Hoy, cuando volvía de mi paseo matinal, me he dado de bruces con un señor mayor que acababa de bajar de un autobús. Me he disculpado rápidamente- barkatu!- y he continuado mi camino. Pero, al poco, me he detenido. Esa boina tan bien puesta, las gafas cuadradas y gruesas, el rostro salpicado de granos, un aire de despistado…Me recordaba a alguien. ¡No! No sólo me recordaba, era la viva imagen de J.L. Álvarez Enparantza Txillardegi. Me he vuelto, pero tan sólo he visto una figura que se perdía entre la lluvia.
Nada más llegar a casa, he rebuscado entre mis libros hasta encontrar la edición de 1977 de Leturia-ren egunkari ezkutua, dedicada al poco de conocernos en una de las primeras sesiones de la Udako Euskal Unibertsitatea que se celebraba en el Colegio Larraona de Pamplona y de cuya asociación promotora fue miembro desde el principio.
Aquellos eran años en los que el euskera era todavía más una opción personal que una obligación administrativa, y aún continuaba la discusión sobre la viabilidad del batua, discusión en la que Txillardegi había participado y continuaba participando con mucha pasión. Eran años de transición en los que junto con la lengua se estaban formalizando las primeras generaciones de maisus y andereños, proceso que viví en primera línea participando desde la UNED de Bergara en el reciclaje de profesionales que fue organizado por la Escuela de Magisterio de Eskoriatza.
Siempre me he alegrado de haber vivido aquellos años en los que todo estaba por hacer y mayormente se hacía por gusto.Como por gusto leíamos a Txillardegi y le escuchábamos atentamente,viéndole ponerse muy serio , irritarse y, de vez en cuando , sonreír…