La absurda guerra del tabaco

Por fortuna, el ser humano es un animal de costumbres con una capacidad de adaptación infinitamente mayor de lo que presuponemos. El mismo mecanismo que ha hecho que creamos que llevamos toda la vida utilizando el teléfono móvil o pagando con una tarjetita de plástico hará que dentro de nada sólo recordemos vagamente que hubo un día en que se podía fumar en bares y restaurantes. La prueba es que hoy nos parece que fue en el pleistoceno cuando podíamos hacerlo en el transporte público o, incluso, en la consulta del médico, que perfectamente podía estar atendiéndonos con un Ducados entre los dedos. Todavía es pronto, claro, porque están todo el día las cámaras al acecho de las chimeneas andantes que la emprenden a golpes, hosteleros que buscan su cuarto de hora de fama y reportando al minuto el número de denuncias contra los infractores de la ley. En cuanto desaparezca el foco mediático, las aguas se situarán en su cauce.

Fumador compulsivo y nada orgulloso de serlo, tengo ganas de que llegue ese momento. Me siento desplazado y sin bando en esta guerra absurda y artificial que se está librando a beneficio de titulares llamativos y minutos de relleno en las tertulias. Ya escribí aquí que el único pero que le encuentro a la discutida nueva norma es que sus mentores sean los mismos -gobierno, estado- que han convertido en chollo recaudatorio lo que dicen querer combatir. No es pequeña la objeción, pero no creo que deba mezclarse con la absoluta lógica de casi todas las medidas que entraron en vigor el domingo pasado. Firmaría donde fuese para que todas las leyes que apruebe este o cualquier gobierno fueran igual de razonables.

Sin humo… y sin revanchas

Me chirriaban antes y me chirrían ahora aun más los contraargumentos de la parte que se siente perseguida y acorralada. Admito para quien así lo perciba -yo mismo hasta hace unos años- que fumar sea un placer, pero no puedo aceptar que sea un derecho. Y si lo fuera, debería palidecer ante el que tienen los no adictos a la nicotina a no asfixiarse con el mal humo ajeno. Viviré en carne propia la incomodidad de tomarme el café apremiado por la urgencia de una dosis de veneno, pero no se me ocurrirá sentirme víctima de un estado mutilador de libertades. No por eso, desde luego.

Sería muy conveniente también que el frente antitabaco no se dejase llevar por la tentación revanchista. Sobran las sonrisitas socarronas, los comentario jocosos, y no digamos el afán delatorio que les ha entrado a algunos de repente. Ya tienen lo que querían. Debería bastarles.

15 comentarios en «La absurda guerra del tabaco»

  1. Yo no quiero regalar mi humo a nadie, por eso pregunto: ¿atentaban contra los derechos de los no fumadores los habitáculos para fumadores de los aeropuertos? ¿Tan insoportable les resulta la contemplación de la felicidad ajena? ¿Tanto regocijo les suscita fastidiar quien no hace ningún mal a nadie, salvo a sí mismo? Sospecho que esta ley está hecha para proteger, no los derechos reales de los no fumadores, sino los imaginarios de los ex fumadores, esos conversos que en su camino de vuelta siempre necesitan ir sembrando prohibiciones.

  2. Pues yo,como exfumador orgulloso de serlo (mi orgullo radica en el «ex»),confieso que desde que entró en vigor la ley y cada vez que entro en un bar,me da la sensación de entrar en un hospital cuando yo lo que quería era entrar a un bar…No sé qué va ha ser de mí cuando toque una de esas noches postcena amiguil que se alargan y se alargan y que terminan(terminaban) entre «niebla» y con un tufo en la ropa que acababa con la misma pasando la noche en la terraza……..yo para respirar aire puro y hacer algo por mi salud me voy a correr,al monte,como pescadito,frutas y verduras etc.Cuando voy al bar voy a otra cosa.Será la nostalgia……

  3. Eskerrik asko Javier.Por fin leo algo que sintoniza totalmente con lo que pienso.Solo podia venir de ti.Y tienes razón voy a frenar las ganas que les tengo a l@s fumador@s.

  4. En mi opinión, el beneficio de esta guerra artificial está:

    primero en tener a la opinión pública distraída

    segundo en implantar una ley injusta de nacimiento y que esto sea consentido por la población.

    Cuando la gente permite que se legisle arbitrariamente y adopta los argumentos vagos que le proporcionan por un hipotético beneficio personal, está dejando la puerta abierta para posteriores atropellos que no le beneficiarán tanto.

    Yo soy fumadora empedernida, pero también soy mujer y veo injustas las leyes sobre divorcios y las custodias de los padres, a pesar de que me beneficiaría de ellas.

    Honestidad es lo que falta.

  5. Xabier Intza: vale, pues será la (tu) nostalgia, pero porq me mandas al monte a respirar aire puro? … ahí está el problema. Ya se os pasará. Ojo que te lo digo sin acritud, que siempre te leo los comentarios y me gustan, pero en este has patinau, creo.

  6. No no,Edu,me he debido de explicar mal.Simplemente estoy intentando explicar mis primeras sensaciones al entrar a un bar tras la entrada en vigor de la ley.No pretendo mandar a nadie a ningún sitio,faltaría más,sólo es una reflexión personal en el sentido de que «cada momento tiene su afán» (que decía Ibarretxe) y su lugar,y que cuando voy a un bar asumo que es un lugar de ocio y esparcimiento y con lo que me puedo/podía encontrar,pero hablo de mí,exclusivamente.Es más,a ciertas horas y en determinadas condiciones,esa «niebla» y ese tufo formaban parte impepinable del escenario,a mí hasta me gustaba.Sin embargo,reconozco que más de una vez he dejado de comer un pincho al observar la humareda que los rodeaba….el momento y el afán.Algo así como el que es consciente que a las seis de la mañana en el único garito que queda abierto el gin tonic que le van a servir,salvo gloriosas excepciones,va sin limón,con el doble de ginebra de la aconsejable y sin mezclar.Se entra,se pide,se deja la mitad en el vaso,se pasa el rato y cuando te aburres,se paga y para casa,y si no lo asumo,me pido una cerveza.La vida misma.
    Pero es una reflexión personal sin ánimo «imperialista» ninguno.Además,más allá del aspecto costumbrista o sentimental,personalmente me será sencillo acoplarme a la ley en mi condición de EXfumador desde hace bastantes años.Saludos.

  7. Desde hacía tiempo esta normativa estaba en Francia, por poner un ejemplo, y en otro países europeos, me dicen que allí andan en terrazas, estufas en la calle y toda la parafernalia necesaria para hacerlo al aire libre.
    No se puede dejar de fumar a orden de normativa, ni tener hijos por recibir 2.ooo euros, por cierto ayudas que tienen y en más cantidad todos los países europeos, desde hace décadas.
    Parece como si españa, para todo, llegara siempre tarde.
    En Francia está prohibido anunciar en televisión y prensa bebidas alcoholicas, aquí hacen anuncios repetidos.
    ¿cuándo se dejaran de ver estos anuncios de alcohol?
    En todo caso, creo que es mejor para todos entrar en un bar y que el aire esté repirable, y no entenderé nunca por qué no han funcinado extractores de humos, ni inventos parecidos para tratar de combinar fumadores y no fumadores en armonía respirable.

  8. «Admito para quien así lo perciba -yo mismo hasta hace unos años- que fumar sea un placer, pero no puedo aceptar que sea un derecho. Y si lo fuera, debería palidecer ante el que tienen los no adictos a la nicotina a no asfixiarse con el mal humo ajeno.»

    Gracias Javier, solo esto que has escrito resume a la perfeccion la unica verdad de este asunto. Fumar es un «placer» hasta que se convierte (muy rapidamente) en una adiccion. Y sí, sin duda, somos «bichos» de costumbres. Y por fin, cuando este tema deje de ser noticia, se acabo lo que se daba… y a otra cosa.

  9. Pues va a ser que no, Sonia, porque en Francia sí existía la ley de antes, pero quizá a los medios que te han enseñado eso se les ha olvidado decirte que en Francia los bares pueden tener un habitáculo acondicionado para fumadores.

    Yo esa parte no la entiendo: ¿en qué perjudica a los no fumadores la existencia de habitáculos para fumadores? ¿No les basta con no entrar ellos mismos?

    Y por la misma razón no entiendo el porqué no pueden dividirse los bares en de fumadores y no fumadores. ¿Dónde estaban los no fumadores cuando pusieron la versión anterior de la ley y algunos bares prohibieron fumar y no entraba nadie a consumir?

    Por otra parte, tengo la más que sospecha de que los no fumadores no sólo no fuman, tampoco gastan mucho en bares. Si no, hubiera bastado con la ley anterior, pero, claro, normalmente hasta ahora el no fumador llevaba esa actitud a la vida en general, y tampoco solía estar en los bares bebiendo alcoholes y gastándose los dineros.

    ¡Y luego está el chorro de mentiras y medias verdades (más bien cuartos de verdad) que tenemos que escuchar a la consejera del ramo por Telepatxi! Cada vez que empiezan con lo de «la inmensa mayoría de la sociedad blablabla…» detrás viene normalemente la mentira al canto y el burdo intento de aplicar el «efecto Vicente» (dónde va la gente…)

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