Ayer, mientras daba mi acostumbrado paseo vespertino por Abandoibarra ,me llegó de pronto el sonido de una cornetín militar dando el toque de atención. De inmediato mi cuerpo se puso rígido, esperando una orden como si todavía estuviera en el campamento de Alcalá de Henares,»matadero de reclutas» en el que comencé la mili hace ya cuarenta años.
Después de palparme la ropa y al no encontrar subfusil alguno, me relajé, pero, a continuación, comenzó a sonar una marcha con profusión de metales y tambores.
En un primer momento pensé que lo que estaba oyendo era el ensayo de la banda de alguna de las muchas cofradías bilbainas que surgieron a partir de 1940 y que se suelen preparar a conciencia para los desfiles de Semana Santa , yendo y viniendo bajo los puentes del Nervión.Pero al comprobar que junto al Ayuntamiento continuaba iluminado el árbol de Navidad, deduje que era imposible y continué mi camino.
Ya en casa, comenté el asunto con una abuela que subía en el ascensor y me indicó que lo que había oído eran los preparativos para la cabalgata de Reyes.»O sea que los que primero salen de pastorcillos ( y pastorcillas) meses más tarde se enfundadan las túnicas y los capirotes» le respondí y ella levantó las cejas y sonrió.Me pareció verosimil aunque sorprendente.
Pero esta mañana digo y me digo que en realidad no es algo tan extraño, ni tampoco que el denominador común sea la música militar que sirve tanto para un barrido como para un fregado:el polígrafo Juan Aranzádi demostró en su momento, para horror de muchos y temor de otros, que lo militar, al menos en la Grecia Clásica, fue la base de lo civil. Por otro lado, la cruz y la espada han compartido iconografía y mando en plaza desde el emperador Constatino.
En fin, que ya se oyen, pues, los claros clarines en Abandoibarra…Y se oirán, por lo visto , de Pascuas a Ramos , una y otra vez, una y otra vez, hasta el final de los tiempos también.