconomía en vena Pancorbo abajo.

¿Que ya estamos con el trazo grueso? Puede ser, pero ni por esas empatamos con la piada que se largó el gachó hace cuatro días en esa corrala a lo bestia llamada Twitter. Con la vena hinchada por la visión del nuevo alcalde de Donostia, contestaba así a un cofrade asturiano que le había preguntado si tenía intención de acercarse a la tierrina: “Iré por allí, sí señor. Asturias se parece al País Vasco, pero con 300.000 hijos de puta menos. Buena razón para ir”. Ahí lo tienen, todo un profesor titular de Estética y Teoría de las Artes de la sufrida UPV, ejerciendo su magisterio pardo.

Si atribuyen la demasía a un calentón, descártenlo. Desde que el regüeldo se propagó a la velocidad dinamitera de las redes sociales, el mengano anda todo engallado reafirmándose en su peculiar censo y hasta engrosándolo con cualquiera que le pida explicaciones. Debemos de estar ya en su contabilidad por el medio millón y subiendo.

La tentación es pagarle con la misma moneda y ponerlo a liderar la lista. Vénzanla. Es lo que quisiera toda esta piara que se crió en el acción-reacción-acción y, ahora que se han cambiado de acera y de chaqueta, no saben quitarse el pelo de la dehesa. Resulta más eficaz sonreír ante la ocurrencia y seguir cabalgando al son de sus ladridos.