Kate Winslet y su rechazo al retoque fotográfico

Hace ya un par de semanas que recogí en un post la polémica surgida en torno a unas fotos retocadas de la actriz Inma Cuesta, y la consiguiente denuncia por los excesos cometidos.

Ahora es Kate Winslet la que salta a la palestra con una clausula anti-Photoshop (así la definen muchos medios), en la que obliga a una conocida marca de cosméticos a no utilizar, según algunas fuentes, y no abusar, según otras, del retoque de sus imágenes en la campaña publicitaria.

Kate_Winslet

El retoque es casi tan antiguo como la fotografía. Las modificaciones en los tiempos analógicos, de carrete y laboratorio, eran pura artesanía, digna de maestros del renacimiento. Tampoco deja de ser una falsa realidad la que se obtiene con una buena iluminación y un correcto maquillaje, así que no entiendo esa intensidad en la crítica de todos los que se rasgan las vestiduras con los ajustes digitales.

El abuso es denunciable, otro caso reciente es el de la estrella de Disney Zendaya, que mostraba otro «antes y después», con lo que esto se empieza a parecer a los infocomerciales de aparatos gimnásticos que muestran similares (y milagrosos) cambios corporales.

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Todos los excesos son perniciosos, pero creo que los «gurús» del marketing están aprovechando está polémica a su favor. La conocida marca de cosméticos, cuyo nombre me niego a citar, está acaparando titulares con la «supuesta» negativa al retoque de Kate Winslet. De momento ha logrado multiplicar la efectividad de su campaña y ha elevado exponencialmente la expectación de la misma.

No creo que haya fotógrafos, ni agencias, que vayan a tirar piedras contra su tejado, pero una apuesta segura es que el mayor número de sugerencias, peticiones, o exigencias, caen del lado de la balanza de personas que solicitan que se mejore digitalmente su imagen. El debate creo que es estéril, y va tomando derroteros comerciales, que supongo se irán diluyendo con la sobreexposición y consiguiente perdida de interés.

Inma Cuesta denuncia los excesos del Photoshop

La denuncia de  Inma Cuesta por los excesivos retoques de una foto, publicada en una conocida revista, ha sido recogida estos días por todos los medios de comunicación.

En su cuenta de Instagram, la actriz muestra una imagen, hecha con su móvil de la pantalla de ordenador del fotografo, enfrentada a la que aparece en la publicación impresa. Las diferencias entre ambas son notorias.

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Retocar una fotografia se considera imprescindible, simplemente ajustar las luces y colores ya suponen una pequeña alteración. Dar luminosidad a la piel, eliminar alguna pequeña imperfección, resaltar el color de un vestido y a partir de ahí comienza una escalada de modificaciones que pueden llevar a no reconocerse, como ha sucedido en este caso.

Existe un encendido debate sobre la conveniencia de este tipo de ajustes, entiendo que en una campaña publicitaria el cliente paga por unos resultados que considera óptimos para sus necesidades, con lo que está en manos de la agencia, o el fotógrafo, y los protagonistas son los peones de este juego.

Sin embargo, en este caso, la citada actriz tiene todo el derecho del mundo a denunciar que no se siente identificada con lo fotografía publicada, la única responsabilidad sobre su imagen recae en ella, y es habitual que esto se olvide con facilidad en ciertos medios de comunicación. La aplicación no es la responsable, únicamente es un medio a través del cual se pueden lograr unos resultados absolutamente irreales.

Hablamos de una herramienta maravillosa (y tremendamente laboriosa), pero es difícil marcar los límites para su uso, sobre todo cuando vemos a mujeres sexagenarias encantadas con su apariencia de veinteañeras.

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