Los ricos también se indignan

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Experimentando con el lenguaje, de escolares, descubrimos como pronunciar reiteradamente ciertas palabras familiares verbigracia “pan” o “casa”, las mismas acaban perdiendo su significado volviéndose del todo insulsas a nuestras mentes, donde hasta iniciarse el proceso inflacionario de su repentino desgaste semántico, operaban como de costumbre con su denotación y connotación. El fenómeno tiene sencilla explicación: mientras las primeras veces el cerebro trabaja como de costumbre ofreciendo sus significados explícitos e implícitos, pronto deja de hacerlo inteligentemente dado que no hay información nueva que aportar ni por texto ni por contexto, de modo que se desactiva casi por entero su decodificación dejándonos sólo con su materialidad sonora que al final es de lo único que somos conscientes recibiendo del cerebro lo mismo que le damos, que no es tonto que digamos.

En principio, los integrantes del 15-M pueden sentirse muy orgullosos de haber rescatado para el vocabulario mediático el término nada usual de “Indignado” para hablar del malestar ciudadano al que se aludía como descontentos, alborotadores, radicales, incontrolados, antisistema…Pero que se anden con cuidado, que pueden morir de éxito. Nunca como hasta ahora, había oído en boca de periodistas, políticos o economistas, ni visto escrito en titulares tantas veces la palabra “Indignados” para describir problemas sociales, altercados urbanos, revueltas juveniles, protestas políticas internacionales y calificar como tales a estudiantes en huelga, ciudadanos en las calles de cualquier ciudad, pasajeros que se quedan en tierra por sobre-venta de billetes, Etc. De pronto, todo el mundo está indignado, los estudiantes chilenos, los gamberros ingleses, los jóvenes israelitas, los vecinos de Lloret de Mar, los futbolistas, los ateos con la Iglesia, la Iglesia con el Gobierno, el Gobierno con Merkel, Merkel con Europa y Europa consigo misma por ser incapaz de dar una respuesta común cuando hace falta.

La singular marcha triunfal del vocablo se empezó a detectar cuando el Presidente de la CEOE declaró sorpresivamente en rueda de prensa, que los empresarios también estaban indignados; Un poco más y casi se anima el banquero Botin durante una entrevista, quien sin embargo, se debió morder la lengua para quedarse sólo en su comprensión para con los Indignados, aunque para entonces ya se escuchaban rumores de indignados con los “Indignados”…Desde aquel conmovedor instante, la licencia de la indignación nunca ha estado tan barata. Me extraña que Gadafi no esté indignado con los rebeldes y que los rebeldes conserven tan arcaica denominación cuando los tiempos imponen la etiqueta de “Indignados libios”

En este orden de cosas, creo que la “Indignación” ha alcanzado su cenit a propósito del arranque de sinceridad, no exento de mérito moral y reconocimiento filantrópico a manos del segundo hombre más rico del planeta según la revista Forbes – que no se entere Arguiñano – Warren Buffett quien ha declarado pagar en términos porcentuales, muchos menos impuestos que cualquiera de los miles de empleados que tiene en nómina, como paso previo para exigir de la administración Obama que suba los impuestos a las rentas más altas y dejen de mirar a los más ricos antes de tomar cualquier decisión como ha estado haciendo el Congreso desde la llegada de Ronald Reagan. En su opinión, la subida de impuestos a los ricos no desanima la inversión, pues tras sesenta años de tratar con inversores, no conoce a uno que deje de invertir por no pagar impuestos y si en cambio por dejar de ganar dinero. Pues bien, su inteligente discurso proveniente de un experto en finanzas a quien el éxito ha acompañado, en vez de calificarse como acertado, concluyente, meritorio, reconfortante, esclarecedor, aplaudido, diligente, resolutivo, factible, elocuente, varapalo para el Neoliberalismo…los medios de comunicación han elegido ¡Cómo no! el adjetivo de moda y lo han calificado de Indignado.

No está mal. Pero creo que los verdaderos Indignados deberían ir pensándose muy seriamente la posibilidad de registrar en el derecho de propiedad intelectual el uso del término Indignado reservado únicamente para cuantos participen de sus movidas y si es necesario, hasta se podría hablar con los Cacos de la SGAE para proteger su imagen y manipulación.

Felices e infelices

No son pocas las situaciones en las que nuestro juguetón idioma dice precisamento lo contrario de lo que deseamos expresar, como cuando utilizamos la doble negación, motivo por el que la conocida máxima socrática “Yo sólo sé que no se nada” se reemplazó por la más adecuada “Yo sólo sé que nada sé”que también se las trae porque si sabe que no sabe, ¡Algo sabe! y si reconoce saber algo, vete a saber que dice no saber…especulación toda ella que se ha querido evitar la moderna sociología con la socorrida fórmula ¡No sabe! ¡No contesta! aparecida en toda encuesta, que de ser examinada más a fondo haría trizas la Docta Ignorantia de Nicolas de Cusa, pues la experiencia me dice, que hasta preguntando por una heladería hay gente que contesta sin tener repajolera idea de dónde está y basta ponerle a uno un micrófono delante para que te de una opinión que momentos antes brillaba por su ausencia entre sus neuronas. Lo que no es óbice para que, en ocasiones, diga uno como lo diga, suene igual de mal a la inversa que del revés, como le sucedió a un atropellado que al serle presentada la novia de un amigo y preguntarle aquel después por la impresión que le había causado, fue todo sinceridad amparado por una amistad de infancia y le respondió sin previo aviso ¡Las he visto mejores! Para acto seguido, sobre la marcha, procurar corregirse exclamando “Quería decir que ¡No las he visto peores!”

Algo de todo ello me viene a la cabeza al enterarme del informe publicado por la OCDE que pese a situar a España a la cola de los países desarrollados por su alta tasa de desempleo, su elevada corrupción política y deficiente sistema educativo, en cambio resalta que, al menos la mitad de la población reconoce ser feliz y hasta un 65% espera serlo dentro de un lustro, al modo en que proyectaría un moralista estajanovista su existencial plan quinquenal, de lo que es colegible que la otra mitad de la ciudadanía, si bien no llega a declararlo abiertamente, damos por sentado que cuando menos, serán infelices, que no es lo mismo que tristes, pues lo contrario a la tristeza es la alegría, cosa que no se debe confundir con la felicidad, matiz que a su vez permite que, uno sea muy feliz aunque pueda estar sufriendo como un condenado un auténtico calvario. Aunque no parece que este sea el caso de la España fustigada.

Y es que en nuestro querido castellano palabras que pudieran ser antónimas como “Feliz” e “Infeliz” a caso hacen el servicio de sinónimas, pues pocos de nosotros desearíamos ser señalados en público como lo uno o lo otro dado que remiten a la ingenuidad como sucede en “Eres un feliz si crees que los políticos trabajan para el bien común” pues al sustituir “Feliz” por “Infeliz” ocurre que en nada se altera el mensaje “ Eres un infeliz si crees que los políticos trabajan para el bien común” Con todo, entrando ya en disquisiciones que se adentran en lo más recóndito de la psicolingüística, podría decirse que, quien es “Un feliz” participa del principio activo del mal que le acaece, mientras quien es “Un infeliz” como que le viene dado en actitud pasiva. Por ejemplo, diríamos que Zapatero fue un feliz al darle subvenciones millonarias a la banca creyendo que con ello se animaría la economía, mientras los infelices de los españoles veian como aquellos les denegaban créditos, no les aplazaban los pagos de la hipoteca y les ejecutaban los embargos y deshaucios.

Es en este sentido que me explico tan paradójica revelación de la OCDE – especie de OTAN financiera – de cuya lectura sólo puede entenderse que media España es ¡Feliz! y la otra media ¡Infeliz! Eso sí: sin que falte el jolgorio, la alegría, el sol y el buen tiempo.

Son unos demócratas

Con alivio, aprovecho la ocasión que me brinda en carne ajena, la condena por insultos del ex Portavoz del Gobierno Miguel Ángel Rodríguez, quien durante un programa de debate llamara “Nazi” al Doctor Montes en plena controversia en torno a la denominada “Muerte digna”, para tratar asuntillos sociolingüísticos relacionados con lo que Schopenhauer denominara “El arte de insultar” en los que no me atreví a profundizar cuando me absolvieron de injurias a nuestro querido, bien amado y que Dios lo tenga en su gloria, Vuestra Majestad el Rey, para que no sonara a recochineo.

Insultar como andar, es más sencillo hacerlo que explicarlo, por lo que no hallamos dificultad en saber cuando se nos insulta, aunque ciertamente se multiplica al tratar de reconocer que somos nosotros los que insultamos, más que nada, porque cuantos reciben el insulto siempre se sienten heridos al recibirlo, mientras quienes lo profieren, normalmente sólo desean desahogarse, eso sin discutir el campo difuso de las intenciones y la subjetividad, que bien es verdad, en el caso del insulto, está bien abonado el terreno connotativo de toda palabra por muy perdido que esté su significado en la lontananza de su denotación, como ocurre con el citado ejemplo que remite al macho de la cabra y si no, prueben ustedes a escribir en un medio de comunicación que “el Rey es un coronado y la Reina más pía que las gallinas” a ver lo que sucede…

Así las cosas, aunque en la práctica no faltan personas que se sientan insultadas por haberles llamado melómanas, filatélicas, y hasta políglotas, a la hora de tipificar la acción jurídicamente, creo ardua la tarea de encontrar una expresión que desprovista del tono despectivo con el que el acusado la exclame, mantuviera taxativamente tal rango ante un tribunal que contemplara el hecho positivo y no las evanescentes cualidades que rodean la interlocución. Y sin embargo, sucede que hay sentencias condenatorias como la referida, en este caso por llamar a alguien Nazi.

No sé que opinará de ello Zapatero, líder Nacional Socialista, pero es curioso que Nazi se contemple como un insulto, cuando mucha gente se sentiría muy orgullosa de declararse como tal; Ello se deberá seguramente por la vergüenza que se le adscribe a una ideología que perdió la guerra bélica aunque acabara ganando la batalla ideológica y sobre todo la macroeconómica, porque es curioso que en nuestros días, en refriegas públicas a falta de mejores argumentos que esgrimir ante el respetable, siempre los haya que acaben escupiendo a su adversario ¡Eres un fascista! versión mediática tertuliana de la más elevada ¡Eres un sofista! que se maneja en los debates universitarios, aunque de idéntica factura intelectual al ¡Eres un demagogo! que se vomita en política o el socorrido ¡Eres un maricón! tan extendido en cuarteles, tabernas, saunas y vestuarios… dado que, nada de ello es suficiente para demostrar la verdad o falsedad de lo que se esté discutiendo. Y digo que es curioso, porque así como ni el macho de la oveja, ni el de la vaca han alcanzado la categoría de insulto cuando sí la goza el cabrón, parecido ocurre con las etiquetas de Comunista o Demócrata que tienen los mismos méritos que Nazis y Fascistas para ser catalogados y empleados como insultos y por el contrario, no lo son, porque ahí donde las tienen, a diferencia de las ideologías perdedoras del Nacional-socialismo de Hitler y el Fascismo de Mussolini, el Comunismo de Stalin y la Democracia de Churchill, Degaulle, Roosevelt y Compañía, tienen la gracia de ser contempladas por sus intenciones y no por sus resultados, cuando ambas, a estas alturas de la historia, han demostrado ser capaces de superar con creces los daños colaterales causadas por sus compañeras de fatigas en el mundo entero.

Por todo ello, me parece vergonzoso para nuestra jurisprudencia que, en nuestro país, donde la prensa no escatima calificativos como subsahariano, proetarra, miembro de una oenegé e incluso se atreven a calificar a un ciudadano con nombre y apellidos de delincuente habitual, sea posible condenar a alguien como Miguel Ángel Rodríguez por haberle llamado a otra persona Nazi. Y para demostrar lo caprichoso de este fallo, les anticipo que a mi, no me pasará nada por escribir que Don Juan Carlos, Felipe González, Manuel Fraga y Mayor Oreja, son unos Demócratas de cuidado. Y Carrillo…¡Un Comunista!

Aceptar gratis

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Hay palabras que gozan de toda nuestra confianza y por ello son mucho más peligrosas que el resto. Durante milenios, las religiones utilizaron este poder mágico del lenguaje para manipular las mentes, y así cada confesión, cada culto, cada secta hablaba a su rebaño de Amor, Vida y Felicidad. Ese fue su éxito. Muy distinto les hubiera ido de proclamar abiertamente el Odio, la Muerte y la Pena como fin supremo de su discurso. Pero con el paso de los siglos, las palabras como las piedras también se desgastan y pierden su significado, de modo que hoy la gente prefiere que se les hable de sexo, fiesta y placer, como se hace desde los púlpitos mediáticos. También dilatada fue la trayectoria de la manipulación política de términos como Libertad, Democracia, Justicia y Paz, que con los años, esta vez de modo más rápido han pasado a significar solo Comprar, Votar, Trabajar y Seguridad. Pero hoy, el vertiginoso avance de las técnicas de Ventas, queman por momentos voces que antiguamente hubieran brindado sus servicios durante generaciones, por ejemplo, en publicidad lo “ Nuevo” es sinónimo de mejor entre personas jóvenes y de mediana edad, y todos los productos se presentan como “Nuevos” desde los yogures hasta los detergentes, aunque algunos intenten curarse en salud recordando que la marca fue fundada en el siglo pasado, pensando en los jubilados, para quienes todo tiempo pasado, fue mejor. Por tanto, hemos de estar alerta y detectar cuáles son estas voces talismán con las que se nos encandila, para evitar ser reos de la tiranía conceptual de moda. Pues bien, al margen de la infinidad de eufemismos informativos para disfrazar la realidad, he encontrado dos peligrosos términos que están haciendo estragos entre nosotros. Uno es el famoso “Gratis” irresistible en tiempos de crisis: suele aparecer en letras grandotas junto a letras canijas cuyas condiciones asumes con mayor naturalidad que las que te hacen firmar los bancos al concederte Gratis la Tarjeta de Crédito, de este modo vemos como la gente por hacerse con un jamón se va de crucero por el Báltico en pleno invierno, y cualquier día de estos vamos a tener noticia de alguien que ha firmado ante notario “ Me comprometo a trabajar de Lunes a Domingo de ocho de la mañana a ocho de la tarde con solo media hora para comer, sin contrato, sin Seguridad Social, sin fiestas ni vacaciones, sin derecho a prestación alguna…¡¡GRATIS!!” Parecía imposible superar el magnetismo de la palabra Gratis, hasta que el otro día me sorprendí a mi mismo pulsando cada dos por tres en el ordenador la palabra “Aceptar” sin detenerme a leer que es lo que aceptaba. Según parece, es un gesto habitual entre los usuarios de Windows, de modo que es muy probable que más de una vez estemos dando nuestro permiso jurídico para que nos abran las claves, para que nos envíen propaganda, para suplantar nuestra identidad…Mucho me temo que esto no haya hecho más que empezar y que en adelante los políticos nos presenten un Programa “Gratis” ante cuya propuesta democrática solo quepa Aceptar o no Aceptar.

Hablar inglés empeora a las personas

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Pensamiento y lenguaje se entrelazan de tal modo que resultan indistinguibles. De ahí la necesidad extender el acervo con el que nos manejamos, pues las palabras aún pareciendo sinónimas, no lo son, cada una tiene su etimología, historia, contexto, parentela, denotación, connotación, uso, frecuencia, y un sinfín de particularidades que la confieren identidad, pluralidad que forja imperceptiblemente nuestra psique al extremo de permitirme mantener que, aprender inglés, empeora moralmente a las personas, y quienes lo tienen por lengua materna, son lo peor de la especie en cuanto a comportamiento, seguramente debido a su forma de expresarse siempre con el “Yo” por delante y a usar en todo momento los posesivos… Weber se equivocó en señalar al Protestantismo como variable decisiva en la germinación de la revolución industrial en Gran Bretaña, y sociedades adscritas a la Reforma en contraste con el retraso de los Pueblos fieles al Catolicismo. Lo correcto hubiera sido relacionar el individualismo liberal, el egoísta capitalismo, y la rapiña colonial, con un idioma bárbaro que potencia todas esas características. Por otro lado, el soporte natural que conforma su lenguaje no es una opción libre del Pueblo Anglosajón, proviene de la conjunción genética degenerada, de modo que actúan con total naturalidad, pero sin libertad, por lo que como a los animales podría eximírseles de responsabilidad. No obstante, aquellos que sin necesidad fuerzan su buen idioma incorporando estructuras lingüísticas salvajes como la Inglesa, pudiendo aprender con sencillez leguas latinas, arruinan su pensamiento con frustración y desasosiego por hallarse violentado culturalmente, por lo que con el tiempo de su estudio y práctica, la personalidad va adquiriendo carácter uraño, zafio, mezquino y hostil para con sus seres más cercanos. Los débiles mentales e inmaduros, no tienen dificultad en su asimilación, por ello, se recomienda aprenderlo desde pequeñitos, porque pasados los seis años, nuestros avanzados y selectos cerebros latinos se resisten ferozmente, rehuyendo las neuronas establecer las debidas sinapsis para combatir su dañina presencia.
Soy consciente de que la lógica no respalda mis conclusiones, pero si lo hace la realidad que es lo que cuenta: las peores personas que conocemos o son angloparlantes, o se esfuerzan enconadamente en serlo. Evidentemente, es más sencillo hallar malas personas entre el segmento de estudiantes de inglés que entre los angloparlantes, de igual modo que los admiradores de Satán son peores que Satán mismo. Ello no quiere decir que todos los Anglosajones, los angloparlantes, y los estudiantes de Inglés sean pérfidos, perversos, viciosos, sádicos, depravados, y malvados, siempre y al mismo tiempo…pero pueden serlo con más facilidad que el resto de la humanidad. ¡La historia me da la razón!
Hasta hace poco, el virus Anglosajón tenía fácil remedio invirtiendo lo suficiente en una terapia génica, una adecuada eugenesia y un estricto control de natalidad. Pero con la propagación infecciosa de la música en inglés, el contagio de Internet…va a ser preciso volver al analfabetismo por una o dos generaciones, antes que sucumbir moralmente como sociedad.