Garzón contra Garzón

La primera vez que te engaña Baltasar Garzón es culpa suya. La segunda, la tercera, la cuarta, la quinta… qué quieres que te diga, amigo progresí. Quizá empieza a ser menester que le des una vuelta a cómo las gasta el fulano extogado que veía amanecer, según la almibarada biografía escrita por Pilar Urbano, también conocida como Pilar Suburbano entre los veteranos del gremio periodístico.

Es probable que ni sepan los lectores a santo de qué saco a coalición al creador de aquella religión que se basaba (y aún se basa) en el mantra único Todo es ETA. Por fortuna, más allá de sus bien pagadas presencias en platós, mesas redondas y bolos varios, las andanzas del tipo se quedan en el córner de la actualidad. La última consiste en secundar al simpar Gaspar Llamazares en la creación de una candidatura para las elecciones de mayo bajo la marca Actúa, que hasta ahora era una escorrentía de Izquierda Unida. Se trataba de competir contra el partido nodriza con su propia pasta, con Garzón in person encabezando la lista a las europeas.

Para que no falte ningún detalle chusco, han aparecido unas grabaciones al estilo Villarejo —no por casualidad, compañero de cloacas del exmagistrado— que prueban la fechoría. “Este señor y yo nos tenemos que comer las candidaturas más importantes”, dice Gaspar en alusión a Baltasar (se diría que solo falta Melchor Miralles para completar la tripleta de reyes magos) en uno de los audios. Ahora, el otro Garzón, Alberto, el de la boda a lo duque de Alba, que todavía manda en la actual excrecencia de Podemos llamada IU, está que fuma en pipa por la traición. Como si no se la hubiera buscado.

Gaspar contra el Cupo

No era suficiente con el cada vez más crecido figurín figurón naranja. Ni con los susánidos de las Caciquelandias Bética y Penibética. Faltaba para el duro centralista ese gran reventador de todo lo que toca que atiende por Gaspar Llamazares. De fracaso en fracaso hasta la hostia final, el médico a palos que se cargó Ezker Batua antes de convertir en excrecencia de alquiler a Izquierda Unida Federal funge ahora como portavoz de su grupúsculo en la Junta General del Principado de Asturias, es decir, el parlamento de aquellos lares. Su penúltima hazaña en calidad de tal ha sido sacar adelante una proposición que abre la puerta, ojo al dato, a que el gobierno regional denuncie la última actualización del Cupo vasco ante el Tribunal Constitucional. El Convenio navarro parece que se libra. Tósanle al Rasputín natural de Logroño.

¿Con 5 de los 45 escaños? ¿Cómo ha sido posible? Sí, eso tiene también su miga. Sumen los 3 de Ciudadanos y los 9 —oh, sí— de Podemos, descuenten la abstención vergonzante de la mayoría socialista (14), y les salen los números de la tiña. PP y Foro Asturias votaron en contra, lo cual no deja de componer un peculiar retrato.

Como de costumbre en estos casos, la justificación del berrinche es la vaina de la insolidaridad y los privilegios. Hay que tenerlos blindados para salir por esa petenera desde el lugar al que se le ha venido sufragando el acero y el carbón a precio de caviar iraní. Una pena, que el capo sindical Villa ya no esté —eso dicen— en condiciones de responder por la lluvia de millones a cambio de la paz social y los votos. Es lo que tiene que nos conozcamos tanto.

La (pen)última de Garzón

No será porque no se les advirtió, con especial fogosidad desde este trocito del mapa donde aún padecemos las consecuencias de las acciones del siniestro personaje. Pero ni caso. Entre la natural benevolencia —madre de tantos desastres— de los que levitan más que pisan por la izquierda-izquierda y sus dedos hechos huéspedes al barruntar que por una vez en la vida sumaban en lugar de restar, acogieron en su seno con inusitado alborozo al ya ex-juez campeador. Menudos caretos, el domingo, al desayunarse en el periódico que fue de cabecera y ahora solo de referencia a regañadientes con el titular que anunciaba la defección: “[Baltasar] Garzón y exdirigentes de IU se ofrecen al PSOE para derrotar a la derecha”. Como en los malos vodeviles, los últimos en enterarse de que llevaban cornamenta. En labores de celestinaje, el trasgo Gaspar Llamazares, que se apresuró a desmarcarse… igual que hizo cuando participó activamente en la demediación del antiguo quinto espacio vasco; Judas, un aprendiz.

Una vez más, la penitencia venía adosada al pecado, que en este caso fue de candidez, pero también un tanto de soberbia. Algunos se creyeron capaces de domesticar al escorpión que tenía acreditado haber picado a cuantos le habían agasajado con pasta, premios y sonrisas. Pensaban en serio que el tipo que salió rebotado de cada pesebre en el que abrevó se quedaría a vivir para los restos allá donde estaban dispuestos a darle calor de hogar y una cabeza de lista en las europeas, si se terciaba. Pues toma desengaño cruel y canalla. A la primera de cambio, la criatura de pelo cano se vuelve a una de las madrigueras que ya dejó manga por hombro y donde ahora —cómo de grande será la necesidad del PSOE— lo reciben cual hijo pródigo.

La parte positiva de esta triste y previsible historia es que, inmediatamente después del sofocón, se abrirá paso el alivio por haberse quitado de encima a semejante individuo.