Estamos ante una nueva versión del expolio histórico en el orden gastronómico, que, para más inri y recochineo inculto se plantea como “una adaptación a los nuevos tiempos«.
El desembarco de los gastrobares underground en estos lares ha tenido como una consecuencia mayor la imposibilidad de comerse una simple tortilla de patatas. Pues lo que ya se nos ofrece es una base de tortilla española con multitud de añadidos espurios como jamón york, morcilla de Burgos, queso roquefort o a saber qué crustáceo despistado. Por lo visto, la patochada de los culinary-centers y de los concursos de master-chefs ha calado y bien- de la inminencia y significación de este avatar ya nos previno en su momento Pierre Bourdieu en La Distinción-Crítica social del gusto.
Otrosí ocurre con el té, que de tanto haberse vuelto rojo ,verde o blanco, ha dejado de ser el negro de siempre, lo cual que hay que específicar ante la cara de contricción del camarero o camarera correspondiente. Y del vino, mejor no hablar: cualquiera que no se tome (por lo menos) un crianza con la mirada transida, entre aspavientos benevolentes y palabreo metafísico, pasa por un paleto total.
Tanta sutileza no deja de ser sorprendente para un país y una cultura zafia hasta antesdeayer, cuando no directamente bruta y descamisada. Parece como si quisiéramos ser postmodernos sin haber pasado por la modernidad (Bruno Latour: Nunca fuímos modernos) y a ello se aplican bareros cool y restauradores iniciáticos (alabados sean sus a veces impronunciables nombres) dirigiendo su particular política de estímulo al consumo a base de sandeces gastronómicas.
Y como la burguesía de estos lares ha sido siempre corta-cortísima de miras (Manuel Tuñón de Lara dixit), haciendo más la cuenta de la vieja que la de resultados a medio plazo, la más pequeña y emprendedora, con el concurso de quienes tienen el mando en plaza, juega a la clavada del guiri mientras pueda y le dejen, ya que es al guiri al que se capta a través de las social networks.
O sea que, en realidad, estamos ante una nueva versión del expolio histórico en el orden gastronómico, que, para más inri y recochineo inculto se plantea como “una adaptación a los nuevos tiempos» porque el dinerillo acumulado, a fuer de salir mayormente disparado hacia las multinacionales, es pan para hoy y hambre para mañana (esto sí lo sabemos desde la crisis de los Altos Hornos).
Bobos y bobas todos y todas, nadie dice que el rey está desnudo…¡Sandeces gastronómicas!
(c) by Vicente Huici Urmeneta