Cada día existen menos fotógrafos en las plantillas de las agencias de noticias y utilizan más los servicios de trabajadores freelance, lo cual les evita infinidad de gastos, incluidos los derivados de la compra del carísimo material para los profesionales, aunque lleva aparejado una falta de control sobre la cantidad de retoques y ajustes de las imágenes que les envían. La agencia Reuters ha tomado una radical medida para impedir modificaciones injustificadas, vetar el envío de fotos editadas a partir de archivos RAW.
La presión de estas grandes empresas ha llevado a los esclavos de la imagen a llevar al límite su trabajo, cuanto más espectacular, más posibilidades de vender una imagen. La tentación de abusar del Photoshop para hacerla mas «colocable» es muy grande cuando tienes que pagar el equipo, dar de comer a la familia, y abonar un viaje hasta el fin del mundo.
(Brian Walski, del diario Los Angeles Times, unió dos imágenes en las afueras de Basora)
Todo esto me trae a la memoria la imagen del fotógrafo libanés Adnan Hajj, que en 2006 modificó burdamente una imagen de un Beirut humeante tras un bombardeo, la envió a Reuters y fue comprada por la agencia ya que era un colaborador habitual. La polémica generada llevo a Reuters a borrar todas sus imágenes del profesional de su archivo y cerrar la puerta a cualquier futura colaboración (en algunos medios afirmaban que lo despidieron, pero no puedes echar a aquel que no tienes en nómina).
La presión de las grandes empresas ha llevado a maestros de la imagen a caer en una espiral en la que sólo lo mas sensacionalista es vendible, el consumidor se ha acostumbrado a observar el mundo a través de la mira de un francotirador. Y sea cual sea el resultado, el que tiene mas posibilidades de salir herido es el fotógrafo.