Son esas cuestiones que pasan de puntillas por la actualidad porque la prensa amiga se hace la sueca y si las cuenta la que no es tan amiga, suenan al raca-raca que se invoca desde Nueva Lakua como comodín del público y encubridor de cualquier fechoría. Pero, como son noticias de aquí a Lima, hay que dejar constancia de ellas, aunque suponga un gasto inútil de fuerzas y neuronas. ¿O es que hay que callarse ante la evidencia de un premio chuscamente amañado como el que pretende darle por la jeró el Departamento de Justicia del Gobierno Vasco al exjuez y mártir Baltasar Garzón?
Como lo están leyendo. Resulta que el negociado que dirige Idoia Mendia en los ratos libres que le deja su tarea como portavoz del patxinato concede anualmente una distinción bautizada con el nombre de René Cassin. Buen sofoco se llevaría el redactor principal de la Declaración Universal de los Derechos Humanos si se enterara en el más allá de que en el menos acá lo están mezclando con una arbitrariedad bananera. Les resumo: aunque teóricamente el galardón lo decide un jurado independiente, en esta edición (a saber en el resto) ha trascendido que el dedazo de la consejería ha señalado sin género de dudas como futuro laureado al recién destogado Garzón. Un guiño a esa izquierda un tanto olvidadiza que lo ha adoptado como mascota, ya imaginan.
Lo divertido y Al tiempo revelador es que, si bien en un primer momento Mendia salió en tromba con el habitual desmentido bilioso y cabreado, una vez retratada con el carrito del helado, cambió de estrategia. El viernes reivindicó la cacicada en sede parlamentaria y la justificó como una operación para dar bola a un premio casi clandestino. Con un par, la trapisonda hecha marketing sin sonrojo alguno desde el machito institucional. Descubierto el pastelón, la faena tal vez sea para Don Baltasar. Sería demasiado morro que se llevara la placa y los 16.500 euros. ¿o no?