Un auto nada respetable

De entre todas las supercherías esotéricas que perviven en esta sociedad que se proclama moderna y adulta, hay pocas que me asombren más que el fetichismo jurídico. Y si comparamos, hasta salen ganando los antiguos. Veo más racional rendir pleitesía al sol o adorar a un árbol que la entregada veneración que dispensamos a los sumos sacerdotes de las togas negras y las puñetas blancas. Como si temiéramos que la menor flaqueza en la devoción debida fuera a provocar que un rayo nos partiese en dos, nos arrodillamos ante su pulgar hacia arriba o hacia abajo y entonamos la letanía de costumbre: “respeto todas las decisiones judiciales”. Pues yo, así se me venga el cielo encima, me declaro apóstata a este dogma. Las únicas que respeto son, toma perogrullada, las respetables. Con las otras, que suelen no ser pocas, me hago un cucurucho y lo lleno de churros, magurios, castañas asadas o lo que esté de temporada. La de los chamanes de la 61 del Supremo sobre Sortu, por ejemplo, sirve para improvisar una manga pastelera con la que escribir sobre un bizcocho borracho “¡Qué vergüenza!” y/o “¡Qué asco!”.

A medida

Decía el otro día que pagaría un café por los pensamientos íntimos de Zapatero en su crepúsculo. Añado un cruasán a cambio de las tribulaciones de los dieciséis tipos -incluyo a los de los votos particulares- que han hecho el traje judicioso que les habían pedido… que era el que la mayoría de ellos habrían tejido sin mediar encargo. Si tuvieran algo parecido a conciencia -a saber en qué estrado se la dejaron-, reconocerían que no han aplicado la ley. No, ni siquiera esa trafulla insertada en el BOE con el único propósito de dejar fuera a los malos. Todo lo que han hecho ha sido recauchutar con jeribeques y palabros legaloides de cinco duros una decisión que venía tomada de fábrica. Hay que comprender que habría quedado muy feo decir que el nuevo partido es continuación de Batasuna, ergo ETA, porque les sale de los pelendengues a los dueños del balón. Mucho más aparente, dónde va a parar, si se envuelve en considerandos y quincallería supuestamente probatoria.

Evacuado este artefacto que consagra nuevamente la presunción de culpabilidad, los devotos de la secta que mentaba al principio han salido en procesión con sus aleluyas al estado de derecho funcionando a pleno pulmón. Para nota, el penitente López, que hace una semana dijo que no se podía estar marcando nuevas exigencias a Sortu todos los días y ayer soltó que la formación no ha hecho lo suficiente. Coherente, como siempre.