Me han dado hora para la revisión médica anual. Cuatro de enero, a las nueve de la mañana, en ayunas, con las gafas puestas y, bajo el brazo, el vergonzante tubo con la muestra de la primera orina del día. Seguro que saco sobresaliente en colesterol y dibujo un electro que representará fielmente los montes Apalaches. No descarto que me digan que ya estoy muerto aunque no me haya enterado. Lo asumiré con pundonor. Más me preocupa el impepinable aumento de las transaminasas liberalizoides que, a poco fiable que sea, detectará el espectrógrafo. Ensayo ya ante el espejo la intensidad dramática con que le inquiriré al galeno: “Dígamelo sin rodeos, doctor: ¿soy ya un neocon irrecuperable para la causa del progreso?”
Será sólo un diagnóstico confirmatorio. Sospecho que muchos lectores lo van a adelantar cuando les confiese -¡bomba va!- que no me entra en la cabeza por qué los sindicatos del metro de Bilbao consideran que pretender que haya servicio de suburbano en nochebuena es una intolerable muestra de explotación laboral. ¡Uf! Ya lo he escrito. Tómense, si lo desean, un respiro para llamarme hijo de Díaz Ferrán o cualquier sarta de exabruptos que se les ocurran. Una vez desfogados, hagan una lista mental de las personas que tendrán cita con el tajo mientras los demás nos comemos los langostinos y los polvorones. Ahí entran desde todas las ramas del personal sanitario a los técnicos de control de televisión que garantizarán la emisión del inevitable Especial Raphael, pasando por quienes servirán copas tras la barra de los garitos que en cada vez mayor número abren en la presunta noche de paz. Hasta los curas que celebrarán la misa del gallo tienen lugar en esa relación. ¿Son todos y todas víctimas de la impiedad obrericida?
Setas y Rólex
Admito, por descontado, un sí como respuesta, aunque en ese caso pediría unas migajas de coherencia. Por más que ésta sea época de milagros, no podemos cuadrar el círculo y aspirar a que todo funcione sin que haya quien lo haga funcionar. ¿Que buena parte de lo que va a permanecer activo son lujos prescindibles, falsas necesidades impuestas por este consumismo insaciable que nos deshumaniza? Venga, va: me subo a esa moto. Ahora decidamos de cuáles de todos esos vicios nos quitamos… y asumimos las consecuencias. Pero sin rechistar, ¿eh?
Me da que no estamos por la labor. Queremos soplar y sorber, setas y Rólex. Yo también quiero seguir teniendo conciencia social, y ya ven, aquí me tienen otra vez alineado con el capital. De esta me echan de rojo.