Ha sido una suerte que fuera un fulano con el nulo crédito de Díaz Ferrán quien reactualizara el viejo gag de “Menos samba e mais trabalhar” que popularizó en su mocedad Emilio Aragón. La proclama proestajanovista del empresario que convierte en pufo todo lo que toca se ha quedado, como cualquier cosa que diga el todavía patrón de patrones, entre parodia y parida. Si ha creado alguna división de opiniones ha sido, como le ocurrió a Lagartijo, entre los que se han acordado de su padre y los que le han mentado a la madre. Hasta José Blanco, maestro de recortadores de derechos sociales y notable reformador laboral, se ha permitido darle un par de collejas dialécticas al cenizo capataz de la CEOE.
Los que no creo que se rían tanto son los miles de productores -así llamaba mi abuela a los de buzo con lamparones de grasa o cemento- que llevan años haciendo realidad el sueño expresado en voz alta por el locuaz Díaz Ferrán. Un buen día les quitaron los donuts y la cartera y se encontraron con la nómina en los huesos y su vida convertida en la eterna subida y bajada de Sísifo a la misma montaña. Precariedad se llama el invento y se seguirá llamando igual por los siglos de los siglos porque jamás desaparecerá. ¿Por la impiedad de los malvados explotadores? Tal vez, pero no solamente por eso. La insolidaridad, el morro, el discurso infantil y simplón de muchísimos trabajadores y sus presuntos representantes tendrán mucho que ver en la perpetuación de la injusticia.
Otras sanguijuelas
Comprendo que no esperasen este giro liberaloide a mitad de columna, cuando parecía que iba a empezar a reclamar el poder para los soviets y la socialización de los medios de producción. Pero no le encuentro emoción a hacerme trampas en el solitario. En mi peculiar y seguramente no compartida escala de valores, el arquetípico jefe de personal cabroncete está a la misma altura -o sea, bajura- que el currela que no pega sello, bate el récord mundial de bajas por la jeró y/o tiene una capacidad igual a cero para el desempeño de su labor. Y no debe de ser casualidad que sea entre éstos de donde las empresas reclutan esos arquetípicos jefes de personal que decía.
Será siempre un misterio para mi por qué cuando sacamos el dedo de señalar sanguijuelas inevitablemente apuntamos hacia arriba y pasamos por alto a las que llevamos adosadas a la chepa. Luego son esos anélidos succionadores los que, como en el libro ese para yuppies, se llevan los quesos del personal y, de propina, profundizan su precariedad. Pero se van de rositas.
Brillante, poniendo a cada uno en su sitio. Efectivamente en la vida a veces trepa el más vago y el más pelota, o si no miren las remodelaciones de gobierno, ejem, ejm
Sí Javi, los hay, pero los hay también entre los empresarios y al revés.
Hay de tó en tó el mundo.
El asunto es saber si aumentando la producción se reparta mejor la riqueza que genere y llege donde se necesite.
Ahí, está el problemo, como decía un amigo mío.
Toda la razón. Hartos de meternos con los empresrios, habrá que hacerlo con los compañeros que chupan y no trabajan y que, por desgracia, son legión y los que más se quejan.
«Será siempre un misterio para mi por qué cuando sacamos el dedo de señalar sanguijuelas inevitablemente apuntamos hacia arriba y pasamos por alto a las que llevamos adosadas a la chepa…»
Es que mirarse la chepa es muy jodido…
Vaya Sonia, eso por supuestísimo. Hay trabajadores y trabajadores, hay sindicalistas y sindicalistos, y hay empresarios y empresarios. Es lo que me gusta de este post, que habla un poco de toda la fauna.
Para mi el probleo es que todos consumamos de forma responsable, no sé si menos, pero si diferente, comprando productos a empresas que se lo merezcan. De todas formas los empresarios están para generar la riqueza, tendrán que ser los estados los que los repartan en función de los deseos de sus ciudadanos.
Somos de la generación en la que nuestros padres vivían con un sueldo, nosotros con dos, y nuestros hijos que van a hacer, poner los niños a trabajar?, se ha producido un trasvase de las rentas del trabajo a las del capital, y por miedo …nadie se ha plantado.
«El arquetípico jefe de personal cabroncete está a la misma altura -o sea, bajura- que el currela que no pega sello, bate el récord mundial de bajas por la jeró y/o tiene una capacidad igual a cero para el desempeño de su labor». Opino igual, pero me pregunto si no son las dos caras de la misma moneda que se retroalimentan con auténtica glotonería.
Supongo que si en la empresa en la que trabajo hay alguien tocándose los huevos o no calificado para desempeñar su tarea o, simplemente, no dispuesto a hacerla la culpa no será de un servidor, sino de ese empresario que le contrató y de su jefe de personal que le permite vivir así. Al final, toca padecer a los unos y a los otros. Que se repartan entre ellos las culpas.
Y ya puestos, también me resulta aborrecible el caso contrario, ese trabajador que, llegado el momento, se ve incluido en el expediente de regulación de empleo y clama: «¡A mí, que nunca me he cogido una baja, que he trabajado sin mirar el reloj, que lo he dado todo por esta empresa!»
En fin, que es todo tan poliédrico… 🙂
El fondo de todo el comentario de bego.
La realidad.
La defensa ante los derechos del tarbajador del empresario, el trabajor dejado y vago
Que habitualmente nada al lado del patrón, y reduce los derechos de los que quieren trabajar para ganarlo que por derecho vale su mano de obra. y ademas le rie las gracias.
Es que trabajo en una empresa pequeña! 8 trabajadores, entre vagos y maleantes! 🙂