LA PANDEMIA ( y las fronteras)

El ministro de universidades, Manuel Castells, no se prodiga en los medios de comunicación pero cuando lo hace, generalmente por medio de un artículo sabatino, resulta tan claro como distinto cuando no terminante.

Y así finalizaba su último escrito – Fronteras: «Hemos provocado una globalización multidimensional que nos hace interdependientes en todo el planeta y ahora nos separamos cada uno detrás de fronteras arcaicas que no tienen sentido más que como aparatos de poder enraizados en identidades dudosas. Las fronteras que ahora levantamos marcarán los contornos de nuestras propias tumbas».

De que se ha producido una globalización multidimensional no puede haber dudas y se ha puesto de manifiesto tanto en la extensión de la pandemia del COVID-19 como en el incremento del 83% en los beneficios netos de Amazon – según sus propios datos.

En cuanto a las fronteras, un tema apasionante (1), sean o no muy arcaicas, casi todas, las realmente existentes o las ideológicamente vigentes, responden a divisiones teóricas y prácticas del siglo XIX, matizadas luego y sobre todo por las dos guerras mundiales del siglo XX.

Sobre que las fronteras sólo tienen sentido como aparatos de poder, en ello pueden coincidir desde Max Weber hasta Lenin, por citar casos extremos de legitimimación de modelos de estado muy diferentes.

Y , en relación a las identidades, ¿qué más de lo ya mucho dicho se podría añadir? Quizá tan sólo que para bien y para mal, provenientes mayormente de clasificaciones primitivas y religiones transversales, todavía se manifiestan como patrias ( o matrias) protectoras , siendo, por lo tanto , todas tan dudosas como acaso necesarias.

¿Marcarán pues estas fronteras resucitadas los contornos de nuestras tumbas? Probablemente… Si no nos recuperamos pronto del nuevo rapto de Europa…

(1)Davila Legerén, A. y V. Huici Urmeneta. 2020. “Metafiguras de la frontera: frente, fronda y frunce (Una aproximación socio-genética)”, en Roche Cárcel, J. A. (ed.) La sociedades difusas-La construcción/deconstrucción sociocultural de fronteras y márgenes, pp. 11-24. Barcelona: Ed. Anthropos.

LA PANDEMIA ( y las «precuelas post-pandémicas»)

Según ha informado La Vanguardia, las grandes plataformas audiovisuales digitales, como Netflix, están comenzando a ofrecer la posibilidad de ver las series de mayor demanda durante la pandemia a una velocidad mayor de la habitual, por ejemplo a 1,5 sobre 1,para conjurar los guiones demasiado largos o enrevesados ,manteniendo, no obstante, la comprensibilidad de la banda sonora.

Otro sí, en la Concordia University de Montreal ( Canadá) en la que se estudiaba telemáticamente debido al COVID-19 , se ha descubierto que se emitían como on line clases grabadas de un profesor muerto hace dos años.El descubrimiento se ha producido cuando un alumno ha intentado ponerse en contacto con el mentado profesor para solicitarle una aclaración. A pesar de todo, la universidad ha defendido esta opción ,así como la de mantener al docente en la plantilla.

Estas dos anécdotas tienen en común una nueva implementación del tiempo.

En el primer caso, no parece sino que tan solo puede suponer una simple reordenación comercial de la duración audiovisual que Hollywood estableció hace ya algunos años en unos 90 minutos, rompiendo con la pauta de las tres horas anteriores y que, después, se cuarteó con las series de media o tres cuartos de hora. Pero también evoca la conformación de un «tiempo adelantado a sí mismo», en el que el predominio de una veloz transición hacia del futuro se hace presente , según la ordenación de los tiempos sociales que en su momento hiciera el sociólogo Georges Gurvitch.

En cuanto al segundo caso, en la medida en que, a pesar de su aparente contradicción, lo más efímero puede convertirse en eterno gracias a la difícilmente contrastatable mediación on line, en principio puede considerarse una herramienta técnica más, en este ejemplo vinculada a la educación. Pero asimismo, y por elevación , remite a un universo temporal, ajeno a la vida y a la muerte y dominado por la tecnocracia, hasta ahora solo pre-visible en las distopías de la ciencia-ficción.

Cabría preguntarse , entonces, y teniendo en cuenta lo anterior, si de estas anécdotas no pueden desprenderse algunas derivas que pudieran balizar la vida social, y no en un futuro muy lejano, sino en el más próximo mundo post-pandémico…

LA PANDEMIA ( y la «nueva ola»)

Dependiendo del noticiario que se vea o se escuche, estamos en la segunda o en la tercera ola de la pandemia del COVID-19.

Cuantitativamente, el asunto tiene su trascendencia pues implica una delimitación temporal que puede alterar y , de hecho, altera, todas las estadísticas de contagios, PCR’ s, test de antígenos, positivos , negativos, ingresos hospitalarios y en las UCI’ s y, por fin, defunciones.

Pues no salen las mismas cifras ni los mismos cuadros si se tienen en cuenta los datos desde junio ( segunda ola) o desde diciembre ( tercera ola). Y como la argumentación fundamental que se exhibe una y otra vez es de este tenor, la opción por unas cuentas u otras puede parecer arbitraria.

Cualitativamente, la cuestión se complica pues supone valoraciones subjetivas y objetivas. Y sin despreciar , por la mayor, que el apriori identitario y su conflicto enmarquen un nuevo hecho diferencialad intra segunda ola, ad extra, tercera- , por la menor , y en consecuencia, una segunda ola indica que la previsión ha sido suficiente y la acción, adecuada,para que no haya habido una tercera, lo cual sería, a su vez, un triunfo de la política aplicada.

Y si bien es cierto que la gestión estatal de la emergencia sanitaria se está llevando a cabo según principios asimétricos correspondientes a las diferentes autonomías, teniendo en cuenta que los recursos son al cabo compartidos aunque sean gestionados según diversas y a veces contradictorias opciones, ¿ no resultaría útil ponerse de acuerdo en algo tan elemental como la definición de la situación sanitaria? Sobre todo antes de que venga una nueva ola…

LA PANDEMIA ( y «la culpa»)

Son ya muchas, demasiadas, las voces que se oyen ,fundamentalmente en los medios de comunicación audiovisual, expresando la desazón cuando no el enfado porque «no estamos siendo lo suficientemente responsables» frente a la pandemia del COVID-19. El tipo de argumentación recuerda mucho al que se tuvo que escuchar durante la crisis económica que comenzó en 2008, y que afirmaba que «habíamos gastado demasiado».

Para cualquiera que se detenga un poco a reflexionar, la utilización de estas argumentaciones análogas no deja de resultar un modelo de transferencia de culpa por cuyo medio, tras un análisis simplista, parcial e interesado, una catástrofe global, desatada por acciones u omisiones particulares y específicas, se catartiza proyectándola hacia toda la ciudadanía

El efecto de esta transferencia de la culpa es doble. Por un lado se diluye la responsabilidad de quienes desencadenaron o deberían haber previsto la catástrofe; por otro se reagrupa a toda la colectividad de cara a una acción común que , aceptando un régimen disciplinario antes impensable , encontrará rápidamente culpables ad intra para fortalecerse hasta llegar a argumentar que cualquier rebeldía está organizada.

Sin duda, en una cultura anclada sotto voce en la culpa originaria, en el «pecado original» ,no resulta muy difícil llevar a cabo este tipo de transferencias, sobre todo cuando las circunstancias políticas favorecen la sucesión impertérrita de maniqueísmos.

Pero, como sabemos por la Mitología, por la Literatura, por la Historia y más recientemente por la Psicología ,antes o después, las culpas se purgan, individualmente y colectivamente, prolongándose entre la depresión y la histeria.

¿No sería entonces mejor hablar claro?¿ Deslindar las responsabilidades sin escurrir el bulto?¿ Aceptar los errores aunque no haya propósito de la enmienda? ¿ No sería mejor, en fin, dejar de sumar al sufrimiento físico, económico y social , la culpa moral?

LA PANDEMIA ( y «La Naturaleza»)

La cabaña de Henry David Thoreau

Decía José Ortega y Gasset que cuando se producen crisis sistémicas en cualquier sociedad, siempre surge una corriente reivindicativa de retorno a la Naturaleza. Se pretende así recuperar un a modo de vínculo originario del que el modelo social ( generalización de lo económico, lo político y lo cultural) se habría apartado hasta cuestionar peligrosamente la supervivencia. Habitualmente, la corriente naturalística tiene una fuerte componente culposa en la que , por elevación, se reprocha a la Humanidad haber traicionado a la Naturaleza.

También a lo largo de la crisis global que estamos padeciendo como consecuencia de la pandemia del COVID-19, ha surgido una corriente semejante que, apoyándose en datos científicos probablemente ciertos ( y relativos al calentamiento global y cuestiones análogas) ha sido luego abducida desde planteamientos principistas culpando al desarrollo económico capitalista de haber culminado con la globalización el expolio de la naturaleza y proponiendo un modelo de arrepentimiento articulado en maximalismos dogmáticos, cuando no inverosímiles.

Y aun teniendo en cuenta que probablemente , como tantas otras veces, el Sistema se corregirá a sí mismo para mantener su tasa de ganancia porque al cabo no es sino la ordenación racional del expolio ( Max Weber), entre tanto el naturalismo opcional ha encontrado ya su nicho comercial.

Pues, con señaladas excepciones, casi nadie se propone volver a la vida natural construyéndose una cabaña a lo Thoreau, sino más bien se prefiere un lugar,por ejemplo, con cobertura telefónica y fibra óptica. Y la degustación casi siempre ocasional de la Naturaleza está hoy en día parapetada por una amplia gama de productos, desde diferentes tipos de ropa o de calzado hasta los correspondientes GPS pasando por toda una larga serie de prótesis para quienes vayan a caminar, a escalar o «hacer monte», a esquiar , a andar en bici, a nadar, a navegar o a …la lista es interminable como terminable es el número y nombre de las empresas multinacionales que los suministran.

Habrá que estar pues al tanto y matizar mucho porque, como ya ha ocurrido en episodios históricos muy próximos, lo alternativo, puede perfectamente ser absorbido por la larga mano del Capital, cumpliendo la profecía destacada por R. K. Merton que señaló que la a-nomia de hoy acaso no es sino la nomia de mañana :para algunos viajes no se necesitan alforjas tan engañosas.

Y todo ello sin profundizar en que sea, en estos momentos, «lo natural» o La Naturaleza…

LA PANDEMIA ( y las otras plagas)

Recientemente un conocido y reconocido escritor que aprecio asimétricamente, comentaba en su columna dominical que a la pandemia del COVID-19 se le han sumado dos plagas colaterales ( «laterales», según sus palabras)

La primera estaría constituida por una turba de cursis estomagantes que no dejan de lamentarse «por los abrazos perdidos, por las sonrisas tapadas, por las manos que ya no pueden cogerse, por los abuelos a los que no podemos ver y demás», lo cual que no le cuadra sino como postureo al susodicho escritor, dado «el país bestia» en que vivimos.

La segunda plaga vendría manifestándose en una legión de cenizos furiosos que bajo la forma de «sociólogos , politólogos, pseudocientíficos» e incluso «autodenominados filósofos» , anuncian el Apocalipsis, «como los sacerdotes de siempre», rasgándose las vestiduras ante los graves pecados cometidos por la Humanidad contra la Madre Tierra, y previenen contra «inundaciones, incendios, terremotos y maremotos», así como de nuevas e inminentes epidemias y pandemias, bajo el grito de ¡Arrepentíos:el fin está cerca!

Peut-être: razones las hay a favor y en contra . Pero acaso sea también posible dar cuenta de otra plaga – lateral o colateral, según guste- y que quizá sea la de los autoritarios empíricos que han aparecido como setas en todos los ámbitos , desde la familia hasta el sindicato , pasando por el municipio y, por elevación, en otras instancias del Estado, que no cesan de dar órdenes y contraórdenes legitimadas desde la experiencia de su misma autoridad ejecutiva, y que, a lo peor sin saberlo, recurren a viejos y toscos argumentos conspirativos tomados del más puro estilo fascista, cuando sus decisiones son discutidas o no cumplidas a rajatabla.

Y, en fin, el COVID-19 pasará pues , como dice el refrán, «no hay mal que cien años dure», los cursis estomagantes probablemente moderarán su postureo al perder prestigio en la pomada, los cenizos furiosos perderán previsiblemente audiencia y presencia ante la nueva normalidad que no distara mucho de la anterior, pero ¿y los autoritarios empíricos…?¿Hasta cuándo se mantendrán en la palestra?

LA PANDEMIA (y sus «tiempos»)

«La ocasión la pintan calva»

(para J. Ppa, que me ha dado la idea y la ocasión )

La pandemia del COVID-19 está siendo una larga circunstancia para experimentar percepciones muy diferentes de lo que habitualmente se denomina «tiempo».

Así, los acontecimientos mayores, los reajustes en la vida sanitaria ( cuarentenas, ingresos hospitalarios, altas, vacunaciones),social ( confinamientos) , económica (cierres y aperturas, ERTES y ERES) , política ( acuerdos y desacuerdos) y cultural ( limitaciones y delimitaciones ) se inscriben en el «tiempo cronológico», el viejo Chrónos de la tradición griega que se articula en años, meses, días y horas, y que tiene como referencias usuales el reloj y el calendario.

Sin embargo, para una gran parte de la población todo lo anterior le está pareciendo «una eternidad», una forma de tiempo siempre presente e ineludible en su agobiante inmediatez, evocando así, y probablemente desde la inconsciencia ideológica, el también antiguo Aión griego, la Eternidad inmóvil, de la cual el Chrónos, ya según Platón, era su copia o imitación móvil.

A su vez, estas percepciones cronológicas y eternizantes, van siendo cada vez más compatibles , en la medida en que se desenraizan de sí mismas, con la vivencia de lo que Bergson denominó la Duración, una forma subjetiva de percepción temporal que prescindiendo fundamentalmente del tiempo del reloj, se sumerje en la experiencia inmediata, en soledad o en compañía, objetivándose en un quehacer entusiástico que tiene un fin en sí mismo o en una querencia liberadora que se desprende de cualquier egocentrismo.

Pero, generalmente, para llegar a vivir dicha experiencia de la Duración, suele ser necesario rescatar cierto sentido de la oportunidad, del tiempo adecuado para hacer o no hacer determinadas cosas, recuperar, en fin la tercera forma temporal ya descrita por la filosofía griega , que no es sino el Kairós, el tiempo de la ocasión, el de «la ocasión la pintan calva» porque, a veces,bajo el acoso del Kronos, que es también el tiempo del Trabajo y el Capital y en la angustia del Aión ,no se percibe ese momento justo que «hay que coger por los pelos» antes de que desaparezca.

Es de suponer que, a más de las demostraciones de disciplina social, profesionalidad o solidaridad que ya están constituyendo valores positivos en esta pandemia, la experiencia de la Duración , individual o social, y una mayor atención ante las señales del advenimiento de la Ocasión , resulten al cabo favorables…

LA PANDEMIA ( y las falsas dicotomías)

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La dicotomía, en su sentido ideológico, suele ser una falacia lógica que conlleva un falso dilema al presentar dos puntos de vista como únicas opciones analíticas posibles de una situación. Tales falsos dilemas obvian una o más opciones alternativas – falacia del tercero excluido – porque no se acomodan a decisiones previamente tomadas, de manera que actúan como operadores de legitimidad de las acciones correspondientes.

En el caso de la pandemia del COVID-19 , la dicotomía predominante es la que contrapone salud y economía, y de hecho , las decisiones políticas van oscilando según la importancia que se otorga a cada uno de los dos aspectos dicotómicos.

Pero, como se ha señalado, el método dicotómico se articula obviando otros puntos de vista y, en este caso, uno de ellos es la dimensión psico-social, esa que más implica a la ciudadanía en su vida cotidiana.

En esa dimensión pueden situarse las restricciones de movilidad que afectan seriamente no solo a una dimensión biológica (E.T. Hall) , en su sentido básico o extendido hasta la actividad física programada, sino también a las oportunidades de socialización que no pueden ser en modo alguno compensadas a través de medios electrónicos, como reiteradamente y oportunistamente se está proclamando.

En este sentido, el confinamiento estricto, o sus figuras veniales en forma de toques de queda , cierres perimetrales o suspensión de actividades de ocio y cultura, no dejan de ser elevadores internos de la presión social que pueden estar cebando una bomba que explote en el lugar y el momento más inexperados, y con la excusa más insólita.

Contemplar, por lo tanto y al menos , esta dimensión de la pandemia, intentando apartarse de la dicotomía entre la salud y la economía, y obrar en consecuencia, debería ser una obligación de quienes detentan responsabilidades de poder o acaso de quienes les asesoran, pues, al cabo, los falsos dilemas pueden permitir opciones tácticas vistosas, pero se muestran impotentes ante las derivas estratégicas. Y todavía más cuando lo que se está generando día tras día es una enorme bolsa de culpa social…

LA PANDEMIA ( de las arbitrariedades)

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Desde los medios de comunicación y desde las redes sociales, hoy en día los mayores dispositivos de la construcción social de la realidad ( Berger y Luckmann), no cesan de llegar largas listas de arbitrariedades, entendiendo por tales acciones y discursos sujetos «a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón».

Así, desde la televisión , la radio y los periódicos, sobre todo desde algunos particularmente partícipes de una condición propagandística, se pretende, por ejemplo, que la ciudadanía este pendiente del sistema sanitario, cuando más bien debería ser al revés , o que acepte sin información ( ni acaso formación) previa, algunas decisiones del poder ejecutivo que afectan a libertades fundamentales, bien sean relativas a la movilidad, el trabajo,la educación o el ocio.

Por otro lado, desde Whatsapp,Facebook, Twitter o Instagram, llegan continuas y dispersas réplicas bien en forma de anécdotas elevadas a categoría universal, bien en códigos humorísticos , bien en llamamientos apocalípticos.

Y si la arbitrariedad se muestra como característica de todo lo anterior que, desgraciadamente, se suele superponer alternativamente, quizá sea porque se percibe asimismo un déficit democrático en la gestión global de la situación.

Pues, enredados en disputas de gobernanza y co-gobernanza, quienes detentan el poder parecen haberse olvidado de refrendar sus decisiones estratégicas y tácticas en los órganos representativos correspondientes tras aportar toda la información disponible, interpretando los acuerdos pactados aleatoriamente,una vez que se han creado órganos consultivos, mayormente desde una perspectiva unidimensional, que acaso están obviando que la pandemia no es solo una cuestión sanitaria o económica, como repiten una y otra vez, sino también psico-social.

De estas deficiencias democráticas que si no se corrigen habrán llegado para quedarse como un nuevo estilo de trabajo ,tan caro , en todos los sentidos, a los tecnócratas, puede desprenderse esa percepción social de arbitrariedad, esa cruel constatación de que lo que se hace y lo que se dice obedece más «a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón».

Es de esperar que la pandemia no se convierta así en la ocasión perfecta para uno de esos retrocesos democráticos tan habituales en estos lares. Y para ello, para conjurar las arbitariedades, no hace falta sino lo de siempre : «¡Luz y taquígrafos!»

LA PANDEMIA (Cifras y letras)

Las cifras se manifiestan cada vez más irrelevantes y van perdiendo su capacidad retórica.

Así, las relativas resultan al cabo ininteligibles pues al variar las condiciones en las que se obtienen, los guarismos resultantes no se acaban de comprender: el efecto de verdad se esfuma a pesar de venir articulado desde un supuesto científico, toda vez que los criterios de verdad anteriores, el filosófico o incluso el religioso, continúan vigentes sotto voce ( Dodds) o explícitamente.

Por otro lado, las cifras absolutas, al no estar contextualizadas cualitativamente, no acaban de resultar representativas de nada salvo de la connotación de que el sistema ad hoc está muy estresado.

Por si fuera poco lo anterior, la insistencia en la actualización día tras día de los cambios relativos y absolutos adopta una formulación apocalíptica que disuade la atención por mera saturación.

Las letras, orales y escritas, por su lado, no dejan de crear un tejido comunicativo dispar y en ocasiones disparatado, en el que se alternan noticias de sesudos estudios o llamamientos tópicos en tono clerical desde los grandes medios de información y propaganda, con cotilleos multicolores y variopintos reiteradamente circulantes a través de las redes sociales.

El efecto global de esta polución logofrénica no resulta sino un exacerbamiento de lo discursivo que resulta impotente frente a la fuerza compulsiva de lo no- discursivo ( Foucault). Y una buena y fácil prueba de ello es que más allá de la apología interesada de las plataformas virtuales, en cuanto es posible los montes se llenan de familias, las carreteras de bicicletas , los paseos de viandantes y los bares de colegas, en un deseo desbordado de recuperar el nivel anterior de endorfinas físicas y metafísicas.

El resultado global de esta desgraciada combinación de cifras y letras es una cierta inverosimilitud acerca de lo que realmente está ocurriendo, algo sobre lo que deberían reflexionar quienes tienen el poder en sus manos y de quienes se espera, debe esperarse, una buena gobernanza.