¿Una investidura canicular, Don Camilo? ¡Venga! No se diga más. El 22 de julio, día de Magdalenas, cuando por Bermeo, Mundaka y Elantxobe tiren la teja, Pedro Sánchez tirará los tejos a quienes pueden procurarle la renovación de su estancia en La Moncloa. Mal pinta la cosa hasta ahora. Tanto, que a la hora de darnos las fechas, han incluido la de la primera votación —23 de julio—, la de la segunda —25 de julio, Santiago y cierra España— y la de la probable repetición de las elecciones, allá por el 10 de noviembre. Si fuera una peli de serie B, que lo parece, al retorcido gurú de Sánchez, Iván Redondo, le brillaría el colmillo. ¡Tachán!
Como ya anoté por aquí, resulta entre divertido y escandaloso que con la supuesta urgencia que había en buscar la estabilidad, se plantee la cuestión como un juego de estrategia. O más bien, de cachazudez, porque parece que la vaina va de quién se para el último al borde del precipicio. Y a todo esto, la ciudadanía a la que todos invocan y en cuyo nombre aseguran hablar, alucinando en colorines ante la desparpajuda irresponsabilidad de quienes recibieron sus votos. Eso, claro, si no son tan inconscientes como el que suscribe y pasan un kilo de los jueguecitos de tronos que se traen los que lo tienen a huevo para pactar y no lo hacen por un dame acá ese ministerio o por unas cuentas de la lechera que determinarían un notable aumento de respaldo. Menuda ceguera o prepotencia sin matices, no contemplar que las urnas las carga el diablo y que si se soba mucho la entrepierna al personal, los nuevos comicios pueden tener como desenlace inesperado que esta vez sí sumen las tres derechas.